Es una buena noticia que en las últimas semanas el Gobierno haya mostrado apertura a reactivar la discusión pendiente para ratificar el TPP11. No existe ningún fundamento de peso, político o técnico, para seguir dilatando la entrada de Chile al bloque comercial compuesto por 11 países. Cuando potencias como el Reino Unido y China ya han solicitado con entusiasmo su ingreso, en Chile todavía nos encontramos a merced de un Gobierno atrapado entre sus dos almas: una más liberal, partidaria de la integración comercial de Chile al mundo y defensora de los últimos 30 años (los marcelistas) y otra más proteccionista y celosa de una eventual pérdida de soberanía ante el avance del mundo globalizado (los ahumadistas).
Ratificar el TPP11 no solo traería beneficios económicos de largo plazo —los estudios arrojan un aumento de 0,4% del PIB, equivalentes a aumentar ingresos anuales en US$ 1.180 millones— sino que ratificaría la importancia del comercio internacional como política de Estado. Chile fue, es y seguirá siendo una economía pequeña, por lo que necesitamos de los mercados externos para crecer. A esto hay que agregar un escenario económico mundial plagado de guerras comerciales, lo que nos obliga a buscar socios que entreguen estabilidad de largo plazo. Así lo entiende el ministro Marcel, firme promotor del acuerdo, quien hace unos días afirmó que buscar “alianzas” permitirían a Chile no quedar a “merced” de estos conflictos.
A la fecha, nuestro país ha logrado construir una extensa red de TLC con 65 países, que le permiten tener acceso al 88% del PIB mundial. Ratificar el TPP11 nos permitiría profundizar esta red y mejorar las condiciones para miles de empresas exportadoras e importadoras. Son más de 3.000 productos que gozarían de rebajas arancelarias, en un mercado equivalente al 12,8% del producto mundial. Así, tendríamos acceso preferencial a sectores tradicionalmente protegidos, como los productos agrícolas en Japón; las carnes y lácteos en Canadá; o los cereales y aceites vegetales en México. Por ejemplo, las exportaciones de salmón a Japón (US$ 492 millones entre enero y mayo de 2022) hoy pagan un arancel del 10,5%. Con la ratificación del TPP11 este arancel caería a 0%.
La principal crítica de los detractores del Tratado —dentro de los que se encuentra el actual subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, José Miguel Ahumada— es una supuesta pérdida de soberanía, que se traduciría en una limitación a nuestra política regulatoria nacional. Más allá de que la firma de cualquier tratado de libre comercio implica la pérdida de cierta soberanía a cambio de ventajas comerciales, la evidencia de países que ya han ratificado el Tratado debería alejar estos temores. Posterior a su entrada al bloque, México concretó una histórica reforma laboral (ampliando derechos sindicales e intereses colectivos de trabajadores); Nueva Zelandia, Australia y Canadá concretaron reformas para la inversión extranjera; y Japón reguló el valor y disponibilidad de medicamentos.
Hoy el gobierno parece estar más preocupado de resolver una disputa política interna —y de paso definir su verdadera alma— que de avanzar decididamente hacia lo que es mejor para nuestra economía. Mientras la nueva ministra del Interior se encargó de reactivar el acuerdo hace una semana, desde la Cancillería parecieran inclinarse por ganar tiempo con el avance de side letters, para eximirnos de la aplicación de los mecanismos de resolución de controversias inversionistas-Estado. Sobre esto último, sería importante recordar que (i) estos mecanismos ya existen en cada uno de los tratados bilaterales con los países que integran este acuerdo, (ii) en las últimas décadas hemos ido al CIADI* solo cuatro veces y nos ha ido bien y (iii) que con alta probabilidad los que acepten nuestras cartas nos pedirán algo a cambio. Por lo tanto, las side letters parecen responder más a una señal política para los sectores más duros del oficialismo, que a reparos de fondo sobre el contenido del Tratado.
Desde hace 20 años, cuando comenzaron las primeras negociaciones, Chile ha entendido la importancia estratégica del continente asiático como principal socio comercial, situándose como uno de los impulsores y articuladores más importantes del TPP11. Cada día que pasa sin ratificar este Tratado (que en palabras de un excanciller es de los más progresistas del mundo), perdemos competitividad. Solo resta que el gobierno defina, como en este y en casi todos los desafíos que ha enfrentado, cuál de sus dos almas prevalecerá. En este caso, por el bien del país, ojalá sean los marcelistas y no los ahumadistas.
*Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones
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