Los inversionistas estuvieron preocupados hasta la semana pasada por las consecuencias de un eventual impago de la deuda de Estados Unidos, que tenían el potencial de ser significativas y de amplio alcance. Dado que este problema puede repetirse en el futuro, es bueno analizarlo con cuidado.
El límite de deuda que puede contraer el gobierno federal es establecido por el Congreso, que limita de esta forma la cantidad total de deuda que el gobierno estadounidense puede acumular para financiar sus operaciones. Cuando se alcanza dicho límite, el gobierno no puede emitir más deuda para cumplir con sus obligaciones (dado que emite nueva deuda para pagar la que vence).
Si bien las consecuencias potenciales de un impago son enormes, como ya describimos, la historia muestra que los problemas relacionados con el llamado techo de la deuda no son nada diferentes a la volatilidad de corto plazo. Previo al acuerdo de la semana pasada, desde 1960 el límite de la deuda se había aumentado 78 veces.
Además, EE.UU. muestra una historia sólida al abordar el impago de su deuda.
Para los inversionistas, es importante tener en cuenta que, aunque EE.UU. ha evitado caer en cesación de pagos, ha habido ocasiones en las que el gobierno ha retrasado ciertos pagos o ha implementado medidas extraordinarias para asegurar la continuidad del servicio de la deuda.
Estas acciones se tomaron para evitar un impago formal y mantener la solvencia del país mientras se lograba solucionar el problema de fondo. Por lo tanto, para aquellos que tienen una cartera diversificada con objetivos de largo plazo, todas estas negociaciones y sus consecuencias deben tratarse como volatilidad de corto plazo.
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