El actor estadounidense Brendan Fraser, así, se convierte en el más probable ganador del Oscar a Mejor Actor, arrebatándoselo (quizás) a Colin Farrel (Los Espíritus de la Isla), perfilado como favorito.
Siempre obsesionado por los cuerpos y el daño que nosotros mismos les causamos a los nuestros, Darren Aronofsky (¡Madre!, El Cisne Negro, Requiem por un Sueño) esta vez traslada una obra de teatro a la pantalla grande. Y sabe convertirlo en cine.
Más que por el hecho de que prácticamente todo ocurre en un escenario acotado, el origen teatral de La Ballena se percibe en aquel entrar y salir de personajes. Todos ellos muy ricos dramáticamente, claves para los giros y la comprensión acabada de la tragedia profunda del personaje principal.
Ese conjunto de secundarios que irrumpen en la solitaria vida de Charlie le da espesor y complejidad a La Ballena, a la vez que llena de sutilezas una historia que pudo quedarse en el primer planteamiento porque ya solo con ello el público le prestaría atención. Como advirtiendo el sino trágico, la película va anunciando las secuencias por días. Lunes. Charlie (B. Fraser), profesor de literatura, hace sus clases por vía remota, desde su computador: él no enciende su cámara.
“Moby Dick” es una cita constante. El hombre sufre de obesidad mórbida en extremo. Pizzas y otros productos de comida rápida son entregados fuera de la puerta de entrada de su departamento donde él, a su vez, ha dejado el dinero correspondiente.
Liz, su amiga, enfermera y hermana de su amor fallecido en trágicas circunstancias, entra y sale, lo revisa, lo cuida, lo reta. Pero Charlie es un hombre que camina consciente hacia su autodestrucción. Su única esperanza es la súbita aparición de su hija, una adolescente (Sadie Sink) a la que no ve desde que se separó de su mujer hace 9 años.
Brendan Fraser es mucho más que un actor que descansa en el “disfraz” para interpretar un personaje demandante: un ser humano cruzado por dolorosas experiencias vitales, pero capaz de sentir e irradiar ternura.
Filmada en pantalla “cuadrada” y con varios primeros planos, le exige y le permite a Fraser una actuación “interna” que se proyecta en toda su estremecedora intensidad. La Ballena es un conmovedor drama familiar, que involucra relaciones filiales dañadas y tragedias amorosas devastadoras. Ojo con los secundarios, sobre todo los jóvenes.
La Ballena (The Whale)
De padres canadienses, Fraser nació en Indianápolis, Indiana, el 3 de diciembre de 1968. Ha protagonizado algunas de las películas más taquilleras de fines del del siglo XX y principios de los años 2000. La que lo lanzó a la fama fue la cinta de aventuras (y mucho humor) La Momia (1999), junto a Rachel Weisz, dirigida por Stephen Sommers, en la que interpreta al legionario Rick O’Connell.
A principios de la década de 2000, participó con Elizabeth Hurley en la comedia Al diablo con el diablo. En 2001 retomó el papel de Rick O’Connell en la segunda parte de La Momia, The Mummy Returns. Luego de ello, tuvo algunos roles secundarios en series de TV y participó en algunas películas, como la espléndida El americano impasible (2002, basada en la novela de Graham Greenne), secundando a Michael Caine.
Mucho años antes de la llegada de Cristo, por haber osado desafiar al faraón robándole a su joven amante, el sumo sacerdote de Tebas, Imhotep, es momificado vivo y sepultado en una cripta secreta de Hamunaptra, la ciudad de los muertos.
En 1923, el legionario Rick O’Connell y su socio descubren durante una batalla en Egipto las ruinas de Hamunaptra. Comparte el secreto con una joven investigadora, Evelyn, y su hermano, y los tres se lanzan en busca del tesoro de los faraones.
Continuación de La Momia de 1999. Han pasado diez años, Rick O’Connell se ha casado con Evelyn y ambos son padres del pequeño Alex, de ocho años. Tras una serie de acontecimientos, la momia del antiguo sacerdote egipcio Imhotep es resucitada por una extraña secta en el British Museum. Ahora camina de nuevo sobre la Tierra, empeñado en lograr la inmortalidad. Pero una fuerza Maligna aún más poderosa ha sido liberada en el mundo.
Cuando estas dos fuerzas se enfrentan, el destino del mundo corre peligro y los O’Connell deberán emprender una loca carrera para salvar a la humanidad de un destino fatal.
¡Apasionante! hasta decir basta. Solo un realizador de la talla de Jean-Jacques Annaud podía filmar con tanta exquisitez y precisión un docudrama sobre una noticia que recorrió el mundo en tiempo real: el incendio que afectó la Catedral de Notre Dame en 2019.
No solo la TV sino que las redes sociales hicieron inolvidable ese impactante momento: quienes estaban en París compartían emocionantes imágenes de grupos de personas cantando el Ave María ya al anochecer, esperando que el fuego no destruyera todo.
Annaud organiza el relato con agilidad, presentando a su momento los personajes y lugares específicos desde donde arma la trama. Variados primeros planos a situaciones, objetos, que van entregando detalles relevantes para entender cómo sucedió, alternados con grandes planos generales. La mirada desde distancias diferentes de aquel incendio y luego nuevamente la cámara cerrada sobre los bomberos, los cuidadores, el deán de la Catedral, el Presidente, los turistas.
La narración está construida de tal modo que por momentos el suspenso y la tensión no dejan respirar: hay tal realismo en esta representación, en las dificultades que van surgiendo, en las decisiones rápidas que deben tomar las muchas personas a cargo de evitar un desastre mayor, que el espectador no puede sustraerse.
La emoción surge en muchos momentos, sin necesidad de recurrir a trucos obvios. ¡Muy buena!
Notre-Dame: Desastre en París (Notre-Dame brûle)
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