Érase una vez un submarino soviético que en 1968 navegaba por las aguas (era que no) del Pacífico Norte en una misión de patrullaje y reconocimiento. De un momento a otro todo cambió para mucho peor y el submarino K-129 se fue a pique con su tripulación y sus misiles nucleares a bordo. Tal vez, los marineros aterrados vieron como sus platos llenos de sopa de repollo y nostalgia se esparcían por el piso de la embarcación mientras el silencio aterrador se apoderaba del enorme tarro de acero que no se detuvo sino hasta chocar con el fondo del mar.
Eran cerca de 200 hombres que quedaron atrapados y murieron por la madre patria y también por asfixia. El secretario general Brézhnev hizo todo lo que pudo, no por rescatar a sus hombres, sino por tapar la vergüenza de perder un submarino, y en su obsesión por el control total hasta en el minuto de la tragedia, le despachó a las familias de los marineros muertos una infame explicación de su pérdida. Cada una de esas madres recibió un certificado de defunción que decía sólo dos palabras: presuntamente muerto.
A los gringos se les hizo agua la boca, y con el apetito desbordado que pueden generar los secretos del enemigo enlatados en el fondo del mar, lograron dar con la ubicación del submarino. En 1974, la CIA montó la operación “Proyect Azorian” a la que destinaron 800 millones de dólares de la época. Necesitados de una fachada, contrataron al multimillonario Howard Hughes quién formó una empresa ficticia de minería submarina y junto a él partieron a algún lugar del Pacífico a intentar reflotar la nave rusa. Para lograr la hazaña de inteligencia e ingeniería, los superagentes construyeron una enorme garra como esas que usan los juegos en que los incautos intentan agarrar un peluche.
Mientras lo subían a la superficie, el submarino se partió y solo lograron recuperar algunos trozos. Al año siguiente, Los Angeles Times publicó la historia y la CIA, expuesta en su manera de operar y en su fracaso, se vio forzada a dar explicaciones. Recurrieron a su más talentoso abogado quién creo la famosa frase: “No podemos confirmar ni negar la existencia de la información solicitada pero hipotéticamente, si existieran dichos datos, el tema estaría clasificado y no podría ser divulgado.”
Como las recetas y las frases célebres tienen patas, la famosa excusa de la CIA viajó y viajó hasta que llegó a la boca de nuestra ministra vocera quién hace unos días habló y dijo claro como la Coca Cola Cristal que “no puedo descartar ni confirmar” que los asesinos de los carabineros de Cañete hayan abandonado el país.
Es lindo el intercambio cultural.
A veces la distancia transforma a las costumbres y a la comida pero hay ocasiones en que nos llegan casi intactas como la frasecita aquella. Sólo hay que preocuparse de elegir bien lo que queremos imitar o copiar a la pata. Por ejemplo, sin el mirepoix francés no seríamos nada. Cebolla, zanahoria y apio en cuadritos que al dorarlos son base para cientos de platos occidentales. Con su simpleza y fragancia la combinación de verduras llena de sabor a los estofados, las lentejas y un largo etcétera incluyendo a la receta para el domingo. Si prefiere la versión italiana haga soffritto y si le gusta más gringa la cosa viene bien usar Holy Trinity, que en vez de zanahoria lleva pimientos verdes.
Apóyese en algo firme y manténgase a flote. Procure que en su boca entren cosas buenas para que de ellas salgan palabras bondadosas. También puede correr al supermercado por un pote de mantequilla de maní y comérselo a cucharadas, pero tenga cuidado que puede terminar diciendo crueldades como las que dijeron Brézhnev y la ministra estupenda. Allá usted. Eso sí, es bueno recordar que de un momento a otro todo puede cambiar para mucho peor y hay que estar preparados para salir a flote y no irse al fondo como una lata en conserva. Tal vez, comiendo una sopa que no sea de repollo. Algo es algo.
Para estos días fríos viene bien una sopa que lo dejará bien almorzado y con un tinto mediante, listo para la siesta.
Ingredientes:
4 cucharadas aceite de oliva
250 g de fondos de alcachofas cocidos
400 g de champiñones blancos, limpios, recortados y cortados en rodajas finas
1/2 cebolla en cuadritos
1 zanahoria en cuadritos
1 rama de apio en cuadritos
2 cucharadas mantequilla
2 filetes de anchoa enjuagados y picados (opcional)
1 cucharadita de hojas de tomillo frescas picadas o 1/4 cucharadita seca
3 cucharadas harina para todo uso sin blanquear
¼ taza de vino blanco seco
6 tazas de caldo de pollo o de verduras
2 hojas de laurel
1 papa pelada y cortada en cubos
⅓ taza de crema espesa
2 cucharadas de hojas frescas de albahaca picadas
Sal y pimienta negra molida
Caliente una cucharada de aceite de oliva en una olla grande a fuego medio. Dore ligeramente las alcachofas, de 8 a 10 minutos, luego transfiéralas a un plato y resérvelas.
En la misma olla ponga otra cucharada de aceite a fuego medio. Agregue los champiñones, tape y cocine hasta que suelten su líquido, aproximadamente 5 minutos. Destape y cocine hasta que los champiñones estén secos y dorados, unos 5 minutos más. Retírelos de la olla y resérvelos junto a las alcachofas doradas.
Agregue a la olla las restantes cucharadas de aceite, la cebolla, la zanahoria y el apio y cocine hasta que la cebolla tome algo de color. A continuación ponga las anchoas y el tomillo y cocine hasta que estén fragantes, aproximadamente 30 segundos. Agregue la harina y cocine por un minuto. Luego ponga el vino, raspando el fondo de la olla y cocine hasta que casi se evapore, aproximadamente un minuto.
Incorpore poco a poco el caldo y revuelva con fuerza (use un batidor de alambre si se forman grumos). Ponga las hojas de laurel, la papa y la mitad de las alcachofas y champiñones dorados, sal y pimienta y deje hervir. Cubra, reduzca a fuego lento y cocine hasta que las papas estén tiernas y nunca recocidas.
Retire del fuego. Saque las hojas de laurel. Agregue las alcachofas y champiñones restantes, la crema y la albahaca, y deje reposar por dos a tres minutos para que todo esté caliente. Póngale sal y pimienta a gusto y sirva de inmediato. ¡A gozar!
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Algo es algo: como el rayo. Por Juan Diego Santa Cruz (@jdsantacruz).https://t.co/uJqM9ChKOg
— Ex-Ante (@exantecl) November 4, 2023
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