Existe consenso internacional en que la manera de compararse entre sistemas educativos es a través de una moneda universal en educación que ha demostrado favorecer el desarrollo de los países: los aprendizajes. Si bien el desempeño educativo puede mirarse por diferentes aspectos, comparar conocimientos, habilidades y actitudes a través de evaluaciones estandarizadas es lo que ha demostrado poder mirar qué hacen otros países de la OCDE que logran buenos resultados.
Durante los últimos casi 10 años, Chile ha implementado una serie de reformas educativas que lamentablemente no apuntaban directamente a que los estudiantes obtengan mejor desempeño en sus aprendizajes. Las políticas implementadas fueron dirigidas hacia cambiar el financiamiento y la administración del sistema.
Nuestro país venía siendo exitoso en materia educacional. El tema de la cobertura estaba resuelto y alrededor de Latinoamérica fuimos ejemplares con programas instalados como la Jornada Escolar Completa. Últimamente, hemos estado estancados en materias de aprendizaje según resultados PISA y SIMCE.
Por otro lado, debido a diversos factores y normativas, estamos perdiendo a niños del sistema y cada vez más se normaliza la cancelación de clases por diferentes causas. Sin embargo, si queremos avanzar y mejorar el desempeño educativo, se mencionarán tres factores basados en evidencia que favorecerán a mejorar los resultados de aprendizajes.
Primero, el Banco Mundial afirma que los niños deben llegar preparados para poder aprender. Se deben realizar mayores esfuerzos gubernamentales que apunten a lograr una infancia sana y que se favorezca un buen entorno para su desarrollo antes de comenzar su etapa inicial educativa de manera formal.
En segundo lugar, se argumenta que debe haber disponibilidad de escuelas, pero escuelas de calidad, para que puedan asistir de manera presencial sin interrupciones del servicio educativo en todo el territorio. ¿Qué está haciendo nuestro país para que los niños cuenten con necesidades básicas cubiertas los primeros años? ¿Se ha hecho un catastro de los requerimientos de escuelas y en qué estado se encuentran? ¿Tenemos garantizado el bienestar de los niños y la continuidad del servicio educativo?
En tercer lugar, y el más importante, según un Informe McKinsey, los profesores son los factores intraescuela más determinantes para mejorar los aprendizajes. Cuando se observan países con altos logros en materia educativa, todos tienen el mismo común denominador: buenos profesores. No existe un buen sistema con malos profesores.
Según Lucy Crehan en “Cleverlands”, si se observan diferentes culturas educativas como Finlandia, los profesores tienen una alta y constante preparación y motivación intrínseca. Existe respeto por la autoridad docente y mucho trabajo colaborativo entre pares. Están en un continuo desarrollo profesional y, si no se siguen preparando, se quedan fuera del sistema.
Japón tiene una clara cultura educativa del trabajo colaborativo entre docentes. Específicamente, se los incentiva a trabajar juntos un concepto base que es clave para los siguientes conocimientos. Planifican en grupo las clases maestras que sentarán las bases para futuros aprendizajes y se apoyan en conjunto.
Singapur decidió apostar en educación y en su capital humano para lograr el desarrollo del país, al no contar con recursos naturales. Se cree firmemente en el aprendizaje durante toda la vida y esta cultura de excelencia se aplica a la profesión docente, en que hay un fuerte sistema de desarrollo profesional continuo, lo que los atrae y retiene en el tiempo.
¿Hemos apostado directamente en los profesores de nuestro país para que favorezcan los aprendizajes de los estudiantes? ¿En qué etapa educacional se proyecta inyectar recursos para lograr mejores resultados?
Nuestro país se encuentra en un punto en que se deben tomar decisiones en dirección hacia los aprendizajes de los estudiantes en la etapa preescolar y escolar. Las próximas reformas y políticas educativas que se quieran implementar no deben perder de vista que, lo que logran países con buenos desempeños, lo hacen porque sus programas y esfuerzos se enfocan en la moneda universal que nos hace compararnos con los países que logran buenos resultados: mejorar aprendizajes de sus estudiantes, lo que favorece el desarrollo de cada país.
Sin un crecimiento sostenible que se acerque más al 5%, seguiremos en un ritmo cansino, empeorando en todos los indicadores y año a año seguiremos con las mismas discusiones. Hagamos que las cosas cambien.
Esperemos que quienes nos gobiernen desde marzo 2026 al 2030 no reemplacen una consigna por otra, sino por políticas públicas bien pensadas, con medidas consistentes al objetivo de recuperar la educación chilena en su capacidad de integración social y de formación para la vida.
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