-Se abrió un debate entre sectores de izquierda sobre la posibilidad de establecer una verdad oficial o al menos un relato común sobre el golpe de Estado sus causas y consecuencias, pero la propia senadora Isabel Allende dice que es absurdo pretender una verdad oficial, ¿qué opinas?
-Ni una verdad oficial ni un relato común son posibles, simplemente porque en 1973 la sociedad se partió en dos mitades y somos herederos de esa fractura. El que intentó construir una verdad oficial fue precisamente el régimen de Pinochet, que celebró cada año el 11, bautizó calles, medallas y carreteras. Sería una vergüenza hacer lo mismo cambiando solamente el signo. Isabel Allende lo entiende, evidentemente, mejor que muchos otros que no sufrieron como ella.
-¿Cómo miras, como analista, la forma que el gobierno ha enfrentado este tema? Comparando con lo que fueron los 30 años del Nunca Más, y los 40 años de los cómplices pasivos.
-El gobierno se iba a meter en un problema, porque la mayoría de sus dirigentes, empezando por el presidente, desconocían la enorme complejidad del proceso de la UP, el golpe y lo que vino después. Conocían los mitos, las leyendas, las versiones simplificadas, como suele demostrarlo Giorgio Jackson en sus visiones sobre el pasado. Era un lío y ha sido un lío: tuvo que decapitar al encargado, Patricio Fernández, tuvo que decapitar al siguiente, el ministro de Cultura, y ahora se ha quedado apenas con una agencia de publicidad que, por buena que sea, tampoco obrará milagros. Fue un error de gran magnitud.
-¿Y respecto la derecha? Para los 30 años, la UDI de Longueira publicaba su documento “La Paz Ahora”, condenando las violaciones a los DD.HH., pero hoy están centrados en criticar el gobierno de la UP.
-Dos apuntes: primero, la derecha se endureció, no porque falte Longueira, sino porque hay una nueva hegemonía, la del Partido Republicano, que cree que su primer deber es confrontar a una izquierda demasiado acelerada, que se entusiasmó con derrocar a Piñera. Segundo, en línea con esa idea, decidió salir a
desafiar lo que al principio pareció, en efecto, un esfuerzo por instalar una verdad oficial. El resultado está a la vista. Nadie se debe quejar de cosechar tempestades si ha sembrado tantos vientos.
-En el Congreso se discutió toda la semana pasada sobre la declaración de la Cámara del 22 de agosto del 73 contra Allende. Al final se impuso que la leyeran. ¿Qué te pareció que se levantara ese tema?
-Si no estoy equivocado, este episodio empezó con la iniciativa del PC de promover una condena parlamentaria del acuerdo -también parlamentario- del 22 de agosto de 1973, aun sabiendo que fue firmado por toda la DC, incluyendo sus alas derecha e izquierda, además de otros grupos más pequeños. Se quería casi criminalizar un acuerdo del Congreso en el propio Congreso. ¿Alguien podía esperar que nadie reaccionara? Nuevamente se le dio la gran oportunidad a la derecha.
-Cómo observas que la sociedad está recibiendo el 50 aniversario del golpe de Estado. ¿Te sorprende de alguna forma o era lo que se esperaba?
-Lo único que me parece novedoso es que por primera vez hablamos más a fondo de la Unidad Popular, que hasta aquí era, como ha dicho Sol Serrano, “intocada por intocable”. En eso tuvo un papel, me parece, el libro de Daniel Mansuy, acaso por el hecho de haber inaugurado el “año 50”, por haber sido el primero.
-¿A qué te refieres con que la UP era intocable? ¿La temprana renovación socialista ya en los 70 no fue una crítica a ese modelo de sociedad que se proponía?
-Intocable dos veces: una, por la proscripción; otra, por evitar las recriminaciones mutuas. La renovación socialista hizo gran parte de la autocrítica, pero puertas adentro o en círculos muy pequeños. De ahí que la UP, como tal, quedase intocada.
-Las encuestas han medido cierta pinochetización de la sociedad y demanda de mayor autoridad. Su figura registra su mejor evaluación en décadas, y mejor evaluada que la de Allende. Cómo se explica este fenómeno.
-Pinochet ha sido tan denostado como lo fue Allende durante la dictadura. Los países son más complejos que sus caricaturas. Tal vez las encuestas son el reflejo de cierto hastío de la gente con la obsesión del aniversario, que está exactamente a 50 años de distancia de sus necesidades urgentes.
-¿Hay también menos interés sobre este tema en la sociedad por el recambio generacional y el paso del tiempo?
-Pinochet está tan muerto y enterrado como el resto de su generación. Si las generaciones recambian cada 25 años, colmo dicen los demógrafos, ya estamos
iniciando la tercera desde entonces. Lo que llamamos “la gente”, o que podríamos llamar también “el sentido común”, está muy lejos, en el tiempo y en el espacio, de ese debate sobre muertos.
-Sobre la revisión histórica, ¿cuáles son las grandes preguntas pendientes para entender la UP, el golpe y la dictadura. Hay algún nuevo antecedente que haya salido a la luz con motivo de los 50 años y que te haya llamado la atención?
-Hay dos cosas que son aún muy misteriosas. Primero, cuánta era la preparación militar (entrenamiento, armas, número) de los partidos de la UP en el momento del golpe; esto es importante, porque permitiría evaluar el tiempo en que se llegaba a un equilibrio estratégico de fuerzas (esto incluye lo que de verdad cargaba el buque cubano Playa Larga, que huyó en la mañana del 11). Segundo, cuál era la información de las Fuerzas Armadas sobre ese mismo asunto, lo que permitiría saber hasta qué punto se sobrestimó la capacidad militar de la izquierda. Hay más misterios políticos -uno de ellos es el supuesto plebiscito al que convocaría Allende, cuyo contenido nadie ha podido establecer en serio; otro es quién escribió el discurso de Altamirano del día 9; y otros similares-, pero me parece que se irán despejando en los próximos años, o quedarán como los vacíos sagrados de la historia.
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