Buena noticia que el CPTPP haya sido ratificado por el Senado. ¿Pero cuándo se dignará el gobierno en depositarlo? ¿Qué hay detrás de esas famosas cartas bilaterales, las “side letters”, que nadie ha visto, y que son la condición para que el gobierno lo deposite?? ¿Son solo para evitar que Chile se adscriba al sistema de solución de conflictos del CPTPP? ¿Qué pretende el gobierno con eso?
Hagamos un poco de historia. En 2014, se decide derogar el DL600 -el Estatuto de Inversión Extranjera que le daba a los inversionistas internacionales la posibilidad de firmar un contrato con el Estado-. Si bien ese Estatuto había atraído enormes inversiones a Chile, se decía que ya no era necesario, y que pocos países en el mundo les daba a los inversionistas ese grado de seguridad.
Eso era cierto, para un Chile en situación normal. El problema era que se decidió derogar el Estatuto justo en la época en que los inversionistas nacionales e internacionales se rompían la cabeza tratando de entender Reforma Tributaria de Alberto Arenas; época en que además se opta por endurecer el mercado laboral. Si el Estatuto no era “necesario”, tampoco era necesario derogarlo, e insistir en ello parecía un acto gratuito, cuando no ideológico, concebido por gente que veía la inversión extranjera con poco disimulado desgano. No se secó la inversión extranjera a Chile, pero su ritmo menguó.
A los que quedamos alarmados con la decisión de derogar el Estatuto había una respuesta plausible que daban los asesores jurídicos del gobierno. El Estatuto era innecesario, decían, porque Chile había firmado acuerdos de libre comercio con todos los países de los que provendrían los inversionistas futuros, y todos esos acuerdos tenían cláusulas que protegían la inversión; todos tenían mecanismos para la solución de conflictos. Algo nos tranquilizó la explicación. Claro que existían en el país grupos políticos hostiles a la inversión extranjera futura; más aún, grupos interesados en expropiar la existente, ojalá sin tener que compensarla, como ocurrió en la Unidad Popular. Pero supusimos que los tratados de libre comercio iban a impedir consecuencias tan autodestructivas.
¿Qué tiene que ver esto entonces con los side letters? Bueno, si bien no los hemos visto, pareciera que tratan de evitar que conflictos entre el Estado e inversionistas, conflictos por ejemplo sobre el monto con que se compensa una expropiación (¿valor económico o precio “justo”?), sean mediados por árbitros internacionales imparciales. Pero ¿por qué preocupa el CPTPP particularmente, cuando nuestros tratados bilaterales ya tienen mecanismos para la solución de conflictos que son parecidos? ¿No era por eso que era innecesario el DL600? ¿Será que se creyó -erróneamente- que éstos quedan supeditados al CPTPP? ¿O es que prima el rechazo a los tratados de libre comercio en general, siendo esto solo el comienzo de una campaña contra ellos para terminar la labor que empezó con la derogación del Estatuto decidida en 2014?
Sabemos que hay quien cree que los tratados de libre comercio son instrumentos del imperialismo norteamericano, a pesar de que es muy difícil conseguir que el Congreso de EEUU los apruebe, y a pesar de que Trump desplegó toda su ira contra el CPTPP, optando por retirarse del pacto. ¿Tal vez sueñan con desahuciarlos todos para ya eliminar toda protección a la inversión extranjera?
Los side letters, o son inútiles, dada la existencia de los tratados bilaterales, o son el comienzo de un rumbo catastrófico para el país. En cualquier caso, no son inocuos. Empañan nuestra adhesión al CPTPP recién aprobada por el Senado. Reducen su valor. Porque inversionistas futuros, cuando hagan sus estudios de país previos a cualquier inversión, sabrán que no quisimos que eventuales conflictos fueran mediados por árbitros neutrales. Aun cuando las contrapartes no firmen los side letters y los tengamos que abandonar, cierto daño ya está hecho. Quedará rondando la pregunta: ¿qué quería lograr Chile con ellos? ¿Para qué finalidad se quería guardar tanto la mano?
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