-¿Cuál es tu postura sobre el homenaje de Juan de Dios Vial Larraín, rector de la U. de Chile designado por la dictadura? ¿Su obra merece ser celebrada pese a su apoyo a Pinochet?
-Toda obra merece ser evaluada por sí misma, en primer lugar, y luego en su contexto histórico. En el caso del profesor Vial Larraín, su obra como filósofo es de primer nivel, y ninguno de sus críticos denuncia que ella contenga elementos históricamente reprochables: nunca puso la filosofía al servicio del régimen. Vial Larraín no fue, así, un agente intelectual de la dictadura.
No es, en la clasificación de Mark Lilla, una mente imprudente, tentada por el poder como Platón es tentado por el tirano de Siracusa. Por lo mismo, es irónico que una izquierda, plagada de admiradores de Carl Schmitt, pretenda cancelar a un filósofo y académico cuyo compromiso con el régimen chileno es mucho más superficial y limitado que el del jurista alemán con el régimen nazi.
-Vial también fue representante en la OEA en 1978.
-Obviamente es una pregunta interesante por qué Vial Larraín estuvo dispuesto a aceptar el cargo de representación en la OEA en 1978, tal como ha señalado Carlos Peña, así como su interés por liderar el Departamento de Estudios Humanísticos en la Chile de 1979 a 1981, donde es invitado por Roberto Torretti y Carla Cordua. También resulta notable que fuera designado rector de la Chile luego de la caída de Federici por presión estudiantil, y los logros de esa gestión merecen ser analizados. Nada de esto tiene respuestas obvias, y debería estimular la curiosidad del presente, en vez de funas, cancelaciones y portazos.
-Se suele mencionar el caso de Heidegger, que militó en el partido nazi. Borges y Neruda también han sido refutados por la cultura de la cancelación.
-Heidegger ejerció, si bien brevemente, como un agente intelectual de un régimen totalitario. Pero su obra es mucho más que eso y merece sin duda ser leída. En el caso de los artistas, la distancia entre ellos mismos y su obra es todavía mayor, por lo que su censura es incluso más absurda. Hay buenas razones para despreciar personalmente a artistas como Diego Rivera, Pablo Neruda, Louis-Férdinand Céline o Jacques-Louis David, entre tantos otros, pero su trabajo artístico es de una altura incuestionable. Incluso uno podría pensar así sobre la obra arquitectónica de Albert Speer.
Pretender guiar el gusto estético por juicios políticos es carecer de él. Y lleva, a veces, a ridículos totales, como haberse privado de escuchar a Furtwängler o a Shostakovich por razones políticas, para descubrir finalmente que, en ambos casos, ese compromiso supuesto no era tal. El ciudadano mediocre con mente de funcionario de dictadura que anda por la vida excomulgando la obra de pensadores y artistas según los prejuicios de su época me parece históricamente más temible que la mayoría de los por él cancelados. Ese ciudadano es la materia prima fundamental de toda tiranía.
-¿Cómo calificas la actitud de la rectora de la U de Chile, Rosa Devés, que rápidamente canceló el acto por su centenario, pese a que hubo una larga preparación del evento?
-Es un gesto que puede ser visto como algo mediocre y cobarde, pero que viene también de una rectoría estructuralmente impotente asentada en una universidad en buena medida ocupada por patotas políticas. El rector de la U. de Chile hoy se suma a las patotas, como hizo Ennio Vivaldi (que terminó premiado con la embajada en Italia) o de lo contrario vive en la impotencia temerosa. Dormir en su oficina mientras los estudiantes tenían convertida la Casa Central en una especie de ramada ya llevó al límite el margen de maniobra interno de la rectora Devés.
-¿Qué rol juegan las agrupaciones de DDHH?
-Creo que ya está bueno de validarlas sin evaluar a quién sirven, qué intereses persiguen y qué agendas tienen. El caso Amor, entre otras cosas, dejó a la vista lógicas odiosas, facciosas y demenciales operando en ese mundo.
-¿Cuál es el aporte de Vial Larraín en la filosofía chilena?
-Vial Larraín tuvo una inteligencia potente y bien entrenada en Chile y en el extranjero, que dedicó especialmente al estudio y cultivo de la metafísica. Es un intelectual cristiano que mantuvo, sin embargo, amistad intelectual con un abanico de pensadores que va de Osvaldo Lira hasta Roberto Torretti y Jorge Millas. Luego, no es alguien que se pueda ni que se deba tomar a la ligera. Personajes así hay muy pocos por generación. Y Chile no puede darse el lujo de ser mezquino con ellos.
-¿Qué señal deja a las nuevas generaciones este homenaje cancelado?
-En Chile se ha ido enquistando una nueva beatería progresista en las humanidades y las ciencias sociales a nivel universitario. Con excusa académica, pero con total liviandad y prejuicio, muchos se dedican a la excomunión de los que no se suman al “lado correcto” de la historia. Y le enseñan al estudiante desde primer año que sólo repitiendo la vulgata progresista podrá avanzar en su vida académica.
Esto es palpable en distintos fenómenos, como congresos supuestamente académicos cuyos programas son mero activismo ya ni siquiera disimulado, o una clausura cognitiva ideológica que los hace incapaces hasta el día de hoy de tratar de explicar fenómenos como el triunfo del rechazo el 4S sin recurrir a teorías conspirativas.
-Las encuestas delatan una desconfianza creciente en las instituciones. Las universidades, aparentemente, hasta ahora se salvan de esta crítica.
-Las universidades se han salvado porque, hasta ahora, estaban fuera de la retina pública. Eso está cambiando porque hoy nos gobierna básicamente la FECH, la élite política universitaria, y no está dando el ancho. Y también porque la masificación a la mala de la universidad, que cuesta miles de millones de dólares cada año, va terminando de degradar el ideal meritocrático.
Eso lo abordo en mi ensayo “Sueños de cartón”, cuyas tesis principales han sido reforzadas por la evidencia empírica que va apareciendo, a pesar de ser duramente criticado por quienes prefieren mirar los promedios generales del retorno de los estudios superiores antes que la distribución de ese retorno y sus efectos políticos y sociales.
-¿Cuán profundo puede ser este malestar a las elites acentuado por el caso Audio?
-Algo importante que digo en ese librito, siguiendo a Peter Turchin, es que las élites chilenas están sobrepobladas y en lucha total, lo que estimula saltarse las reglas, llevando a casos de corrupción o legitimando la violencia para avanzar o mantener el propio poder, absorbiendo cada vez más recursos del conjunto social. Las guerras, lo sabemos, son caras. Ahí están todos metidos y enroscados, cada uno, como el Presidente Boric apuntando a Hermosilla, tratando de decir “la élite corrupta son los otros”, y eso genera un profundo desprecio en el ciudadano promedio, que espera acuerdos y respuestas más o menos razonables, con plazos y evaluaciones.
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[Confidencial] El libro que relata la relación entre Pinochet y el criminal nazi Walter Rauff
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