Durante 2022, junto a la Fundación Generación Empresarial, publicamos los resultados de una inédita Encuesta de Ética Corporativa de empresas chilenas, elaborada a partir de la encuesta que aplica el Institute of Business Ethics (de Reino Unido) entre las empresas europeas hace ya varios años, y que fue respondida por unas ochenta empresas vinculadas a la fundación y clientes de Razor Consulting. Los resultados mostraron, entre otras materias interesantes, que 95% de quienes respondieron tienen un Código de Ética o equivalente. El sesenta por ciento lo tiene hace más de 10 años, un tercio lo tiene hace más de 5 años, y del saldo son más recientes.
Estas son indudablemente buenas noticias, porque todos tenemos expectativas sobre cómo deben comportarse las empresas, y la mayoría esperamos que operen éticamente, que hagan lo correcto y por las razones correctas. Tener un Código de Ética parece indispensable para ello, pero es sólo la mitad del camino. Un Código representa los estándares de comportamiento que una organización establece y espera que se cumplan por sus miembros, pero por sí solo el Código no es más que tinta y papel (o bits en un pantalla). En la literatura existen muchas teorías sobre la mejor forma de influenciar la conducta, pero es posible agruparlos en tres grandes modelos:
De los tres, el tercero es considerado superior, pues los modelos basados en reglas y disuasión enfrentan serios obstáculos:
Por eso, un Código de Ética que se basa en prohibiciones y la amenaza de sanciones, no logra construir una cultura ética en una organización, porque realmente no forma parte del tercer modelo. Para ello, debe construirse con un enfoque centrado en valores, que ofrezca a todos los miembros de la organización un marco para la toma de decisiones, que guíe e informe su acción. No basta con establecer expectativas y luego ofrecer un contenido totalmente normativo, sino que el Código debe proporcionar las herramientas para cumplir con esas expectativas, a través de una guía práctica que oriente el comportamiento de quien tenga que decidir qué hacer, a veces sobre cuestiones que la organización no ha previsto y donde no hay reglas o políticas establecidas.
¿Qué puede ofrecer un Código de Ética para ser un buen marco de toma de decisiones? Puede desafiar a los miembros de la organización a pensar en las consecuencias de sus decisiones, ya no solo legales o para el cumplimiento de normas y evitar sanciones, sino más allá. Invitarlos a preguntarse ¿cómo se verá la reputación de la organización si actúo de una forma u otra antes este caso? ¿Está lo que voy a hacer en línea los valores que decimos representar? ¿Qué pensarían mi familia, amigos y colegas si yo les contara lo que voy a hacer? ¿Qué pensarían nuestros grupos de interés? Y si tengo dudas, si no encuentro la solución correcta ¿a quién puedo preguntarle, hay alguien en la organización que me pueda orientar?
Sin ese tipo de marco para la toma de decisiones, el Código no basta. Con ese marco, y con el apoyo de una capacitación y acompañamiento regular, además de un canal de denuncias que funcione, los Códigos de Ética pueden ser eficaces para ofrecer a las organizaciones, y sus miembros, las herramientas para tomar las decisiones adecuadas y comportarse conforme a la cultura de integridad que se busca promover.
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Cuando todo indica que estamos en condiciones de retomar una cierta senda de crecimiento, que bien nos haría contar con un mandato claro a todas las entidades de gobierno de acelerar inversiones estratégicas tanto para la calidad de vida de las personas e impulsar la productividad.
En este escenario, la clave no está solo en reaccionar a los eventos, sino en anticiparlos, gestionarlos y convertir la incertidumbre en una ventaja estratégica.