-Hoy la ministra Izkia Siches no pudo ingresar a Temucuicui. El padre de Catrillanca dijo que fue una visita improvisada. ¿Evidencia cierta premura?
-Si les molesta que los visite una autoridad del Estado en el que habitan, o la encuentran “muy apresurada”, basta con no ir a recibirla. Recibirla a tiros significa otra cosa. Este es un caso que hace visible un elemento clave de la política: a veces hay que usar la fuerza para hacer posible el diálogo. La espada de las autoridades políticas no se blande en vano, dice San Pablo en su Carta a los Romanos. Y yo, además de entregarle un apoyo cerrado a nuestra ministra del interior frente a este acto de barbarie, le recomendaría esa lectura, junto con las cartas de Agustín de Hipona relativas a los donatistas.
Y cierro con un ejemplo y otra pregunta: ella decía que quería conversar con Llaitul y la CAM. Y ellos, hace no tanto, habrían estado felices de hacerlo. Pero ya no, porque resulta que les están disputando el control territorial otros grupos, más radicales y cabeza de pistola. Entonces ahora Llaitul ya no puede mostrarse dialogante, ni dialogar. Ahí se ve que, a veces, la fuerza del Estado es precondición del diálogo. Y mi pregunta iría a la ministra Vallejo, que declaró que esto mostraba que la militarización no funcionaba. ¿Ella cree que no funciona por defecto o por exceso? Pues no queda para nada claro al analizar los hechos de hoy.
-¿Cuál es la relación de Boric con los cultos? Criticó la presencia de Ezzati en el Te Deum. ¿El tema religioso es incómodo?
-Sería bueno conocer con más precisión las creencias religiosas del Presidente. Sabemos por la prensa que su madre es católica y que él es un agnóstico que admira a Albert Camus, un ateo cuya ética tenía claros elementos cristianos. Ahora, esta semana quedó claro que, crea lo que crea, se siente presionado por su entorno a tomar distancia del cristianismo.
Antes de la oración ecuménica cristiana participó arrodillado de lo que, desde un punto de vista cristiano, es una rogativa pagana -una especie de idolatría ecuménica, que supuestamente representaba a todos “los pueblos”- y luego acudió a la instancia cristiana mostrando bastante menos interés. Para remate, como la hinchada progresista parece no haber quedado satisfecha con el doble acto, lleva dos días recalcando que estuvo “muy incómodo” en la catedral.
-¿El Te Deum es una tradición que debería eliminarse? ¿Cuál es su sentido actual?
-“Te Deum” significa “A tí, Dios” y es un acto para dar gracias. En Chile se remonta a los primeros tiempos de la República. Las autoridades espirituales y temporales reconocen en él que su poder viene de Dios y piden por cumplir de buena manera con la misión que les ha sido encomendada. Eso, en teoría. En la práctica ha devenido en una cosa bastante torcida, de mutuo reconocimiento de las jerarquías eclesiásticas y civiles, con Dios en cuarto plano.
Por lo mismo, y dado que el Presidente Boric probablemente va a sentirse obligado a maltratar a los cristianos cada vez que pise un templo, creo que las iglesias cristianas deberían evaluar seriamente si quieren seguir o no con esta práctica. Es cierto que en Chile tenemos pocas tradiciones tan antiguas, pero también que una tradición que involucra a Dios y deviene en farsa constituye más bien un insulto y una humillación.
-Al mismo tiempo, Boric vivió su primera polémica por la presencia de Felipe Berríos en un programa del ministerio de Vivienda. ¿Qué lecciones deja este episodio?
-Creo que invita a dos reflexiones. Una es la misma de arriba: el Presidente cedió en dos segundos a la presión tuitera y mandó a Berríos a perderse. La segunda tiene que ver con la Iglesia: Berríos es un exponente más de una larga tradición de curas politiqueros y macucos. Los ha habido de todos los sectores políticos, y muchos han perseguido causas nobles. Incluso, el rostro de uno de ellos aparece en una moneda en la cara donde iba el César.
La cosa es que esa visión del clérigo manipulando los resortes de la maquinaria del poder político y económico le ha hecho un tremendo daño a la Iglesia, además de todo el tema ya abiertamente satánico de los abusos sexuales. El politiqueo clerical instala una lógica de maniobras cupulares que desmoviliza y desmoraliza a los laicos, además de despreciar la potencia de la comunidad eucarística.
Algo de esto toca William Cavanaugh en “Tortura y Eucaristía”, que trata sobre Chile pero, lamentablemente, nunca ha sido traducido y publicado aquí. La cosa es que los cristianos necesitamos replantearnos esta lógica de relación con el poder temporal. Y la época de desprecio y persecución que parece venir, en parte merecida y en parte no, será una gran oportunidad para ello.
-Por otro lado, la libertad de conciencia estaría, según algunos críticos, debilitada en las normas que se discuten en la Convención. ¿Refleja la pérdida de poder de, por ejemplo, la Iglesia Católica?
-A eso me refiero con la persecución que probablemente viene contra los cristianos. La idea es expulsarnos por completo del espacio público. Hace rato que junta fuerza en distintos ataques a la libertad de asociación y de conciencia. Hay sectores importantes de la izquierda que tienen una concepción absolutista del Estado, y ven a las organizaciones intermedias, a la Hobbes, como parásitos en el cuerpo político. Y fíjate lo que se discutirá en la Convención: aborto libre, suicidio asistido libre y, al mismo tiempo, denegar la objeción de conciencia tanto personal como institucional.
Es decir, los médicos cuya ética les prohíba realizar estos actos no podrán trabajar en el sector público. Y las instituciones inspiradas por esos principios tampoco podrán ser parte de la red pública. Hasta los perseguidores romanos habrían considerado brutal que la prueba para participar de una institución estatal fuera obligar al sospechoso de cristianismo a algo así, aunque les parecería blanda la pena asociada. Como sea, esto seguirá. Y los cristianos debemos prepararnos para convertir esta situación en algo positivo para nuestras iglesias, que las renueve después de décadas de decadencia apoltronada.
-Boric no es el primer presidente agnóstico, pero quizá el más distante de las tradiciones religiosas. ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, la institución de los capellanes en La Moneda?
-Buena pregunta. Como dicen los abogados, “el que puede lo más, puede lo menos”. Si se revisan los Te Deum, con mayor razón evaluaría esas capellanías. Yo, sin duda, las retiraría.
-Muchos dicen que Boric debería intervenir en la Convención. ¿En aspectos de libertad de expresión y libertad de culto crees que las normas que se discuten son un retroceso?
-Yo quiero que le vaya bien al Presidente Boric. Chile necesita avanzar. Por lo mismo, le pediría a él y a la izquierda que lo rodea -y que está en la Convención- que realmente evalúen el tema de la forma de pluralismo que el país necesita. Hay muchos temas claves donde no tienen por qué ganarse un conflicto con el mundo cristiano. Te pongo el ejemplo de salud: muchos somos partidarios de un sistema nacional integrado, que refleje que la salud de cada ser humano es igual de valiosa que la de cualquier otro. Pero la cosa cambia con la persecución contra médicos e instituciones de salud cristianas.
Algo similar pasa en educación y en otras áreas. Hay un libro muy bueno de Jacob Levy que se llama “Rationalism, Pluralism and Freedom” donde muestra estas dos almas de la ideología política moderna, la pluralista y la racionalista, siempre en conflicto. Para avanzar, yo creo que necesitamos acuerdos entre esas dos almas. La izquierda, en cambio, parece creer que su racionalismo absolutista puede obtener una rendición incondicional de nuestra parte. Y se van a topar, yo creo, si siguen por ese camino, con muchas sorpresas desagradables.
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