Que no se malinterprete. Cuando hablo de pasar agosto no me refiero al clásico dicho de invierno, sino que a la etapa que se abre una vez pasadas las primarias, para la candidatura oficialista y todos los que van a estar en la papeleta de noviembre.
Si bien los debates recorren un sinnúmero de materias, desde agenda política, económica, social, relaciones exteriores, entre otras; el escaso tiempo disponible deja poco espacio para profundizar en los temas y los grandes titulares e ideas fuerza de cada candidato se roban la película.
Aunque pocos los lean, los programas de gobierno son necesarios y a la fecha todas las candidaturas, necesitan hojas extra para detallar sus propuestas y lineamientos de manera ambiciosa para los próximos cuatros años.
Tomando como punto de partida el debate a propósito de las primarias oficialistas sumado a los guiños que han asomado desde las filas de Jeannette Jara luego de su triunfo, se hace necesario revisar dónde estarán los ejes y tensiones en materia económica.
El primero podría ser la insospechada popularidad de la demanda interna y cómo un impulso a esta gatillaría un mayor crecimiento, lo que se entiende, vendría de la mano de una mayor ponderación del trabajo y los salarios que estimulen el consumo privado. Por supuesto que este argumento no cayó nada bien entre los economistas, quienes apuntan a mejores empleos, mejor remunerados, pero de la mano de la inversión física y en capital humano, junto a la interacción con el resto de los países.
En todo caso, se entiende -y se espera- que los focos de la candidatura oficialista debiesen transitar, al menos en una parte, hacia estos últimos elementos para el desarrollo de Chile. Así, quizás sea mejor mirar a la demanda externa, donde el cielo es el límite.
En segundo lugar, y ligado a lo anterior, está el futuro del mercado laboral. Esto porque la discusión entre protección y flexibilidad se ha mantenido por décadas. Demás está decir que, a pesar del medianamente buen andar de la economía, el mercado laboral se ha quedado atrás, con nula creación de nuevos puestos de trabajo, menos empleos que antes de la pandemia, y alto crecimiento de los costos laborales.
Aunque sabemos que el consenso es que queremos trabajadores en permanente capacitación (para un mundo cada vez más dinámico y cambiante, aunque suene a cliché), mejor remunerados, con elevada empleabilidad y una adecuada protección que les permita capear la ola en ciclos malos; hay otros fenómenos que no permiten avanzar.
Salarios que no conversan con productividad, reajustes de salarios mínimos muy por sobre la dinámica de la economía, nula revisión o actualización de la estructura de las relaciones laborales y pésimos resultados en programas de capacitación, parecen no ser el mejor camino al éxito. Hay variados técnicos en la materia, de un espectro político bastante amplio, que levantan este punto. Quizás sea hora de darle un nuevo aire a los denostados tecnócratas.
Y luego está la madre de todas las discusiones: crecimiento versus reparto. Cuando no se genera riqueza y se quiere repartir, yendo más allá de las restricciones propias de un crecimiento bajo, no queda más que endeudarse. Los resultados están a la vista: un salto sustancial de la deuda pública, escaramuzas entre distintas instituciones que miran estas cifras y, si bien no estamos en la situación fiscal de EE.UU. (aunque tampoco somos EE.UU. en varios aspectos), el punto al que hemos llegado llama a la cautela.
¿Qué hacemos entonces? Buscar crecimiento, que inicialmente estuvo lejísimo de las discusiones políticas, pero que ha reaparecido con fuerza este último año. Falta ponerse de acuerdo en los detalles, pero la lista de prioridades debiese considerar destrabar los cuellos de botella para la inversión, aprovechar al máximo las oportunidades en minería y energía (en sus negocios clásicos y nuevos) que tiren el carro para el resto de los sectores, y revisar -pero en serio- la estabilidad de las reglas del juego.
Lo positivo es que varios políticos, de buena parte del espectro, mencionan que antes de repartir hay que generar.
De acuerdo con las encuestas, los temas que más preocupan a las personas son la seguridad (por amplio margen), el crecimiento, empleo, y luego todo el resto. Ahora, las propuestas económicas van a competir con algo de desventaja frente a las necesarias propuestas en seguridad. Y si bien siempre es mejor una cosa bien hecha a la vez, en esta oportunidad sería bueno que los candidatos (y sus comandos) sepan caminar y mascar chicle al mismo tiempo.
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Corrimiento al rojo. Por Ricardo Escobar. https://t.co/y0B4mBmPZw
— Ex-Ante (@exantecl) July 1, 2025
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