El 3 de mayo durante la mítica junta de accionistas que él preside, Warren Buffet (94 años) anunció su retiro como cabeza del conglomerado que formó y lideró por más de 55 años, Berkshire Hathaway. Si usted hubiese invertido un dólar cuando él tomó el control de ésta, en 1965, (entonces una alicaída empresa textil que se convierte en su holding de inversiones), hoy tendría 55.000 dólares.
Su sucesor, Greg Abel, liderará un conglomerado cuyo valor supera el trillón de dólares y que tiene una montaña de caja para invertir de 350 mil millones (casi dos veces el sistema de AFPs). Lo interesante es que este hombre no logró su fortuna creando un negocio, sino invirtiendo en la bolsa, fundamentalmente la norteamericana. Pocos inversionistas han recibido tantos elogios como él y de aún menos se ha derramado tanta tinta como biografías o papers académicos.
Nació el 30 de agosto de 1930, en Omaha (Nebraska), hijo de un corredor de bolsa que fue congresista republicano (aunque él ha apoyado a los demócratas). Muy tempranamente mostró grandes habilidades para los números y para armar pequeños negocios (repartir diarios, máquinas de pin ball, etc.). Cuando se gradúa de la educación media ya tenía ahorros por 6.000 dólares, un no despreciable capital para un adolescente de 1946.
Durante sus estudios universitarios descubre el libro “The Intelligent Investor” del también mítico Benjamin Graham. Tanto influye en él este libro que se matricula en el programa de MBA de la Universidad de Columbia en donde Graham enseña. A su egreso, y luego de un breve período en la corredora de su padre en Omaha (Nebraska), entra a trabajar en la corredora de Graham en Nueva York, en donde se sumerge en el estilo de inversiones denominado “value” que caracteriza a Graham. Ahí también conocerá a varios de los llamados “superinvestors de Graham and Doddsville”.
Buffett ha señalado que él se ganó la “lotería del útero“, al haber nacido justo en el momento apropiado: el poder comenzar su carrera como inversionista después de la segunda guerra mundial cuando aún la bolsa no se recuperaba de la gran depresión y el shock de la guerra. Era un momento propicio para un inversionista value. Aún se encontraban negocios que transaban en la bolsa a un valor inferior a sus activos circulantes netos. Además, se iniciaba un período de fuerte crecimiento económico de más de veinte años.
En 1956 se termina la corredora de Graham, él se jubila, y Buffett vuelve a Omaha para iniciar su primer “partnership”: estructura legal en donde él es el “general partner” (socio gestor) y se suman siete “limited partners” (socios inversionistas). El capital inicial es de 105.000 dólares. A los inversionistas se les entregaba un 6% anual más un 75% de las utilidades por encima de ese retorno. Buffett se quedaba con el 25% restante. En los trece años que siguieron, el capital creció a una tasa compuesta de 29,5%. Nunca tuvo un año negativo, el índice Dow Jones tuvo 5 años negativos en el mismo período. Hacia 1965, los activos habían crecido hasta alcanzar 26 millones de dólares.
En 1969 decide terminar el partnership y devolver el dinero, al señalarle a sus inversionistas que no encontraba acciones que satisfacían su estilo conservador. Luego de dos décadas de alza, el mercado estaba dominado por el hiperoptimismo de las llamadas “Nifty Fifty” (Polaroid, Kodak, Disney, IBM; Xerox) que estaban muy lejos de cumplir el estricto criterio value de Buffett.
A los pocos años, el mercado se derrumbaría de la mano de Watergate, la crisis petrolera, la inflación y el pesimismo generalizado. En ese momento, lleno de caja para invertir, Buffett dirá que se sentía como adolescente en un harem. Según Graham, en el corto plazo, el mercado es una máquina de contar votos (que premia a las acciones más populares), pero en el largo plazo es una pesa que de verdad valora las empresas por su valor. Otra frase típica de ellos es que el precio es lo que uno paga y el valor es lo que uno obtiene.
En esta época también aprende una gran lección como inversionista: es mejor un muy buen negocio a un precio razonable, que un pésimo negocio a un precio baratísimo. Ésa fue la lección que sacó de invertir en el negocio textil de Berkshire Hathaway. Por mucho que trató de sacarlo adelante fue imposible competir con Asia. Aquí surge su segundo mentor, Phil Fisher, autor que enfatizaba más el potencial de crecimiento de la empresa en donde se invierte que el comprar empresas ultra baratas, pero con escaso crecimiento. Esta última influencia llega de la mano de su socio de toda la vida, recientemente fallecido, Charlie Munger. Un abogado californiano que sentía más pasión por invertir que en ejercer las leyes.
Así, a contar de 1969, Buffet concentra todos sus esfuerzos en invertir la caja de Berkshire, luego de liquidar el negocio textil, con la asesoría de Munger. Ellos concentran sus tiros en negocios que entienden y evitan los que no logran proyectar en el tiempo (tecnología, farmacéuticas). Su primera regla es no perder dinero y la segunda, no olvidar la primera. La tercera regla es elegir negocios no acciones y, por lo tanto, siempre invertir pensando en que uno será dueño del 100% de la compañía y la mantendrá para siempre.
Y uno de los negocios que más les gusta es el de seguros. En 1967, compran todas las acciones de dos compañías de seguros basadas en Omaha: National Indemnity Company y National Fire & Marine Company. El negocio de seguros tiene un especial atractivo para ellos pues genera “float”. Float es un maná para un gran inversionista. Se trata del dinero que reciben las aseguradoras como prima pagada por sus clientes y que le pertenece a éstas, pero sirve de reserva para pagar siniestros.
Las primas se reciben antes del pago de los siniestros y si éstos son escasos (porque los clientes han sido bien escogidos), es una suerte de préstamo a muy bajo costo que recibe el equipo de inversiones, un apalancamiento barato o incluso casi gratis si el llamado “combined ratio” es menor a 100.
A lo largo de las décadas, Berkshire fue comprando numerosas empresas de seguros y el float ha crecido de los primeros 35 millones de dólares que manejaban las dos primeras a más de 125 mil millones de dólares hoy en día.
En el crecimiento del negocio asegurador ha jugado un papel esencial la empresa GEICO, hoy la segunda aseguradora automotriz de Estados Unidos. Buffett la estudió por años, conociendo su negocio al revés y al derecho y admirando su disciplina a la hora de suscribir pólizas. Se especializaba en un comienzo en empleados públicos que tenían menores tasas de siniestralidad.
En los años setenta, la empresa, luego de varios baches, ve caer sustancialmente el precio de la acción, y Buffet aprovecha para comprar primero el 49% de ella. Esto marca otra de sus características. Estudiar por años grandes negocios, pero solo comprarlos cuando “la maquina contadora de votos” se equivoca y los valora muy por debajo de su valor intrínseco. Lo mismo hizo con American Express, Disney o Coca Cola. En estas tres empresas, Berkshire tiene un porcentaje relevante de la propiedad.
Mucho se puede escribir sobre el estilo de Buffett y sus inigualables logros. Pero sin duda lo que más ha marcado a los miles de asistentes que visitan Omaha durante su junta anual es su estilo llano, transparente, cándido. Suele reírse de sí mismo y con frases llenas de humor y sentido común aconsejar a los asistentes de los numerosos peligros que los acechan o de los errores a evitar.
“Ten miedo cuanto todos están llenos de codicia y se codicioso cuando todos tienen miedo”; “Nunca inviertas en un negocio que no puedas entender”; “El mercado bursátil es una herramienta para transferir el dinero desde los impacientes a los pacientes”; “En los negocios busca castillos económicos protegidos por fosos infranqueables”; “Contrata a gente con integridad, inteligencia y energía. Si no tienen lo primero, las dos siguientes te matarán”; “Trato de comprar acciones en negocios tan maravillosos que hasta un idiota puede administrarlos. Porque tarde o temprano llegará uno”.
En fin, se podrían escribir páginas y páginas sobre este hombre que siempre prefirió invertir desde Omaha (lo más lejos posible de los analistas de Wall Street). Por años mantuvo su auto y nunca ha abandonado su gusto por la cherry coke y la comida chatarra. Quienes más lo extrañarán son sus miles de fieles seguidores que han transformado su junta anual en Omaha en el Woodstock del capitalismo norteamericano.
José Manuel Silva de LarrainVial: “La recomendación en tiempos de crisis es la prudencia”.
https://t.co/V4W8IanY8H— Ex-Ante (@exantecl) April 18, 2025
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