Columna de Ana Josefa Silva:
En el proceso evolutivo que ha tenido el personaje de James Bond, Daniel Craig fue quien tuvo en sus manos el mayor reseteo de ese macho alfa tan sesentero, salido de la pluma de Ian Fleming. La quinta y última película que el actor filma como 007, Sin Tiempo para Morir [No Time To Die], está definitivamente creada para despedirlo en grande.
También funciona como una suerte de enmienda del guion lleno de cabos sueltos que dejó Spectre (2015). Y recoge un pequeño hilo, de manera oblicua, de Quantum of Solace (2008). Nada de eso significa que haya que haber visto antes estos filmes: Sin Tiempo para Morir funciona como historia independiente.
Un largo prólogo ubica a Madeleine de niña, en una cabaña en medio de un gran bosque nevado: una secuencia de acción muy dramática, cuyo misterio se resolverá hacia el final. Tras una elipsis de años, Madeleine (Léa Seydoux) emerge del mar cálido en Italia. En la playa, en un idílico lugar, la espera James Bond.
Lugares y momentos soñados dan paso a la acción desenfrenada, donde aparece toda aquella batería tecnológica de sofisticados armamentos que acompañan a Bond y su prodigioso auto.
Explosiones, carreras de auto, motos, saltos. Eso que uno espera de una película de la saga. Estos hechos precipitan una complejidad de reacciones y situaciones, que implican un gran giro en las vidas de la pareja. Todo lo anterior ocurre en el prólogo —que más parece un cortometraje—, antes de los créditos.
Otra gran elipsis nos traslada cinco años más tarde.
El super agente está retirado y hay alguien más en el MI6 que está usando aquel 007, pero las huellas de Spectre lo volverán a poner al medio de todo.
A la película no le falta acción: esas secuencias son numerosas y espléndidas. Sí le sobra romance. Algo que sus realizadores consideraron necesario para darle esa impronta más humana a un personaje que ya había avanzado en hacerse más de carne y hueso.
James Bond nunca había sido tan vulnerable: en todos los sentidos.
Y en estos nuevos parámetros no existe aquello de “la chica Bond”. Madeleine es un personaje a cabalidad; la nueva 007 es una chica; y Monneypenny hace rato que dejó de ser la bobalicona que lamía los pasos de James.
Por cierto que hay espacio para seguir mostrando bellezas: la intervención de Ana de Armas es para cortar el aliento. Pero de mujer objeto, nada. Por de pronto, en esta secuencia —que transcurre en una fiestera y nocturna Cuba— emerge un elemento que atraviesa el filme: el humor. Son guiños, pequeñas gotas. Pero suman y se insertan sutil y adecuadamente.
No son muchos los personajes “nuevos”: Blofeld (Christoph Waltz), que viene de Spectre, está encarcelado, nivel Hannibal Lecter.
De manera que toda la fuerza del antagonista recae en un inquietante ser: Lyutsifer Safin (Rami Maleck, gran elección de casting). Safin es un villano que si bien aparece algo tarde y tiene motivaciones un tanto desproporcionadas, para efectos de lo que provoca funciona eficazmente. Y cruza otra línea en la saga: cuestionar, desde sí mismo, aquello de “licencia para matar”. La palabra asesino se escucha a menudo a lo largo del metraje.
Sumando giros, traiciones y sorpresas, un despliegue de alta tecnología y esos grandiosos escenarios abiertos, Sin Tiempo para Morir más que cumple con las expectativas.
Aunque lo sobren unos cuantos minutos.
Sin Tiempo para Morir (No Time to Die)
De las cinco películas en que Daniel Craig se calzó el traje de 007, hay consenso en que las mejor logradas son Operación Skyfall (2012) y Casino Royale (2006). Esta última, disponible en iTunes. En AppleTV (arriendo $1.900; compra $7.300) está buena parte de la saga británica que, con esta, suma 25 películas. Algunas también están en el canal YouTube de MGM.
–Spectre. (2015)
–Operación Skyfall (2012)
–Quantum of solace. (2008)
–Casino Royale (2006)
–Otro día para morir (2002)
–El mundo no basta (1999)
–El mañana nunca muere (1997)
–Goldeneye (1995)
–007 con Licencia para Matar (1989)
–Su nombre es peligro (1987)
–007 en la Mira de los Asesinos (1985)
–Octopussy (1983)
–Nunca digas nunca jamás (1983)
–For Your Eyes Only (1981)
–007 Misión Espacial (1979)
–La Espía que me amó. (1977)
–El Hombre del Revólver de Oro (1974)
–To live and let die (1973)
–Los Diamantes son Eternos (1971)
–Al Servicio Secreto de su Majestad (1969)
–Solo se vive dos veces (1967)
–Operación Trueno (1965)
–Goldfinger (1964)
–Desde Rusia con amor (1963)
–El Satánico Dr No (1962)
Entre Navajas y Secretos [Knives Out], la ágil y brillante comedia policial que tiene a Daniel Craig en medio de un elenco alucinante, ya anuncia para 2022 una segunda parte. Suerte de homenaje y parodia de los policiales estilo Agatha Christie, gira en torno a una familia decadente y un crimen por resolver.
Muy entretenida, original y llena de giros, transcurre en un 90% en una gran casona rodeada de parques y bosques.
Ahí vive un millonario socarrón y cínico, Harlan Thrombey (Christopher Plummer), acompañado por su servidumbre y su joven asistente part-time, Marta Cabrera (Ana de Armas). Sus hijos y nietos viven de su fortuna. Por eso acuden solícitos a celebrar el cumpleaños número 85 del patriarca, un hombre por el que sienten más temor que afecto.
Allí están sus hijos, hijas, nueras, yernos, nietos: Linda Drysdale (Jamie Lee Curtis), su marido Richard (Don Johnson) y su hijo, un patán de mucho cuidado, Ransom (Chris Evans); Joni, su nuera viuda (Toni Colette); Walt (Michael Shannon), el menor, a cargo de los negocios; sus nietos Meg (Katherine Langford) y el extraño chico que es Jacob.
Cuando se produce el crimen, aparece la policía y empiezan los interrogatorios a todos quienes estuvieron en la fiesta.
En la gran sala escogida para ello, un sujeto silencioso, cada cierto rato toca majaderamente una sola tecla del piano que hay por ahí: se trate de Benoit Blanc (Daniel Craig), el Hercules Poirot de esta intriga donde abunda el humor ácido e incorrecto.
Rian Johnson, director y guionista, tiene la astucia de montar un escenario barroco, con algo de esperpento, y sabe ensamblar con habilidad a su rutilante elenco.
Misterios y sorpresas “hitchckokianas” van apareciendo hasta el último minuto a un ritmo que no suelta.
La casa en sí misma es otro personaje: parece un tablero de juegos, sobrecargada de cuadros, pesados cortinajes y curiosos objetos de los más diversos tamaños y formas, dispuestos en distintos lados; es un puzzle con pistas que se descubren en sus laberínticos salones y habitaciones, repartidos en pisos y entrepisos, terrazas, jardines.
Una pieza de relojería.
Muy Buena.
Entre Navajas y Secretos (Knives Out).
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