La derecha chilena atraviesa una crisis total, navega sin rumbo y tiene dos grandes caminos para resolver el tema. Insistir en lo que ha hecho o proponer un modelo alternativo que haya sido exitoso en otros lugares. No es una dicotomía nueva. Pero la experiencia muestra que el Presidente se queda a mitad de camino. En el estallido social no hizo lo suficiente para defender a su sector ni para hacerse cargo de las demandas ciudadanas.
La crisis. Con menos de 1/3 de los constituyentes, y por debajo de los independientes en número de escaños, la derecha fue una de las fuerzas más dañadas de la elección de convencionales constituyentes. La coalición del gobierno quedó al borde del colapso, sin una explicación para la derrota, ni un plan para salir del hoyo.
De algo a nada. En los últimos dos meses la derecha pasó de sumar más de la mitad de las preferencias en las encuestas presidenciales a tener una minoría relativa. Más específicamente, pasó de tener el candidato favorito para ganar la elección, Joaquín Lavín, a estar sometidos a la dominación de Daniel Jadue. La derecha pasó de tener la mejor posibilidad de ganar la presidencial, a depender de la coordinación de la oposición.
Dos caminos. Para resumir un problema complejo de una forma simple, existen dos grandes caminos para resolver el tema. Uno es insistir en defender la agenda valóricamente conservadora y económicamente liberal que se ha custodiado desde al menos 1990, y otro, muy distinto, es ceder ante la presión y proponer un modelo alternativo, menos tradicional y más abierto a alinearse con la apertura que la ciudadanía hoy demanda.
El pecado original. La experiencia del estallido social explica por qué los dos caminos no son una falsa dicotomía. Lo que lo que faltó a Piñera y su gobierno fue avanzar con decisión en una sola línea. Cuando tuvo la oportunidad de reaccionar de forma dura o de forma blanda, no hizo ninguna de las dos. Quedó a medio camino, profundizando la crisis en su sector, y deslegitimándose ante la oposición y la ciudadanía.
Una ruta hacia adelante. La derecha debe tomar cuenta de la derrota y comenzar el proceso de reconstrucción antes que sea demasiado tarde. Una derrota más y quedará marginada de todos los espacios de decisión. Ya es un sector prescindible en el proceso constitucional, y si repite su rendimiento en la elección de senadores y diputados, podría quedar sin siquiera poder influir en el rumbo legislativo del próximo cuatrienio.
El modelo. La derecha debe desanclarse por completo del legado de la dictadura y debe estar dispuesta a hacer concesiones que hasta ahora los poderes fácticos le han implícitamente prohibido. Sus principales partidos pueden mantener la centralidad de la tradición como hilo conductor, pero deben estar dispuestos a abrirse a nuevos paradigmas. Deben estar dispuestos a renovarse por completo si es necesario.
Nancy Yánez representa a la perfección ese mundo que demostró ser minoría en el plebiscito, pero que sigue siendo un referente intelectual, una sensibilidad que solía criticar instituciones tan coloniales y vetustas como el Tribunal Constitucional que ella preside.
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