-¿La victoria de Lula en primera vuelta fue un tanto pírrica, como han dicho analistas?
-Así Lula gane en la segunda vuelta -lo que espero- la izquierda brasileña habrá recibido una derrota, doblemente grave porque no se la habrá infligido una fuerza socialdemócrata o liberal sino un ultraderechista que expresa admiración por Trump, desprecio por la democracia, que manifiesta nostalgia por la dictadura militar, que impulsa la compra de armas por los ciudadanos, cuyo discurso es misógino y anti ambientalista. No es sólo que Lula haya sido amenazado, y derrotado en algunas áreas importantes como gobernadores y el parlamento sino, lo que “agrega injuria a los efectos del delito” es por quién y por qué fuerza.
-¿Usted cree que Chile podría encaminarse hacia un gobierno de ultraderecha?
-Es una posibilidad que un político no debiera descartar. En el mundo la ultraderecha está teniendo triunfos que debieran hacer pensar con preocupación a la izquierda, el centro, la derecha liberal y al gobierno de Boric. En septiembre pasado fue el triunfo de los Fratelli d’ Italia, donde ellos solos obtuvieron el 26% de los votos, más que la suma de toda la izquierda y su coalición de derecha pasó a controlar las dos Cámaras. En el mismo mes, “Demócratas Suecos” pasó a ser el segundo partido más importante de ese país. En Francia el avance del Frente Nacional de Marine Le Pen fue el mayor en las elecciones de este año. Puedo seguir citando los avances de Fidesz en Hungría, de Vox en España y varios otros. Algo no abrumador pero sí preocupante. Y… desde luego el avance de Bolsonaro en Brasil.
-Volviendo a América Latina, en Brasil ¿quién es el principal responsable del ascenso de la ultra derecha?
-Es absurdo el gastado argumento de que son los adversarios, el poder del dinero, “las fake news” o la incultura de las masas. La responsabilidad mayor, no la única pero sí inexcusable, es de la izquierda aunque es necesario reconocer que en Brasil como en el resto de América Latina no hay una sino varias izquierdas y que no cabe acusarlas de los mismos vicios, pero hay “vasos contaminantes” cuando no complicidades entre ellas, que crean un clima adverso que se expresa en resultados como los de Lula.
-¿A cuál izquierda se refiere?
-Es cierto que ni Lula ni el PT pretenden establecer una dictadura comunista, como grotescamente los acusó Bolsonaro, y que su programa económico es más bien socialdemócrata. Sin embargo, su ambigüedad y su apoyo a Cuba, Nicaragua y Venezuela hace que el PT y la izquierda de la región carguen con una pesada mochila. Cuba, con sesenta años de revolución, es la dictadura más larga que haya conocido el continente y una de las más ineficientes. Nicaragua, donde Ortega aplasta la protesta a sangre y fuego y encarcela a los opositores. A lo que se agrega Venezuela, que hoy sobre un total de 180 países figura como uno de los cuatro más corruptos del planeta y que teniendo las reservas petroleras más grandes del mundo hoy tiene un PIB que es menor al de Uruguay. Mientras la izquierda no asuma claramente la crítica de esas realidades va a estar en una situación de vulnerabilidad.
-¿Y eso afecta en Chile?
-Lo suficiente como para perder o agravar una derrota en una elección. Creo que esa fue la situación -injusta por lo demás- de Guillier en la segunda vuelta de 2017, donde la consigna de “Chilezuela” tuvo un efecto decisivo. En cambio, en la elección de 2021 no ocurrió, tanto porque Boric triunfó en la primaria 60 contra 40 sobre Jadue, que era la expresión abierta de ese compromiso con Cuba, Venezuela y Nicaragua, como porque Boric condenó a esos regímenes, como lo ha seguido haciendo.
¿Cuál fue el peso de la corrupción en que Lula no haya ganado en primera vuelta?
-Es cierto que la corrupción no es exclusividad ni de la izquierda ni de la derecha, pero sus consecuencias son devastadoras. En el caso de Lula el efecto fue enorme y lo amplificó el que en los inicios de este siglo la izquierda latinoamericana encontró un nuevo aire en los así llamados “gobiernos progresistas” de los que fueron símbolos la Argentina de los Kirchner y el Brasil de Lula y Dilma Rousseff, experiencias contradictorias que no lograron sus promesas de desarrollo ni de perfeccionamiento de la democracia, pero que sí se vieron envueltos en un asfixiante clima de corrupción. Es cierto que ni los Kirchner, ni Lula-Dilma, crearon la corrupción en sus países pero la agravaron y en la imagen pública, hasta el extremo.
Los procesos anti corrupción del Mensalao y sobre todo el Lava Jato fueron impactantes pues llevaron a la cárcel a altos dirigentes empresariales (Odebrecht) y políticos incluido al propio Lula cuya condena fue anulada en razón de fallas procesales. Durante una década en el centro de las acusaciones estuvo el PT y sus gobiernos que, al igual que “otros gobiernos progresistas” quedaron marcados por la corrupción. Si la izquierda no logra refundar su proyecto en estas materias irá de una falla en otra. Hay aquí una crítica que es urgente y necesaria.
-Y en Chile ¿cuál podría ser su efecto?
-Chile es mucho menos corrupto que Brasil y en el ranking de corrupción de “Transparency International” figuramos en el lugar 27, Brasil en cambio, 70 lugares más abajo (el 96). Pero en nuestro país los actos de corrupción, aunque sean menores, tienen un efecto mayor sobre el prestigio de los gobiernos. Es necesario saber que la corrupción en los gobiernos es el caldo de cultivo de la oposición. En este sentido el presidente Boric debe ser extremadamente celoso y muy duro en la sanción de esos actos.
-¿Cree que la ultraderecha es sólo reactiva?
-No hay duda que tiene una fuerte base social. El peor error es desconocer ese hecho. Su base social no es el gran capital -a lo que pretende reducirla un marxismo vulgar- sino vastos grupos de obreros, clases medias, la pequeña burguesía, que se sienten amenazados en sus empleos, su propiedad, por los inmigrantes, la violencia. Estudios muestran que ella recoge su electorado en hombres, adultos mayores, jóvenes con menor educación, en personas de una clase media empobrecida o que siente que su estatus se encuentra amenazada por la globalización.
Trump no fue votado por los más ricos pues los condados en que triunfó Hillary Clinton representaban el 60% del PIB en tanto que aquellos en que ganó Trump un 40%. Estudios en Francia indican que en barrios que fueron marcados por un proletariado comunista hoy votan por Le Pen. Aquí hay mucho que estudiar si no se quieren cometer equivocaciones.
-Ud. ha hablado de la izquierda más tradicional pero ¿cuál es el aporte de la ultra izquierda al crecimiento de la ultra derecha?
-Muy grande. La violencia de la ultra y lo que llaman los marxistas de antiguo cuño como el “espontaneísmo” son una eficaz forma de destruir no sólo la democracia sino el movimiento popular y, a la vez, una de las mayores contribuciones al desarrollo de la ultraderecha. Me salto de Brasil a Chile para condenar a aquellos que creen que las protestas rutinizadas donde conviven grupos anarquistas, el lumpen, las barras bravas y el narco, son una fuerza legítima de protesta. Ello, si no es un crimen es, con certeza, una estupidez.
La vandalización del centro de las ciudades, pienso en Santiago y Valparaíso, la destrucción de su mobiliario urbano, la parodia de barricadas, la quema de buses son un spot de propaganda en favor de las fuerzas anti democráticas y una manera de ahuyentar a las clases medias, a los pequeños comerciantes; alejarlos de los partidos de centro y de izquierda.
Vuelvo a Brasil, a Río de Janeiro y Sao Paulo, donde la violencia, la inseguridad ha llevado torrentes de agua al molino de Bolsonaro que se presenta como quien ha logrado bajar la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de 28% en 2018 a un 22% en 2021, de respaldar a las policías, de expandir la posesión de armas entre los civiles la que se ha duplicado en los primeros tres años de su mandato.
-En consecuencia Ud. ve con preocupación el surgimiento de la ultraderecha…
-La observo con cuidado pero lejos de visiones tremendistas que siempre evito. En España en las elecciones de 2016, VOX no obtuvo un solo escaño; tres años después conquistó veinticuatro, siendo el partido que registró el mayor crecimiento, aunque obviamente tiene un techo. En las parlamentarias del año pasado los Republicanos saltaron de la nada a ser, en la Cámara, la tercera o cuarta más numerosa bancada. Solo digo que es necesario preocuparse.
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