Agosto 16, 2024

Tolstoi y el fracaso del buenismo. Por Héctor Soto

Ex-Ante
Cedida (Wikimedia Commons)

Lo tuvo todo para ser feliz: familia, riqueza, talento, reconocimientos… pocos escritores fueron sin embargo más atormentados que Tolstoi. Su búsqueda de la plenitud y la bondad lo metió en un túnel sin salida de recriminaciones contra sí mismo y de conflictos o peleas con el mundo.


En un ensayo sobre esa novela portentosa que es La guerra y la paz, Somerset Maughan hace un enorme esfuerzo por tratar de entender el shock psicológico, religioso, político, personal y moral que tuvo Tolstói después de cumplir 50 años. Maughan, gran novelista de la primera mitad del siglo XX (Servidumbre humana, Al filo de la navaja, La luna y seis peniques), siempre disputó con Graham Greene el trofeo de ser el mejor escritor de la segunda fila.

En su breve ensayo el escritor cuenta que Tolstói por entonces ya figuraba en el cuadro de honor de la literatura rusa y su fama se había vuelto internacional. Hasta ese momento todo parecía en su vida bajo control. Tenía riqueza y era noble, nada menos que un título de conde. Tenía un matrimonio feliz y una familia numerosa. Era dueño de una inmensa hacienda y sus libros se vendían en toda Europa. Y entonces ocurre lo que le ocurrió. Se siente insatisfecho.

Le bajan sentimientos de culpa por sus privilegios. Se pregunta qué sentido tiene su vida y todo le parece trivial. Asume que su vida no es otra cosa que “una broma estúpida y maligna que alguien me ha hecho”. Se deprime e inicia una búsqueda compulsiva de sentido que lo lleva primero a una tan ferviente la espiritualidad ortodoxa que al poco tiempo lo hace enfrentarse con popes, abades, archimandritas y obispos.

Comienza entonces a proclamar las verdades literales del cristianismo -pobreza, renuncia a los bienes de este mundo, entrega incondicional a Cristo- y decide cambiar de vida. Necesita convertirse en un campesino más como los de hacienda. Vivir, vestirse, actuar y comer como ellos. Dice que los campesinos son la reserva de sabiduría del imperio. Empieza a dudar de su propia obra.

Abraza el colectivismo socialista arcaico del campesinado ruso. Abraza también el anarquismo y eso pone en la lista negra de las autoridades imperiales. Entra también en conflicto con su mujer, que no está dispuesta a seguirlo en lo que interpreta como manías, y rompe también con el mundo aristocrático. Convierte sus revelaciones en doctrina y de ahí saldrán las “colonias tolstoianas” que en un momento se multiplicarán por todo el mundo.

Termina encerrándose en terribles contradicciones. Abomina del dinero y siente que es un instrumento de Satanás. Tiene que botarlo entonces. Pero al mismo tiempo se rehúsa a darlo, porque eso sería como regalar el mal. Vive atormentado porque algunos en su entorno -los menos- lo instan a ir más lejos en eso de las renuncias y otros -los más- a dejarse de tonterías para volver a ser quien siempre fue: un hombre rico, un escritor descomunal, un sujeto bendecido por la vida y feliz.

Es apasionante tener presente este telón de fondo al leer una novela corta de Tolstói, La mañana de un terrateniente. Hay una buenísima edición de Acantilado del 2021. Solo 120 páginas. Tolstoi la publicó cuando tenía 28 años y cuenta la historia de un joven aristócrata que a los 19 años decide renunciar a sus estudios de derecho en Moscú para volver a las tierras de la familia, no para explotarlas, sino para redimir a los campesinos de las miserables condiciones de vida que tenían.

Una tía del joven intenta disuadirlo. No sacarás nada, le dice. Agrega que no tire todo por la borda y le hace una advertencia de gran lucidez: “solo cuando nos hemos equivocado de vocación sabemos cuál es la verdadera”. Pero él persiste y esa mañana el muchacho sale a recorrer la hacienda con las mejores intenciones redentoras. Las cosas en realidad no andan muy bien en el lugar porque la disciplina en el lugar se ha relajado. Las inercias del campesinado parecen irremontables.

El cuento es terrible porque su desarrollo es un poco, en lo menos, una exaltación de la belleza de las tareas tradicionales del campo y, en lo más, el reconocimiento del fracaso del buenismo, de la inutilidad de los esfuerzos del joven por sacar a los campesinos de lo suyo y de tradiciones que llevan siglos. Esta dimensión política le da al relato una vigencia tan sorprendente como notable.

No es fácil entender de buenas a primeras por qué habiendo escrito un relato tan profético como este en lo que sería su vida, Tolstoi, veinte y tantos años después haya repetido prácticamente igual la experiencia de su protagonista. Sintió lo mismo y terminó también más o menos en lo mismo. Tampoco él consiguió mucho.

Hay que volver a Tolstói. Quizás no a retos mayores como son Anna Karenina o La guerra y la paz, porque son libros que requieren meses. 500 páginas el primero, más de mil el segundo. Pero también hay en Tolstoi relatos cortos que son formidables. La muerte de Ivan Ilich no tiene ni 80 páginas y debiera estar en toda antología de lo mejor jamás escrito, junto a Shakespeare, Cervantes o Balzac. Hay cuentos suyos que son sobrecogedores, como “Después del baile”, y pertenecen a lo más entrañable e inspirado de la imaginación literaria universal.

Cuesta unir un talento tan extraordinario como el suyo con una vida tan atormentada como la que Tolstoi tuvo en sus años finales. Sus días se volvieron un infierno no solo en el matrimonio. Su propia casa en Yasnaia Poliana, frecuentada por incondicionales y oportunistas, se ensombreció con tantas peleas y chismes, con tantas sospechas, que poco antes del fin el novelista, en su último berrinche, decidió huir.

No aguantaba más. Ya estaba muy enfermo y no alcanzó a llegar lejos. Terminaría muriendo en la casa de un jefe de estación del ferrocarril, adonde llegaron fotógrafos, periodistas, diplomáticos, prelados y curas, corresponsales extranjeros y autoridades a rendir tributo a un hombre que mejor iluminó su época pero que en el fondo nunca logró entenderse con ella.

La mañana de un terrateniente

  • Lev Tolstói

  • Ed, Acantilado

  • 120 págs.

  • 2021

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