Julio 20, 2024

Informalidad laboral y políticas públicas. Por Benjamín Villena

Académico e investigador del Instituto de Políticas Económicas (IPE) de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello e investigador LM2C2 y MIPP.
Crédito: Agencia Uno.

Las regulaciones laborales y cambios tecnológicos que estamos viviendo hacen que este desafío de reducir la informalidad sea aún más apremiante. Para abordar este problema de manera efectiva, es fundamental basar nuestras decisiones en estudios rigurosos y evidencia empírica, fomentando un debate informado y constructivo sobre el futuro del trabajo en Chile.


El reciente aumento de la informalidad laboral en Chile, que alcanzó un 28,2% en el trimestre marzo-mayo de 2024, es motivo de reflexión. Este fenómeno, que abarca a trabajadores sin contrato, sin seguridad social y a quienes trabajan para empleadores sin registro ante Impuestos Internos, tiene profundas implicaciones para el país.

La informalidad es un arma de doble filo. Por un lado, debilita el sistema de seguridad social, tiende a perpetuar empresas de baja productividad con condiciones laborales precarias y que evaden impuestos. Además, dificulta la identificación y el apoyo gubernamental a los trabajadores informales, especialmente en momentos de crisis, como se vio durante la pandemia. Por otro lado, la informalidad puede servir como un salvavidas temporal para personas sin empleo formal, especialmente las más vulnerables.

En un estudio reciente (Unpacking the persistence of informality, Journal of Labor Research, 2024), usando datos de la Encuesta Nacional de Empleo estimó que la duración promedio de la informalidad en Chile es de 16 semanas, considerablemente menor que otros países en América Latina. Esto se debe en gran parte a la alta tasa de transición del desempleo y la inactividad hacia la informalidad, especialmente antes de octubre de 2019.

Es importante señalar que esta estimación de 16 semanas tiene en cuenta el “sesgo de agregación temporal”, es decir, las múltiples transiciones entre formalidad, informalidad, desempleo e inactividad que no alcanzan a ser capturadas en los datos de transición trimestrales. Sin este ajuste, la duración media estimada sería de 33 semanas. Además, se observa que la informalidad está presente en todos los sectores laborales, lo que indica que las opciones formales e informales se observan en todos o la mayoría de los segmentos del mercado laboral chileno.

Curiosamente, los trabajadores con educación superior, mujeres y jóvenes tienden a permanecer más tiempo en la informalidad. Esto podría deberse a la mayor calidad de algunos empleos informales en el primer caso, y a su uso como refugio temporal del desempleo en los otros dos.

En este escenario, es fundamental considerar la incertidumbre en la trayectoria de la informalidad. Factores como la capacidad de absorción de inmigrantes en el mercado laboral formal y los recientes cambios en las regulaciones laborales, como el aumento del salario mínimo y la reducción de la jornada laboral, pueden estar influyendo en la dinámica de la informalidad. Una consideración similar surge en atención al aumento de la tasa de cotización obligatoria de 10% a 16%.

De hecho, un estudio de Joubert (Pension Design with a Large Informal Labor Market: Evidence from Chile, International Economic Review, 2015) con datos para Chile de la década del 2000 sugiere que el aumento de cotizaciones podría tener un efecto importante de aumento de la informalidad, lo que no solo reduce la recaudación del sistema previsional, sino también la evasión tributaria de los impuestos de primera y segunda categoría (sin olvidar el IVA). Todas estas medidas regulatorias, aunque positivas y bien intencionadas en muchos aspectos, incrementan los costos laborales para los empleadores formales, haciendo más atractivas las opciones informales.

La informalidad en Chile es un fenómeno complejo y multifacético. Si bien a menudo sirve como un puente temporal hacia empleos más estables, no podemos ignorar sus consecuencias negativas para el desarrollo económico. Es esencial comprender su naturaleza dinámica y su sensibilidad a los incentivos para diseñar políticas públicas efectivas. Necesitamos soluciones que no solo reduzcan la informalidad, sino que también promuevan la creación de empleos formales de calidad y faciliten la transición de los trabajadores informales hacia ellos.

El refuerzo de los planes de capacitación para los jóvenes, y el apoyo para el cuidado de los hijos y adultos mayores pueden ser alicientes importantes para la integración femenina al mercado formal. La flexibilización de las horas de trabajo puede ser un respaldo importante también para compatibilizar estudios y responsabilidades en el hogar con un empleo formal. Algo de esto está presente en la legislación de reducción de jornada laboral, pero hay mucho más que avanzar.

Las regulaciones laborales y cambios tecnológicos que estamos viviendo hacen que este desafío de reducir la informalidad sea aún más apremiante. Para abordar este problema de manera efectiva, es fundamental basar nuestras decisiones en estudios rigurosos y evidencia empírica, fomentando un debate informado y constructivo sobre el futuro del trabajo en Chile.

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