Muchos asocian la Inteligencia Artificial (IA) con sistemas altamente complejos, caros y de uso poco frecuente, como aquellos enfocados en procedimientos predictivos de emergencia, seguridad, defensa, entre otros. Por su parte, las generaciones más jóvenes tienden a vincularla a ChatGPT, robots, o automóviles autónomos.
Como ejercicio, fuimos a preguntarle a uno de sus protagonistas —ChatGPT— cómo estima que deberíamos limitar sus capacidades para proteger la estabilidad social, derechos fundamentales y la libertad de los seres humanos.
Entre los factores a considerar están la protección de datos personales, seguridad, educación, propiedad intelectual, trabajo, libertad, entre otras, lo que nos pone en una posición que permite afirmar que lo central —en definitiva— tiene que ver con nuestros derechos fundamentales.
Desde esta perspectiva, corresponde hacer un análisis crítico del proyecto de ley en tramitación en Chile, el cual comparte características con la regulación de la Unión Europea (EU) y la OCDE, pues propone un marco regulatorio basado en principios, y califica los riesgos aparejados a los sistemas de IA según sus particularidades.
En este orden de ideas, es importante que la discusión de los próximos meses reconozca los múltiples puntos positivos del proyecto, y que, de la misma forma, ponga en evidencia los desafíos que se deben tener en cuenta, con honestidad intelectual y una visión de bien común.
Lo mismo ocurre si se hiciera un sistema tan laxo que haga realidad uno de los temores más grandes de la sociedad: que los trabajadores seamos reemplazados por la IA. La tecnología debe estar a disposición de las personas y no al revés, y eso solo será posible si la norma establece un marco regulatorio adecuado.
Es por las razones recién mencionadas que el eje central de cara a la elaboración de la ley tiene que estar en entender cuál es el rol de los expertos y legisladores en el proceso de discusión (el cual probablemente se apoyará en la IA). Además, es importante considerar la incorporación de parámetros éticos del más alto estándar, y así definir aquello que es bueno y malo, de cara a cada uno de los bienes jurídicos protegidos. Lo anterior, servirá de guía y referencia para una Inteligencia Artificial que —aún— no es capaz de discernir por sí sola.
Este es el real desafío y la verdadera importancia del reto: debemos generar los espacios de diálogo y convocar a expertos y técnicos de diversas áreas que aporten su conocimiento para elaborar una ley que establezca un marco regulatorio de la IA, que nos permita beneficiarnos de su uso, al mismo tiempo que resguarde las libertades y derechos de las personas en todo momento y ámbito.
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Julio partió con alta incertidumbre sobre el dinamismo de la economía chilena tras el Imacec de mayo, un incierto panorama por los subsidios en las tarifas eléctricas y el debate por la reforma de pensiones.https://t.co/FSIuLHTOXk
— Ex-Ante (@exantecl) July 2, 2024
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