Hace exactamente 10 años, tuve la suerte de conversar con dos académicos, un geógrafo canadiense y un biólogo australiano, quienes destacaron a Chile, junto a Botswana, como un país clave en términos de sostenibilidad, conservación y turismo. Ambos coincidieron en que, ubicado en el hemisferio sur, Chile goza de una posición privilegiada en el planeta: naturaleza menos intervenida y lejos de la sobrepoblación que caracteriza a otras regiones. Mencionaron que, si el mundo tuviera que reiniciarse, Chile sería el lugar ideal para “hacer las cosas bien”.
El concepto de sostenibilidad comenzó a ganar relevancia hace más de 20 años y se ha consolidado como un pilar en las políticas públicas y privadas. Hoy, está presente en nuestra vida cotidiana a través de grandes campañas de marketing, reportajes en medios internacionales, documentales en plataformas como Netflix, e incluso en el contenido que comparten influencers en redes sociales.
La Organización de las Naciones Unidas define el turismo sostenible como aquel que “tiene en cuenta las repercusiones económicas, sociales y ambientales, tanto actuales como futuras, para satisfacer las necesidades de los visitantes, la industria, el entorno y las comunidades anfitrionas”.
En este ámbito, Chile ha sido reconocido como líder en turismo sostenible. En 2020, encabezamos el ranking latinoamericano de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Cambridge, y el índice Travel & Tourism Development nos posicionó en el segundo lugar regional y el puesto 31 a nivel mundial. Nuestro país cuenta con cerca del 21% de su territorio protegido mediante un robusto sistema de parques nacionales y mientras que contamos con más de 100 áreas protegidas privadas. Destinos icónicos como la Patagonia y el sur de Chile, con lugares como Puerto Natales, Cochamó y Futaleufú, son reconocidos internacionalmente por su compromiso con la sostenibilidad. En 2023, fuimos galardonados como el “Mejor Destino Verde” en los World Travel Awards.
A pesar de los avances a nivel global, hay desafíos. Según un informe del Global Sustainable Tourism Council (2024), aunque el 92% de los viajeros cree que podría viajar de manera más sostenible, solo el 56,9% asegura haberlo hecho. Además, un 48,3% no sabe qué define un viaje sostenible, y el 31,5% no percibe beneficios adicionales al optar por esta modalidad. Esto refleja que la ignorancia, indiferencia e incapacidad siguen siendo barreras para reducir el impacto negativo en los destinos turísticos.
Un factor clave es el enfoque cultural. Mientras que en Europa y Asia la sostenibilidad se percibe como una responsabilidad individual, en América Latina se enfatiza más en la acción colectiva de gobiernos, comunidades e industrias.
En 2023, según Sernatur, los chilenos realizaron cerca de 60 millones de viajes dentro del país. Esto nos asigna un papel crucial tanto como anfitriones y como visitantes, participando en la co-creación de experiencias turísticas que respeten la autenticidad y sostenibilidad de nuestros destinos. Sin embargo, la conservación de paisajes prístinos, especialmente en áreas de difícil acceso, exige prácticas rigurosas, como la correcta gestión de residuos y la incorporación de tecnologías limpias, que todavía enfrentan obstáculos debido a la infraestructura limitada.
Y nosotros, como anfitriones y como turistas, ¿cómo estamos aplicando esta información disponible? Y, más importante aún, ¿cómo podemos facilitarnos a nosotros mismos la incorporación de acciones que nos haga participes de esta gran estrategia global?
El turismo sostenible depende, en gran medida, del comportamiento de quienes lo demandan, como señalan Novotná, Kubíčková y Kunc (2024). Si bien eliminar completamente nuestra huella no es factible en la actualidad, nuestras decisiones individuales, sumadas, pueden generar un impacto positivo. Esperemos que 10 años de esa conversación Chile esté más cerca de ser el lugar donde “hacen las cosas bien”.
Consejos para un turismo más sostenible y consciente
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