-¿Cómo definirías el fenómeno de Republicanos? ¿Tiene rasgos radicales?
-Como un fenómeno que forma parte de las derechas radicales y que ha sido muy estudiado, a raíz de su auge en Europa a partir de los años 80. Estoy pensando en particular en los trabajos de Cristóbal Rovira y Cas Mudde. Mudde donde establecen una distinción entre las derechas radicales y extremas. Ambas forman parte de la familia de las ultraderechas.
-¿Cuáles son las diferencias entre ambas?
-Mientras las extremas se caracterizan por ser sin ambages anti-democráticas, las primeras aceptan las reglas de la democracia, pero socavan al mismo tiempo ciertos de sus principios liberales, por ejemplo cuando pretenden frenar la conquista de derechos para las mujeres y diversidades sexuales, yendo en contra de las importantes transformaciones culturales que han conocido las sociedades, en particular la chilena, desde el regreso a la democracia.
-¿Un ejemplo local concreto?
-Estoy pensando concretamente en el hecho de plantear derogar la ley de despenalización del aborto en tres causales como figuraba en el programa del candidato republicano en 2017, una posición que se moderó en la última elección presidencial cuando José Antonio Kast planteó que sobre asuntos morales se sometería a las decisiones del Congreso.
-¿Estas tendencias se van normalizando?
-Esa una de las características de esta última ola de derechas radicales según Mudde. Un buen ejemplo es el de Marine Le Pen en Francia. En 2022 mejoró en aproximadamente 24 puntos la votación obtenida por su padre en 2002 sin que produjera ya tanto sismo político. Encuestas recientes han comprobado más bien un alza del voto de cólera social entre los franceses que, como bien sabemos, favorece los extremos.
-¿Se acercan al populismo?
-Aunque le podamos encontrar ciertos rasgos populistas (por ejemplo el ocupar un estilo más directo y polarizante de comunicación) no debe ocultar lo esencial: los valores que se reivindican como parte de un proyecto de restauración nacional y cultural no dan cuenta de la “ideología delgada” que suele ser asociada a los populismos, según los especialistas.
Se trata al contrario de formaciones políticas que buscan dar una batalla cultural, y reideologizan el debate político. Por último, y lo dijo también Cristóbal Bellolio, la retórica populista que opone al pueblo con el establishment aparece más bien en el Partido Republicano como un recurso puntual de posicionamiento ligado a la coyuntura que fue la crisis social y política de fines de 2019. En ese momento aparece esa contraposición que luego tiende a diluirse.
-Algunos lo ligan a experimentos ultra nacionalistas y conservadores de Europa. ¿Te parece acertada esa comparación?
-Me parece acertada la comparación con Europa si consideramos las conexiones globales y las convergencias temáticas de esas formaciones políticas, más allá de sus matices culturales e institucionales. A nivel global, según Mudde, sus temas principales son la inmigración, la seguridad, la corrupción y la política exterior. Comparten también una agenda en común que es la lucha contra el “marxismo cultural”, como nueva expresión del comunismo. Segundo, son también nativistas en el sentido de querer promover medidas para restringir la inmigración, lo que sintoniza muy bien con el sentido común tanto en Europa como en Chile.
-¿Hay un componente nacionalista importante?
-Son nacionalistas, lo que se ha observado también en Chile, Brasil con Bolsonaro o El Salvador con Bukele. En los tres países, en un contexto de crisis económica, política, de seguridad y control de las fronteras, las derechas radicales han defendido con distintos énfasis, la idea de una restauración nacional, inclusive de una “salvación nacional” en el caso de El Salvador. Esto recuerda el lema de Trump: “Que América vuelva a ser grande”. Kast enfatizó también la idea restaurar la grandeza de Chile en la última elección presidencial, lo que de nuevo sintoniza con las percepciones de la opinión pública sobre un país estancado o en franco retroceso.
-El partido de José Antonio Kast en apenas 4 años ha logrado crecer y consolidarse. ¿Es un partido que sabe aprovechar el momento y la oportunidad?
-Llama efectivamente la atención el crecimiento que se produjo entre las elecciones municipales, de gobernadores y de convencionales constituyentes de mayo 2021 en las que al Partido Republicano le fue mal y la elección presidencial de fin de año en la que José Antonio Kast amplió notablemente su base electoral respecto al 2017.
-¿A qué se debe?
-En este auge tienen sin duda un peso importantes los factores coyunturales, con una sumatoria de crisis: de orden y seguridad, económica, y migratoria. Estos problemas a su vez se agudizan en un contexto de crisis de la democracia, con la incapacidad de los sistemas políticos y de las elites tradicionales de encauzar y ofrecer soluciones concretas a la sociedad. Por supuesto, también tienen un efecto las debilidades estructurales del gobierno.
-¿La valoración de la democracia se ha debilitado?
-Estudios sobre diferentes países muestran por ejemplo que son las actitudes hacia la democracia que contribuyen a explicar el auge de las derechas radicales. En Chile, según Latinobarómetro, la satisfacción con la democracia disminuyó durante los últimos años. Podemos entonces pensar que el Partido Republicano supo aprovechar una coyuntura fluida en la que la ciudadanía se volvió cada vez más preocupada por estos diferentes problemas.
También más dispuesta a transgredir ciertos ideales democráticos si estos chocan con las necesidades más apremiantes de su vida cotidiana. Otro factor, esta vez más estructural e identificable en Chile, es la debilidad o el debilitamiento de los partidos de centro-izquierda y centro-derecha. Se ha demostrado que está también correlacionado con el auge de la derecha radical.
-¿La UDI dejó de interpretar a su electorado tradicional?
-El Partido Republicano ha crecido a costa de Chile Vamos siguiendo en eso el patrón de las derechas convencionales europeas respecto a las derechas radicales. La moderación programática de la centro-derecha que se inició a fines de los 90 fue de doble filo pues permitió por un lado reposicionar a la UDI como un partido con vocación de mayoría, pero fue también interpretada como un abandono de los valores tradicionales del partido y produjo tensiones en el electorado duro del sector y en algunos de sus cuadros dirigentes.
-¿De qué manera influyo el estallido?
-Todo eso se agudizó en un contexto particular de crisis política al momento del estallido social y luego ante la percepción de que aquellos valores estaban amenazados por una izquierda refundacional. Kast supo aprovechar esa coyuntura de la crisis del estallido dando a su proyecto un perfil marcadamente identitario y contrapuesto a una centro-derecha que se vio más que nunca débil y desdibujada.
-La UDI apostó por el nuevo proceso. ¿Eso le puede dar crédito a largo plazo?
-Ahora bien, posiblemente la UDI perdió gran parte de sus bases tradicionales pero no erró el camino al optar por dar continuidad al proceso constitucional. Las encuestas muestran que solo un 20% de los chilenos rechaza un cambio de Constitución. El triunfo del PR confirma que la radicalización del electorado tiene que ver principalmente con la contingencia política.
-Con el voto obligatorio, ¿qué votantes nuevos suma Republicanos? ¿Gente que no votaba y es anti política o de sectores diversos?
–Es difícil saberlo. Lo que indican algunas encuestas como Pulso Ciudadano es que quienes se identifican con una futura candidatura presidencial de Kast no se ubican todos a la derecha; también en el centro, otros no tienen posición política y un porcentaje chico se ubica a la izquierda. Este fenómeno es bastante parecido a lo que se ha escrito sobre otros países: las derechas radicales, en la medida en que expresan cierto descontento social adquieren una dimensión transversal. Al normalizarse, se transforman también en opciones válidas para segmentos diversos del electorado.
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