Un libro lleno de ideas. Políticamene indeseable es también, una crónica de su enfrentamiento con el populismo, los nacionalistas y los fanatismos, y una reflexión durísima, afilada, sobre la política. Pero sobre todo acerca de los desafíos que supone construir una opción liberal que enfrente las beaterías y excesos. Y las mentiras.
Dice en la presentación: “Sólo cuando los políticos digamos en público lo mismo que afirmamos en privado, sólo cuando reconozcamos la degradación de nuestro oficio, sólo cuando nos veamos retratados en el implacable espejo de los hechos, sólo entonces seremos capaces de rescatar la democracia de las mandíbulas del populismo”.
Polemista brillante, y dueña de una pluma notable, Álvarez de Toledo escribió un libro lleno de ideas, que se lee como un mensaje desde un futuro algo desolado. Políticamente indeseable no es apto para beatas y beatos, porque está lleno de ideas y provocaciones, algo poco común en un político y un periodista. Por eso es que un texto magnífico.
Periodismo y Chile. Bisagra de dos de los oficios que, con su crisis, más han aportado al descalabro del mundo Álvarez de Toledo compara al periodismo español actual con el de hace una década.
El de hoy, dice, es “amarillento, gritón, militante y de gatillo fácil. En aquella época su objetivo eran los presuntamente corruptos. Ahora son los presuntamente machistas, homófobos o racistas. Del crimen económico al identitario: las modas cambian, pero el método es el mismo”.
De Chile tiene varias menciones. Un de ellas salta cuando critica “a los nuevos capellanes de la identidad” y de cómo ha terminado por convertirse en una “deriva antiigualitaria” que contra la discriminación de unos promueve la de otros, “como las mujeres candidatas a la Asamblea Constituyente chilena que ganaron las elecciones pero fueron desplazadas por culpa de la propia paridad feminista. Poética injusticia”.
Es más dura en otro pasaje, en que se refiere al proceso abierto el año pasado y lo une con Trump y Twitter. Dice: “El delirante laberinto constituyente en el que se ha metido Chile, por ejemplo, tiene mucho que ver con el sometimiento de los políticos a la dictadura de la turba tuitera. Por no hablar de la deriva de los Estados Unidos. ¿Quién es Trump sin Twitter?”.
Políticos. Los políticos, dice Álvarez de Toledo, han participado activamente en el proceso que ha arruinado su prestigio. La derecha lo ha hecho todavía peor, llegando siempre tarde y mal a la batalla cultural y por haber confundido (o evitado, por miedo) la idea del centro en política:
“La derecha española siempre ha confundido el centro con la equidistancia. Es la prueba más nítida de su pleitesía cultural al nacionalismo y a la izquierda. Así, unos creen que para ampliar su mayoría hacia el centro han de suavizar sus principios: el PP. Y otros creen que para blindar su minoría en la derecha han de endurecer los suyos: Vox. Ninguno de los dos cuestiona la falacia central de la política española. El centro no es el punto medio, el centro no es blandengue ni difuso. El centro es la defensa del ciudadano y por tanto de la Constitución. El contrapunto exacto al péndulo identitario”
“España es el único país del mundo donde la cercanía al nacionalismo determina el centro y la moderación. A más afinidad con los reaccionarios, más centrista. A este despropósito se añade la aplastante hegemonía cultural de la izquierda”.
Imagen altiva. Álvarez de Toledo está consciente de su imagen de persona altiva, antipática, pija y facha. Y valiente. Por eso es que enfila directo a una funa su contra en una universidad cuyos encargados le ofrecen entrar por la puerta trasera, cosa que rechaza (“yu en una universidad nada menos, foro del espíritu crítico y la deliberación. Habría sido una deshonra”) o le echa en cara a la elite empresarial catalana su culpa en la crisis en un acto en que la misma elite empresarial la coloca de oradora, en plena campaña:
“La gran estafa nacionalista no habría sido posible sin la complicidad o el desestimiento de una sociedad dispuesta a ser estafada. Sin empresarios, periodistas y profesionales de todos los ámbitos dispuestos a colaborar en la ficción. Unos actuaron por cobardía y temor a las represalias. Otros por codicia. Los terceros porque asumieron el discurso nacionalista”.
Demuestra el mismo valor cuando se mete en los últimos disturbios en Barcelona, en que fue copada por barricadas y llamas. Esa noche, Álvarez de Toledo fue a hacer un punto de prensa al centro de la ciudad y se topó con una marcha estudiantil que la insultó.
Escribe: “Al verme estallaron. Otra vez la juventud subvencionada. Qué perdida de tiempo y de talento. Muchos de estos mismos chicos salían por la noche a quemar contenedores y romper escaparates. Llevaban sus iPhones último modelo, se hacían selfie en las barricadas y luego colgaban las fotos en Instagram: “Clic, clic. ¡Guay!”. La estética de la violencia. Una generación extraviada por el culto a los sentimientos y la idolatría de la identidad. La frivolución (…) Pero la violencia nunca es simbólica”.
Frivolución. Puede que el lector no recuerde del todo esos disturbios catalanes porque en ese entonces tenía otras ocupaciones. Un recuerdo: estallaron la noche del el 18 de octubre de 2019.
Feminismo. Cuando fue vocera de la bancada del PP, Álvarez de Toledo solía responder lo que pensaba cada vez que le preguntaban. Por eso que en la vocería duró tan poco.
En Políticamente indeseable relata la llegada de la pandemia a España –cuya gravedad reconoce no haber sopesado al comienzo– y lo que dijo cuando le preguntaron si el partido asistiría a la marcha del 8M en Madrid. En ese tiempo la duda era ideológica, no sanitaria. Por eso mismo que su NO y su reivindicación del feminismo amazónico de la escuela de Camille Paglia incendió las redes sociales. Y a la prensa: algunos en el punto de prensa entendieron “masónico” pero por suerte alcanzó a aclarar las dudas.
Sobre esa polémica, anota: Álvarez de Toledo: “El victimismo está íntimamente vinculado a la infantilización del debate contemporáneo, y su principal efecto político es el populismo. Para un demagogo de medio pelo o de coleta entera, el paraíso son millones de víctimas necesitadas de un mesías. Esta es la paradoja del nuevo feminismo: está pidiendo a gritos un macho y bien alfa”.
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