-Si Lula gana en Brasil en primera o segunda vuelta, se dará algo único en la historia de América Latina, ya que los 4 países más poblados de la región (Brasil, México, Colombia y Argentina) estarán gobernados por la izquierda… a los que podríamos agregar Chile y Perú. ¿Cuáles son las razones de este fenómeno?
-Es menos un giro ideológico que una respuesta a los gobiernos anteriores que no produjeron resultados y fueron decepcionantes en su gestión.
Entonces la gente busca alternativas y el patrón ha sido que los últimos gobiernos de centroderecha no han tenido gestiones muy exitosas. Esto ha sido más un rechazo a los mandatarios en ejercicio que un gran apetito por la izquierda.
Pero también es cierto que la región está pasando por un mal momento. Ya estaba pasándolo mal antes de la pandemia, pero se ha acentuado con la crisis sanitaria especialmente en el reto de reducir la pobreza y la desigualdad.
Creo que los líderes de izquierda han tenido propuestas con eco en las poblaciones como en el caso de Lula por sus dos presidencias que fueron exitosas y donde él salió con casi un 90% de aprobación. La gente recuerda eso.
-Pero cuando ganó Jair Bolsonaro cómodamente en las elecciones de 2018 había tres ejes claves que ayudaron a su triunfo: la inseguridad, la crisis económica que ya estaba golpeando a Brasil y una clase política muy manchada por acusaciones y actos de corrupción, donde estaba Lula. ¿Qué pasó para que hoy veamos a todas las encuestas vaticinando un triunfo de Lula en primera o segunda vuelta?
-En estos tres retos que mencionas, los resultados de Bolsonaro no han sido positivos, sobre todo en la economía, con una inflación muy elevada y altas tasas de pobreza y desempleo, a pesar de que él ha gastado mucho últimamente.
Y en cuanto a Lula, pese a que estuvo en la cárcel por acusaciones de corrupción, la gente cree que -por sus gobiernos previos- tiene un antecedente de que es capaz de aliviar los problemas económicos durante su gestión. Aunque las condiciones son dramáticamente distintas hoy que en la primera década del siglo cuando él gobernó.
Además creo que Bolsonaro ha polarizado a la sociedad brasileña de una forma muy crispada y ha creado un clima tóxico. A nivel internacional, él está aislado. Y Lula mostró que quiere levantar el perfil de Brasil en la región y el mundo como actor relevante. Además, no se puede subestimar el tema del Amazonas especialmente importante para los jóvenes brasileños, donde Bolsonaro ha sido brutal.
Hay una combinación de factores aunque también es cierto que en general en la población no hay gran entusiasmo por Lula y por su partido que no es muy popular y tiene una imagen de corrupción. Pero en las elecciones hay que definir entre dos opciones y estamos en una América Latina donde enfrentamos a veces dos opciones que no generan mucho entusiasmo ni consenso en la población y se elige “el mal menor”. Pasó en Colombia, en Perú y hasta en Chile hubo mucho voto “anti-Kast”.
-Comentabas que no es el mismo escenario de hace 20 años. ¿Cuál es el escenario que enfrentaría Lula en caso de ganar?
-Es un escenario muy complicado por la situación económica. Hay un problema de déficit fiscal enorme y la interrogante es cómo el va a responder a las expectativas y demandas de su base manteniendo una disciplina fiscal. No es muy diferente a lo que enfrentan otros países de la región, pero en Brasil es dramático este déficit.
Hay que ver qué plan tiene para bajar la inflación que es muy alta. Y también en un posible gobierno de Lula habrá amenazas de los “Bolsonaristas” que no van a desaparecer y no lo van a reconocer como Presidente legítimo como pasó en Estados Unidos y Perú. Enfrentará una sociedad muy polarizada con mucho rencor y desconfianza.
No me cabe duda que durante los primeros meses de su mandato va a convocar a una reunión de mandatarios de Sudamérica, pero su capacidad para hacer un proyecto de integración regional robusta y activa va a ser limitado porque tendrá sus manos trabajando en el flanco interno. No está claro entonces hasta qué punto puede avanzar en proyectos regionales. Lo único que veo factible es avanzar en forma coordinada sobre el Amazonas porque es una preocupación global.
-¿Cómo ves el posicionamiento de los gobiernos de izquierda en la región con respecto a la situación en países como Venezuela o Nicaragua? No hay muchas voces críticas.
-Creo que en ese punto Boric está bastante solo. Apoyo su posición crítica en este tema. Me parece correcto y valiente. Es un gobierno de izquierda que toma una posición clave con respecto a dictadores de izquierda como son los de Venezuela y Nicaragua.
Yo no esperaría lo mismo de Lula por convicción propia y también por su partido que tiene elementos mucho más radicales y afines sobre todo con Venezuela. Lamentablemente creo que Petro tampoco lo hará, ahora que está abriendo relaciones con Venezuela y de que sabemos que en un voto importante en la OEA se abstuvo en relación a Nicaragua.
-Y en el caso de Estados Unidos, claramente no existe por parte de Washington la presión hacia Maduro que vimos hace 2 o 3 años.
-Estados Unidos ha tenido ahora una posición más pragmática en relación a Venezuela, reconociendo que la apuesta de Juan Guaidó (como Presidente encargado) no resultó y terminó y hay que tratar con Maduro. Las críticas siguen siendo fuertes en temas como democracia y derechos humanos y eso no ha cambiado. Y no creo que vayan a aumentar las sanciones.
Se está enfocando en temas humanitarios en vez de hablar de cambio de régimen, reconociendo que él puede durar hasta la próxima elección en 2024. La guerra de Ucrania ha hecho también que la administración Biden haga algunos acuerdos dentro de las sanciones en relación al petróleo, sobre todo con la empresa norteamericana Chevron, que sigue activa en Venezuela.
La mayoría de los gobiernos de América Latina no tienen entusiasmo ni apoyan a Maduro pero reconocen la realidad y es que la oposición está en una posición bien compleja y débil. Lo que estaba esperando todo el mundo -y yo hablé con muchos gobiernos- fue que hubiera un líder capaz de contrarrestar a Maduro. Y apareció Juan Guaidó en enero de 2019 con más de 60% de apoyo.
Estados Unidos cometió muchos errores. Amenazar a Maduro y mandar mensajes a las Fuerzas Armadas pidiéndoles que abandonen a Maduro generó el efecto totalmente contrario. Y luego lo que pasó en la frontera (el acto de Cúcuta en febrero de 2019) fue muy mal pensado estratégicamente. No tuvo mucho sentido y no se coordinó bien.
Maduro cumplirá 10 años en el poder en marzo. Cuando llegó, aquí en Washington se comentaba que tenía los días contados. Se subestimó la capacidad de Maduro de sobrevivir.
-¿Existe una preocupación en Estados Unidos por este viraje a la izquierda de América Latina? El secretario de Estado Antoni Blinken hará esta semana una gira por Chile, Colombia y Perú.
-En los centros republicanos y sobre todo por parte de los “halcones” de ese partido como (el Senador por Florida) Marco Rubio y en algunos del Partido Demócrata como (el Senador por Nueva Jersey) Bob Menéndez sí hay preocupación, pero no creo que exista en la administración Biden porque es una izquierda que no busca tener relaciones hostiles con Washington.
Ni Boric, ni Castillo ni Petro las buscan. En su viaje de esta semana a estos países, el mensaje de Antony Blinken va a ser muy claro: que Estados Unidos está abierto y dispuesto a colaborar con gobierno de izquierda pero que es importante respetar el estado de derecho, las instituciones democráticas y los derechos humanos. Yo creo que, de los 3 países, el que más se enmarca en esa expectativa en la administración Biden es Chile.
En el caso de Castillo, está abrumado por sus problemas domésticos y no tiene mucho perfil de política exterior. Son 3 países de la Alianza del Pacífico y en ese sentido es importante que impulsen el comercio para aliviar la situación económica y a atacar la pobreza y la desigualdad. Ese será otro mensaje de Blinken en su viaje.
-La región comenzó a perder importancia hace más de dos décadas en la agenda de Estados Unidos y eso no se ha recuperado.
-Estados Unidos está enfocado en Rusia y la guerra de Ucrania y ocupa todo su capital político en este tema. Así como también está muy enfocado en China y Asia Pacífico. Y a pesar de que Biden es el Presidente con más conocimiento y experiencia en América Latina por su trabajo en el Senado y en la vicepresidencia de Obama, él no tiene la capacidad de dedicar mucho tiempo a la región y él mismo lo reconoce.
A él le gusta y le importa la región, pero las circunstancias no se lo permiten. No hay dinero ni interés por grandes iniciativas. Se ha reducido la influencia en la región desde el fin del gobierno de Bill Clinton. Todos los temas necesitan recursos y no están dentro de las prioridades políticas.
-El otro tema pendiente en América Latina es la integración.
-La pandemia fue un test para la región. Si uno piensa en un tema que podría haber movilizado una coordinación e integración es la pandemia. Y no pasó nada. Cada uno funcionó por su lado. Entonces, estamos en un momento donde a pesar de que a nivel conceptual sabemos que la coordinación y la integración favorece a todos, los gobiernos están más concentrados en la agenda doméstica.
Eso podría cambiar un poco con el liderazgo de Lula, que tiene el potencial de asumir ese papel, pero todo va a ser muy difícil porque los temas domésticos son abrumadores y complejos y cada uno quiere sobrevivir políticamente. Yo no soy muy optimista sobre esto.
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