-Mario Góngora (1915-1985) votó por Allende un par de veces y justificó el golpe, pero después fue muy crítico de Pinochet. Militó en el Partido Comunista. ¿Qué reflejan estas aparentes contradicciones?
-Góngora partió su derrotero político en la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos, donde estaban Frei y Leighton. Era lo que sería la DC. Él pensaba que la máquina política terminaba destruyendo las ideas. Y eso lo vio en el Partido Conservador. En los años 30 se va a Francia, pero pasa por Barcelona para conocer la guerra entre los anarquistas y los comunistas. Después de eso se vuelve comunista.
-¿Por qué deja el PC?
-Neruda lo censuraba. Y a él eso lo sulfuraba. Por otra parte, empezó a leer a Nietzsche y abandonó a Marx. Y no se metió nunca más en política activa. Ahora, eso no significa que no le interesara la política. Su último libro es el más político de todos: el Ensayo Histórico Sobre la Noción de Estado en Chile en los Siglo XIX y XX, que es donde tiene la crítica a Pinochet.
-¿Por qué apoyó el golpe, entonces?
-Él dice que la adhesión de la Unidad Popular y Allende a la democracia era meramente instrumental. Y lo otro que critica de Allende es que puso por primera vez a Chile en la mitad del conflicto internacional, en la Guerra Fría. Chile no había estado así expuesto nunca. Allende buscaba un socialismo real, no de Europa Occidental, sino de Europa del Este.
-¿Qué representa Góngora entre los historiadores chilenos de derecha, en la forma en que se han acercado a la figura de Pinochet y la UP?
-El gran estudio que hay sobre la UP es el de Joaquín Fermandois, La Revolución Inconclusa, donde nunca queda tan claro si Allende iba a llamar a plebiscito o no.
–También está Gonzalo Vial, que escribió una biografía extensa y en general favorable sobre Pinochet, y el Libro Blanco, que fue sustento de la dictadura.
-El punto es el siguiente: no puedes decir, como dijo la UDI, que el golpe era inevitable, porque en la historia nada es inevitable. Es cierto que los patrones y los dueños de la tierra, tenían miedo a quedarse sin tierra o sin empresas, pero había otro miedo, más profundo: a que la UP de repente cuajara como régimen socialista real. Ese era el miedo de verdad. Creo que hay una aproximación interesante de Arturo Fontaine, si bien no es historiador. Sucede que no fue que a tres gatos se les ocurriera hacer un golpe un día, fue un proceso de demolición de la democracia.
-En 1976 Góngora recibió el premio Nacional, que en ese tiempo era muy político. ¿No dice algo de su postura?
-Es un buen punto. Yo creo que él se fue desilusionando lentamente. Pinochet era el menos sofisticado de la Junta, con la excepción de Mendoza. Leigh y Merino eran bastante más articulados que Pinochet, pero este tuvo una transformación brutal y acaparó todo el poder.
-Uno de los grandes aportes de Góngora es la idea de las planificaciones globales que intentaron la derecha, el centro y la izquierda.
-Él fue el primero que en los años 60 empezó a notar que la política chilena se estaba desviando desde el pragmatismo hacia una política más ideológica. Por eso habla de las planificaciones globales: Frei, Allende y Pinochet.
Los pinochetistas dicen que la izquierda es ideológica y que ellos no son ideológicos. Pero el neoliberalismo es híper ideológico, porque permite el desmantelamiento del Estado,
-Hoy, ¿las ideas de los políticos están muy alejadas del sentido común? ¿También está pasando ahora con Boric?
-Seguimos en la época de las planificaciones globales. Estamos entrando en una cuarta planificación global, que es la de Boric. Hablo del Boric más cercano a Jackson. Hay pensadores de izquierda que son mucho más cercanos a lo concreto como Gabriel Salazar. Pero por otro lado, tienes a Atria, que es mucho más abstracto: el mercado es malo, es el mundo de Caín.
Ahí está gran parte del problema: la moralización que ha afectado al Frente Amplio. Si se creen tan buenos, tan pulcros, porque ellos velan por la emancipación, por dejar atrás la fuente de la alienación que es el mercado, se sienten justificados para hacer cualquier cosa, para seguir insistiendo y no dialogar mucho.
-¿Qué te parecen estas declaraciones que ha hecho la derecha respecto a los 50 años del golpe? ¿Son un retroceso?
-El problema puntual de los 50 años tiene que ver con que los puentes de diálogo están cortados desde el acuerdo del 15 de noviembre de 2019 para superar políticamente la crisis del estallido. Después de eso, cada loco con su tema. La derecha, como siempre, no ha tomado la iniciativa y llega siempre al final. En el caso de Boric, me parece que puso a la derecha en un pie forzado, con un discurso cambiante; se metió en la pata de los caballos al hacer comentarios desafortunados que no le corresponden al Presidente de la República.
Ahí se enturbia el diálogo y salen cosas raras como que la UDI haya dicho que el golpe era inevitable. Eso solo historicistas híper convencidos como Hegel o Marx te lo podrían decir. Ningún hecho es inevitable: las posibilidades son infinitas.
-¿Hubo un error de diagnóstico del Gobierno?
-Boric se ha farreado los momentos históricos como el de la Convención Constitucional y ahora los 50 años del golpe, por su incapacidad de generar un ambiente para llegar a un gran acuerdo. Y no se ve que vaya a contribuir a algún gran acuerdo a futuro. Ambos sectores cometieron pecados: Boric por tener un discurso moralizante y la derecha al no reflexionar sobre la historia en el sentido político. En los dos casos, no vimos una reflexión a la altura de lo que se espera de las élites políticas.
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