Lo dieron por muerto muy rápido, es el juicio unánime de los analistas políticos por estos días. Fascinados -si se puede usar esa palabra- por el fenómeno Johannes Kaiser, muchos pensaron que José Antonio Kast se enfrentaba a un penoso declive ad-portas de su tercera intentona presidencial. Pero no estaba muerto, andaba de gira por Chile, machacando con eslóganes campañeros, preparando su asalto al poder.
Varias hipótesis han desfilado para explicar este escenario. La más recurrente es que Kaiser tuvo su momentum, pero se desinfló por carencias propias. Una cosa es tener mano dura contra la delincuencia y otra distinta es abrazar las teorías conspirativas de moda en los rincones oscuros de la web.
Una cosa es promover el crecimiento económico y otra distinta es defender el proteccionismo nacionalista de Trump. Y como los votos afincados en el extremo derecho del espectro ideológico chileno no son infinitos, muchos de ellos se decantaron por la sobriedad que a estas alturas representa Kast.
En lugar de perjudicarlo, piensan varios, Kaiser terminó por fortalecer a Kast. Sin Kaiser, Kast era una exuberancia de extrema derecha. Con Kaiser en el mapa, Kast parece moderado y hasta posa de estadista. En vez de atacar a Kaiser, Republicanos lo aguachó y terminó por domesticar la amenaza. Sin embargo, hasta que Kaiser no se baje -alegando falta de plata o cualquier excusa que le permita recalibrar la estrategia-, esta historia no ha terminado.
La segunda hipótesis apunta al errático desempeño de Evelyn Matthei. Le ha costado un mundo a la candidata de Chile Vamos encontrar el registro correcto para esta etapa de la carrera. Aunque intentó focalizar la atención en la solidez de sus equipos económicos, su propia intemperancia se ha encargado de desandar el camino andado. Entre pena de muerte, golpe de estado, y defensa de Punta Peuco, Matthei parece empecinada en ganar el voto de una derecha dura que ya tiene dueños.
Finalmente, crece en las huestes conservadoras la convicción de que Kast -a diferencia de 2021- tiene una chance efectiva de llegar a La Moneda. Chile se ha derechizado tanto y es tanto también el hastío con el gobierno, que cualquier candidato que enfrente al oficialismo en segunda vuelta tiene todas las de ganar. Kast no solo le saca ventaja a Jeannette Jara o Gonzalo Winter, sino que también podría imponerse a Carolina Tohá.
De hecho, a Kast le conviene que Tohá resulte victoriosa en la primaria del 29 de junio. Kast necesita una carta de centroizquierda capaz de conquistar votos moderados en primera vuelta. Si la candidata oficialista es Jara, Matthei puede ampliarse hacia el centro y recuperar parte del capital perdido. Aunque una segunda vuelta entre dos derechas puede celebrarse como un triunfo épico del sector, si Kast avanza al balotaje con Matthei es derrota casi segura para el líder de Republicanos.
La única manera de que Kast sea presidente es que Matthei quede fuera de la segunda vuelta, y para eso necesita asfixiarla por izquierda y por derecha. Para eso necesita a Tohá, de la misma manera que Matthei necesita a Jara. Kast puede ir en ascenso, pero un triunfo de Jara le complica el prospecto porque le regala mucho espacio a Matthei en el mundo moderado, que se apresta a votar por ella precisamente para evitar a Kast.
En resumen, Kast solo gana la presidencia si pasa a segunda vuelta con una carta oficialista, y eso solo ocurre si entre ambos son capaces de disminuir lo suficiente a Matthei. Eso lo asegura Tohá, no Jara. ¿Y una vez que gane?
La respuesta parece obvia: en ese escenario, Kast suma las fuerzas de Chile Vamos. No solo para que voten por él, sino para integrar su gobierno. Del mismo modo que el frenteamplismo tuvo que solicitar la colaboración de sus hermanos mayores ex concertacionistas, la derecha “sin complejos” necesita a la “derechita cobarde” para montar la empresa. Su elenco propio es corto e inexperto. Nada humillante: así lo hizo Javier Milei en Argentina, que después de basurear a Patricia Bullrich, tuvo que integrarla a ella y a parte importante del macrismo en su gabinete.
Menos obvio es si Kast y su entorno aprendieron la lección de la historia política reciente de Chile. Boric y compañía hicieron carrera despotricando contra todos, lo que después les pasó la cuenta a la hora de gobernar. Republicanos ha actuado en forma similar desde la derecha. Su triste conducción del Consejo Constitucional es un ejemplo: en lugar de construir puentes, los dinamitaron. Sus principales voces denostaron explícitamente la política de los consensos. Votar por Kast es votar por una alternativa ideológica en las antípodas de la izquierda que detestan, pero es votar por el mismo estilo adversarial de hacer política.
La pregunta de moda en estos días es si acaso la izquierda agitará el avispero de la calle apenas la derecha regrese al poder. Pero hay otra pregunta igual de importante: ¿será Kast la encarnación de una política igualmente adversarial, o le pondrá el cascabel al gato para construir acuerdos transversales de largo plazo? Boric se moderó después del balde de agua fría del 4S. ¿Habrá servido el 17D para que Kast aprendiera lo mismo?
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