-La Bolsa de Santiago fue la que más cayó en el mundo hoy (miércoles 6 de octubre), influida por temas internacionales (como el aumento del valor del petróleo) y también locales (como los posibles efectos del cuarto retiro). ¿Qué tan grave es este último factor para explicar esta tendencia?
-El cuarto retiro es una pésima política pública, como han señalado, casi unánimemente, expertos, autoridades y organismos internacionales. Lo es porque profundiza el daño ya generado a las pensiones futuras, justamente cuando existe consenso sobre la necesidad de mejorarlas; y porque degrada aún más la confianza de los inversionistas extranjeros en nuestra institucionalidad regulatoria. Con todo, hoy es más riesgoso invertir en Chile. Naturalmente, esto se refleja en la trayectoria a la baja de la bolsa durante este año. Y hacia adelante, implicará una caída en la capacidad para crecer sostenidamente más.
-Entonces, ¿la calidad del proceso legislativo afectará la capacidad de cerrar la brecha con el mundo desarrollado? ¿Cómo evalúas el trabajo parlamentario?
-La economía debe estar supeditada a la política. Es esta última la que, en función de las preferencias sociales, debe optar entre las alternativas factibles y la evidencia internacional. Pero es la técnica la que debe entregar esos antecedentes a los políticos. Lamentablemente, hoy en nuestro país se está legislando sin considerar los efectos esperados de las reformas. Un país serio no debe legislar sin estimar (ex ante) los efectos posibles y medir (ex post) los que de hecho ocurran. Y en Chile esto no solo no se está haciendo, además, pareciera que a muchos parlamentarios no les importa. Así, es imposible avanzar.
-Hay una baja confianza de las personas en la política (en los políticos y en las autoridades) y en instituciones como el congreso y los partidos. ¿De qué manera esto es un lastre para avanzar?
-La confianza es clave en una sociedad moderna. Sin confianza, la inversión a largo plazo, que es la más productiva, desaparece. Y es que el desarrollo solo se alcanza si nos orientamos en pos de un objetivo común. Además, la confianza importa porque permite que un gobierno implemente políticas con menos recursos, debido a que los ciudadanos aceptan más sus consejos y respetan más las normas vigentes. Esto ayuda a ensayar distintas medidas, ajustándolas oportunamente cuando no generan los resultados esperados.
-¿Qué importancia tiene escribir buenas leyes? ¿Tenemos en Chile una institucionalidad adecuada para evaluar nuestras políticas públicas?
-No la tenemos. En Australia, por ejemplo, las principales leyes se evalúan a los 3 años de aprobadas. Y si el impacto no ha sido cómo se esperaba, se vuelve a discutir el diseño de las políticas implementadas, para mejorarlas. Pero como dije, en Chile no tenemos una institucionalidad que permita evaluar, explícita y estructuradamente, el impacto de las políticas públicas. Y durante los últimos años, además, desde el Congreso se han impulsado reformas rechazadas por todos los expertos, nacionales y extranjeros. Es fundamental que se cree una agencia de la calidad de las políticas pública en nuestro país.
-La Convención cumple tres meses de funcionamiento. ¿Consideras que ha estado a la altura de las expectativas?
-Es difícil evaluar este proceso aún. Creo que no ha transcurrido suficiente tiempo. Y hasta ahora se ha discutido sobre los reglamentos. Tendremos que esperar a que comience el debate sobre el contenido de la nueva Constitución. Pero estoy optimista, porque conozco a muchos convencionales que, sin hacer tanto ruido, están trabajando duro para que este proceso sea exitoso.
-¿Crees que una nueva Constitución puede permitir mejorar nuestra institucionalidad, descentralizando el poder y mejorando el sistema político?
-Me parece que Chile necesita reformar profundamente su actual Constitución si pretende descentralizar la distribución del poder y avanzar hacia una mayor inclusión productiva. Considero necesario, por ejemplo, empoderar a la regiones y mejorar el sistema político para tener mayor flexibilidad cuando enfrentamos crisis. Una nueva constitución, además, otorgaría legitimidad a nuestra carta magna, dado su origen en dictadura. Y como dije antes, ello es clave para tener un país más estable en el agregado, más seguro para los inversionistas. Estos factores, de acuerdo a la experiencia internacional, son clave para continuar cerrando la brecha que nos separa del desarrollo.
-¿Piensas que Chile hoy es institucionalmente más débil que hace algunos años? ¿Se parece más al resto de la región y tendrá menos posibilidades de alcanzar el desarrollo?
-Durante las últimas dos décadas Chile se destacó en América Latina por alcanzar una elevada estabilidad agregada. Tanto así, que cuando hubo crisis globales, muchos capitales buscaban refugio en nuestro país. Ello permitió bajas tasas de interés (mayor liquidez) y una moneda local más fuerte (un dólar más barato). Parte importante de la mayor inversión y crecimiento alcanzado se explican por esta tasas de interés bajas y bienes de capital importados más baratos. Pero eso ya no es así. Creo que el período con tasas de interés bajas y un dólar barato se acabó.
-El programa de Gabriel Boric cuesta de 8 a 8,5 puntos del PIB. ¿Es un gasto razonable?
-Este es un monto muy ambicioso. Es cerca de tres veces lo que costaba el programa de Ignacio Briones y el doble de lo que cuesta el de Sebastián Sichel. Y lo es en un contexto de fragilidad fiscal, impuestos corporativos mayores que el promedio OCDE, y con una expectativa de tasas de interés al alza. Por lo mismo, tengo dudas con respecto a la capacidad de generar esos recursos en un periodo tan corto de tiempo. Y temo que, incluso si se propone una reforma tributaria profunda para conseguirlos, el efecto negativo en la inversión genere una desaceleración económica que reduzca incluso la recaudación actual. Por lo tanto, y aunque crecer no es todo, considero necesario recuperar una tasa de crecimiento sostenido en torno al 4% antes de comprometer compromisos fiscales mucho mayores que los ya asumidos.
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