En la última encuesta #Datainfluye de marzo, un 25% se refiere a la cautela y un 22% al escepticismo como términos que resumen sus ánimos de cara a este proceso constituyente. De esta manera, los bordes, lo admisible y los expertos, sumado al tutelaje directo del Congreso, terminaron por diseñar un tipo de elección donde lo más destacado se encuentra en lo que se proyecte de los resultados, en lugar de lo que surja ese día.
Si la oposición (Chile Vamos, PDG y Republicanos) logra 30 electos esa noche (de un total de 50), se podría decir que el Gobierno de Gabriel Boric está políticamente terminado. Serían 3/5 del Consejo Constitucional y el control total, pero también una señal potente de la nueva dirección que anhela el país.
En cambio, si las fuerzas oficialistas alcanzan los 30 electos en las próximas elecciones, las interpretaciones del 62% del plebiscito y el giro del país hacia la derecha se derrumbarán, y se mantendrá intacta la agenda transformadora que llevó a Apruebo Dignidad a la presidencia de la república, a pesar de ser minoría en ambas cámaras del Congreso en la actualidad. Sería un reinicio político.
En ambos escenarios, el Gobierno -el cual se ha mantenido al margen de este proceso y, en buena hora, porque es preferible que siga así- recibirá señales para los casi tres años que le restan de administración. Esto será la antesala del ciclo electoral que parte en el 2024.
¿Hacia un nuevo mapa electoral?
Evidentemente, si se aprueba una nueva Constitución a fin de año, esto podría afectar la configuración del sistema político y, por ende, la del sistema electoral. Sobre todo, en cuanto a la continuidad o no de los pactos como ejes de construcción de mayoría, los cuales han predominado en los últimos años en Chile a través del sistema binominal vigente hasta hace un par de elecciones. Esto es más gravitante que los partidos propiamente tales, los cuales no paran de surgir desde que se instauró la lógica de la ficha como registro y prueba de existencia y el financiamiento estatal.
En la elección de diputados de 2021, la derecha en todas sus versiones obtuvo alrededor del 45% de los votos. Chile Vamos fue el pacto líder con un 25%, seguido por los Republicanos con alrededor del 10% y el PDG con 9%. ¿Podría cambiar esta estructura aislada de pactos y partidos? Claro que sí, pero es poco probable que esto ocurra en el corto plazo ya que tanto los Republicanos como la UDI tienen favoritos actuales presidenciales y los incentivos están más en la diferenciación controlada que en la concentración del electorado.
Así, en esa noche de mayo y de acuerdo al clima post triunfo del rechazo (62%), las fuerzas de derecha deberían obtener el 50% de los votos, o al menos superar a los otros dos pactos oficialistas. Esto es especialmente significativo en una agenda marcada fuertemente por temas como la delincuencia y la migración, propios de ese mundo. Además, cabe destacar que estos temas son naturales para ellos.
Una de las ventajas analíticas de las próximas elecciones del 7 de mayo es que los pactos políticos están muy bien definidos según sus agendas y objetivos parlamentarios, lo cual no siempre sucede, ya que en muchas ocasiones el pragmatismo electoral hace que partidos diferentes se mezclen bajo un mismo pacto.
En el caso de la izquierda representada por Apruebo Dignidad y el Socialismo Democrático, es importante estar atentos a los riesgos que implicó no haberse presentado como una lista única. Especialmente el Partido por la Democracia (PPD), junto con la Democracia Cristiana (DC) y el Partido Radical, los cuales se mostraron inflexibles a la hora de promover la unidad electoral.
Si sumamos todos los partidos y listas asociados a la izquierda, el socialismo democrático y la DC, este bloque alcanzó el 49% de los votos en las elecciones de diputados del 2021, lo que le otorga aun un alto potencial. Además, es importante destacar que, en casi todas las últimas encuestas, la aprobación presidencial ronda el 30%. Este debería ser el piso mínimo para las dos listas.
La pregunta que rondará la jornada del 7 de mayo estará asociada al futuro electoral del Partido Socialista (5,6% el 2021): ¿se quedará con sus nuevos socios de Apruebo Dignidad o volverá con su primo hermano, el PPD, para las elecciones del 2024? Esto dependerá, obviamente, del porcentaje de votos que obtenga y si el partido que es eje del Gobierno logra transformar su influencia política en votos. Sin embargo, esto es algo que aún está por verse y que no siempre van juntos.
Finalmente, está claro que si hay una nueva Constitución con umbrales de supervivencia política y electividad parlamentaria del 5%, veremos fusiones y nuevos referentes. Tal vez federados o “pegados con chicle”, pero el mapa habrá cambiado, haciendo que la eficacia electoral, clave para procesos mayoritarios como la elección de alcaldes del 2024, sea el motor de arranque en la noche del próximo 7 de mayo.
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