La izquierda chilena no puede evitar pronunciarse acerca de lo que está pasando en Cuba. Sus vínculos históricos con la revolución cubana son demasiado estrechos como para mirar hacia el lado.
En los sesenta y setenta Cuba y Fidel fueron referentes para la izquierda latinoamericana y chilena, lazos que se profundizaron con la experiencia del exilio y la solidaridad. Tampoco estuvo ajena Cuba de la formación de grupos armados en la región, en cuyos altares se inmoló toda una generación.
El domingo 11 de julio, como nuestro 18 de octubre, pasará a la historia por lo ocurrido en la remota y desconocida para nosotros San Antonio Los Baños, donde un grupo reducido de artistas provenientes de las barriadas pobres de La Habana, miembros del movimiento San Isidro, encendió una llama que se extendió por toda la isla, poniendo de manifiesto que los cubanos “han dicho basta y echado a andar”, como solían decir los discursos y las canciones revolucionarias.
El movimiento San Isidro nació en 2018 como respuesta a un decreto dictatorial que pretendía imponer regulaciones arbitrarias a las actividades artísticas y culturales en la isla. Sus acciones performativas, denunciando el hambre y la ausencia de libertades exponiendo sus propios cuerpos, podrían asimilarse a las realizadas por nuestro CADA en tiempos de Pinochet.
En 2020 el tema Patria y Vida (en oposición a la consigna oficial Patria o Muerte) se convirtió en himno de la disidencia artística y juvenil. Integrado mayoritariamente por negros y mestizos que hacen suyo el lenguaje del Rap y se comunican a través de las redes sociales, son parte y se conectan con las angustias de la población, amenazada por el Covid y el hambre, para iniciar un estallido social que demanda libertades y que no se veía desde 1994, con el recordado Maleconazo.
Hace ya 60 años que los cubanos vienen escuchando la monserga que la culpa de sus males no es un mal gobierno o un mal sistema, sino “el imperialismo”. De este modo atizan una causa patriótica para justificar la defensa de un régimen dictatorial.
Sin embargo, cada día son menos los que creen que un gobierno nacido en una rebelión que se hizo en nombre de la libertad y que ha degenerado en una dictadura oligárquica, siga mereciendo el crédito de un pueblo orgulloso como el cubano. Hoy Cuba está en las calles demandando los mismos derechos que hemos demandado los chilenos en dictadura: respeto a los derechos humanos, libertad de opinión y de circulación, cese de la represión, acceso a los bienes básicos, pan y medicinas.
En base a la represión y el matonaje, con minúsculas concesiones económicas como permitir el ingreso de medicinas por parte de los turistas, la dictadura cree que podrá seguir sobreviviendo, pero su debilidad intrínseca es que ya no puede invocar las ilusiones, estas se han esfumado.
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