Junio 4, 2022

¿Quién paga la cuenta? Por Kenneth Bunker

Ex-Ante
Foto: Presidencia.

Las preguntas de gasto público son importantes, porque, como se sabe, es fácil prometer, entregar, y dejar al país a la merced del viento para el sucesor, pero es difícil (e quizás impopular) ser fiscalmente responsable. Pero hay otra combinación que se vuelve relevante a la luz de la cuenta pública. Y esa es la de prometer y no entregar. Pues, si efectivamente se Aprueba la nueva Constitución, y aumenta el gasto público, es probable que mucha de la agenda del gobierno se vea aplazada.


Un salvavidas. Gabriel Boric hizo una buena primera cuenta pública. Hizo un importante resumen del estado de la situación nacional y habló de todos los temas que les importan a los chilenos. Se mostró empático y sensible a las preocupaciones populares y a lo que todos conceden que son problemas urgentes de resolver. En lo grueso, construyó su discurso sobre pilares suficientemente transversales como para poder apelar a todos. En lo fino, dio detalles relevantes sobre lo que haría el gobierno para revertir muchos de los problemas de cada una de las áreas temáticas. En fin, un discurso políticamente correcto.

  • En lo táctico, fue impecable. Pues, con la caída de la aprobación presidencial (y el aún más marcado aumento de la desaprobación presidencial) Boric necesitaba un salvavidas. Y por las características de su discurso, es probable que lo encuentre allí. Nadie de la capa media (el grupo que define la dirección de la pendiente de popularidad presidencial) puede estar en contra de la construcción de 65 mil viviendas, de la reducción de la jornada laboral a 40 horas, o de medidas pensadas para las zonas urbanas densas, como el tren de Santiago a Valparaíso o el establecimiento de arriendo de viviendas a un “precio justo”.
  • Ahora, es importante destacar que no es tan misteriosa la forma en que funciona la popularidad presidencial, pues está comprobado que las personas responden inmediatamente a lo que hace o no hacen los gobiernos. Mientras más se ofrece, más aumentará la popularidad presidencial. Obviamente, esto está condicionado a la confianza que las personas tienen en sus mandatarios. En principio, mientras más personas piensan que su presidente puede entregar sobre lo que promete, más popular será ese presidente. Por lo tanto, la clave de la promesa presidencial es la confianza que las personas tienen en su representante.

¿Y los gastos? En este caso, hay antecedentes mezclados. Boric habló sobre la necesidad de tomar decisiones políticas responsables y no caer en populismos. Punto para el presidente. Pero cuando fue diputado, hasta apenas algunos meses, votó cuatro veces a favor de los retiros de fondos de pensiones. Punto en contra del presidente. Lo mismo ocurre con la violencia, la cual pidió entender como legislador y ahora pide combatir como presidente. Otra vez, es entendible la posición de Boric, pero, por su registro contradictorio debe saber que a pesar de prometer el cielo, el mar y la tierra, no necesariamente subirá en las encuestas.

  • Vale recordar que la aprobación presidencial es importante precisamente porque es capital político que le permite a los presidentes cumplir con sus programas de gobierno (sus hojas de ruta). Gobiernos populares son más efectivos en lograr sus objetivos, y gobiernos impopulares son menos efectivos. En cualquier caso, hay algunos problemas con la cuenta pública que van más al fondo del asunto, y que vale la pena advertir. No solo por elementos relevantes para la sobrevivencia (efectividad legislativa) del propio gobierno, sino que también para garantizar la estabilidad más amplia (política y económica y social) del país.
  • La primera pregunta tiene que ver con los recursos para financiar la larga lista de anuncios que hizo el presidente. Está bien que la propuesta esté respaldada por el ministro Mario Marcel (que incidentalmente advirtió en contra de los retiros de fondos de pensiones), pero eso no es garantía de que se cumplan las promesas. El Estado pasa por un contexto económico sensible, habiéndose sometido al gasto público más alto de las últimas tres décadas, y por lo mismo, quedan muchos hoyos por tapar. Y eso sin considerar todos los gastos que vendrían si es que se Aprueba la nueva Constitución.
  • Lo último no es menor, pues si se llega a aprobar la nueva Constitución, los gastos del gobierno tendrán que compartirse con los gastos dispuestos por los constituyentes. Marcel dijo en una entrevista a El Mercurio que “lo que hace la diferencia en esta Constitución es en las cosas que más les importan a las personas, más que en los temas económicos”. Inverosímil. Habría que preguntarle, entre otros, al 42% de los adultos mayores que dice no tener recursos suficientes para llegar a fin de mes (Encuesta AMUCH). Tampoco se entiende cómo se va a financiar un tren entre Santiago y Valparaíso en medio de la compra de tierras para devolución en el sur.

Prometer y no entregar. Las preguntas de gasto público son importantes, porque, como se sabe, es fácil prometer, entregar, y dejar al país a la merced del viento para el sucesor, pero es difícil (e quizás impopular) ser fiscalmente responsable. Pero hay otra combinación que se vuelve relevante a la luz de la cuenta pública. Y esa es la de prometer y no entregar. Pues, si efectivamente se Aprueba la nueva Constitución, y aumenta el gasto público, es probable que mucha de la agenda del gobierno se vea aplazada. Eso sin contar las dificultades que el presidente tendría para cumplir sus promesas si es que gana el Rechazo.

  • No es injusto preguntar cómo se paga y quién garantiza los resultados. Basta ver lo que pasó con las pensiones, que, por la irresponsabilidad del Congreso anterior, que no solo dilapidó una parte importante de la bolsa para pagar jubilaciones (porque era la solución rápida y popular), sino que también contribuyó significativamente a inflar el precio de las cosas. El gobierno de Boric debe evitar este camino a toda costa. El discurso de la cuenta pública probablemente ayudará a recuperar algo de popularidad, pero si no se enriela en la responsabilidad, todo podría ser para nada.
  • Las personas se frustran cuando les prometen algo y no se les entrega. Hay decenas de ejemplos oportunos, pero ninguno mejor que el de las pensiones. Las personas están ofuscadas con el sistema de pensiones porque sus creadores les prometieron algo que nunca les entregaron. Por lo tanto, la única conclusión posible, para las personas, es deshacerse del sistema, sin importar la calidad de su alternativa de reemplazo. Si Boric no entrega sobre lo que promete, dejará un legado de frustración, en la que las personas estarán dispuestas a votar con energía por cualquier persona que no sea él.

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