Pronóstico sombrio: La primaria presidencial para escoger al candidato de la DC del pasado domingo 24 figura como una de las elecciones menos relevantes de la colectividad en su historia reciente, pues no hay pronóstico alguno que apoye la idea de que ya sea Undurraga o Rincón, algunos de los dos pueda armar una campaña competitiva para enfrentar la primaria de la coalición el 4 de julio de este año.
- La debilidad de los candidatos, Ximena Rincón y Alberto Undurraga, se debe más a la evolución natural del sistema político que a sus características personales. Ambos, reconocidos líderes del partido, tienen poco que ofrecer en un escenario político significativamente más liberal y progresista que el de los noventa, época en la cual la DC constituía el poder hegemónico de la centroizquierda.
- La debilidad de candidatos presidenciales en la DC no es nueva. Desde la primera candidatura de Eduardo Frei en 1993, que no han tenido un candidato competitivo. De algún modo, la inesperada bajada de Soledad Alvear, a favor de Michelle Bachelet en mayo de 2005, anunció la serie de fracasos que vendría, partiendo por la cuestionada nominación del mismo Frei en 2009, y su estrepitosa derrota frente a Piñera en la segunda vuelta de 2010.
- Desde entonces, los candidatos presidenciales de la DC han sido testimoniales. En la primaria de la Nueva Mayoría en 2013, Orrego obtuvo menos de 200 mil votos a nivel nacional, llegando tercero, tras la ganadora Michelle Bachelet y el independiente Andrés Velasco. En la primera vuelta de 2017, tras la separación de la DC de la coalición de centroizquierda, Carolina Goic llegó quinta de ocho candidatos, sumando menos de 400 mil votos.
Una caída de 30 años: La debilidad de los candidatos presidenciales va de la mano con la debilidad del partido como fuerza política.
- En 30 años, la DC pasó de ser la colectividad más grande del sistema a ser un actor secundario. Perdió casi 1.5 millones de votantes. Pasó de un pozo estimado de 2 millones de votos (en 1989) a 600 mil (en 2017). Mientras que en 1993 controlaba alrededor de un cuarto de la Cámara de Diputados (38 de 120), hoy tiene solo 12 de 155 diputados (7,7%).
- El trayecto electoral descendente es un indicador de un problema más profundo: el desacople del partido con la dirección del país. En la última década, el partido no ha logrado dar con un nicho para posicionarse. Parte del problema es la polarización incrementalmente entre conservadores y progresistas. Basta observar la difícil convivencia de la DC en la Nueva Mayoría para entender los problemas que genera ser un partido moderado en una coalición de izquierda.
- La salida de la DC de la coalición con miras a la elección de 2017 no logró resolver el problema identitario. Cuando el partido compitió como lista propia ese año, buscando volver a sus raíces, obtuvo el peor desempeño electoral de su historia como colectivo. En la elección de diputados de 2017, obtuvo 400 mil votos menos de los que obtuvo en la elección de diputados de 1965. Hoy, es la cuarta fuerza legislativa del país.
Los críticos últimos 4 años: Los últimos cuatro años de la DC en el Congreso son un fuerte contraste a lo que fue el partido en los sesenta, setentas, noventas, e incluso dos miles. Más que liderar debates e imponer temas, la DC ha funcionado como un partido bisagra, inclinando la balanza en proyectos de Ley que requieren de quórums especiales. Y a pesar de poder controlar algunos debates, han sido pocas las instancias en que ha logrado actuar en bloque e imponer su voluntad.
- Los costos han largamente excedido los beneficios. En los últimos cuatro años un número no menor de militantes ha abandonado el partido, la mayoría de ellos críticos de una conducción errática y lejana a los principios de otrora. Algunas de las figuras más emblemáticas del partido en los noventa, como Mariana Aylwin y Soledad Alvear, hoy compiten por cupos en la Convención Constitucional en listas opositoras a la DC.
- Tal vez para enmendar errores, este año el partido llega de vuelta a la coalición que cofundó en los ochenta al alero del PPD, el PS, y el PR. Su apuesta es que con la salida del Partido Comunista de la alianza tendrán más éxito en encaminar el debate hacia su feudo: el social cristianismo y la social democracia. Su problema es que, si bien no tendrán al PC en su camino, tendrán que compartir espacio con seis otros partidos (incluyendo al PRO, el PL y Ciudadanos).
- Es difícil imaginar un escenario en que Rincón o Undurraga (cualquiera sea el ganador) puedan hacer mucho para posicionar al partido en la elección presidencial. Pues, incluso considerando que no hay ningún nombre fuerte en carrera, es más probable que un candidato de un partido de corte progresista encuentre éxito, que un candidato de un partido de tradición centrista.
- Un punto a favor de Rincón y Undurraga es que ambos son ex ministros del segundo gobierno de Bachelet. De alguna manera podrán clamar cercanía con ideas progresistas. Aun así, es improbable que puedan levantar candidaturas competitivas en una cancha significativamente más inclinada a la izquierda. Ante la abanderada socialista, Paula Narváez, ambos cuentan con menor apoyo transversal.
- Incluso si llegan a la primaria de julio, difícilmente podrán hacer mucho para posicionar a la DC en el espacio de centro moderado que alguna vez forjaron los grandes estandartes de la tienda, Eduardo Frei Montalva, Patricio Aylwin y Gabriel Valdés. Muy diferente a lo que fue alguna vez, hoy la DC parece estar luchando más por cupos electorales y mantenerse vigente que por consolidar sus propias ideas y llevarlas a cabo.