-Santiago será invitado especial de la Feria del Libro de Buenos Aires. Diamela Eltit, Alejandra Costamagna, Alberto Fuguet, se mencionan entre los que irán.
-Veo que mucha gente mayor no va. La mayoría es del oficialismo. Pero no invitan a Carlos Franz, por ejemplo, a nadie que no piense en esa línea.
-Entre otros temas, va a estar dedicada a los 50 años del golpe y al estallido social. ¿Cuál es tu expectativa?
-Me encantaría que fuera transparente todo. Es un momento importante ser protagonista de la FILBA. Entonces, supongo que el gobierno se lo ha tomado muy en serio. Con pluralismo, pese a que llevan una agenda clara oficialista. En Chile se sabe todo por debajo. Sería bueno que sepamos finalmente todos los que van.
Son los 50 años del golpe y el estallido social, por eso sería interesante saber cuál es el diseño de la propuesta. Qué autores van a ir, con qué libros, qué editoriales. Como cuando Chile fue invitado a la Feria del Libro de Guadalajara. Se sabía, había una transparencia. La persona encargada era Beltrán Mena, todo era transparente. Ahora me llama la atención la opacidad de la organización y del Ministerio de Cultura.
-¿Tienes miedo de que sea manipulada políticamente? ¿Una cierta visión del estallido social o del golpe?
-Mientras no lea algún texto, no puedo aseverar nada. Pero es curioso que siendo Santiago el tema invitado, hayan escogido algo que es de importancia nacional, como el golpe, que no fue solo santiaguino sino de todo Chile. Entonces, esa explicación no la conozco hasta ahora. Lo del estallido social también me gustaría saber si van a llevar todos los libros que se escribieron sobre el estallido. ¿Los críticos y los favorables? ¿Y van a haber mesas redondas con gente que piense distinto? Espero que no sea tan políticamente correcto.
-¿Sabes algo de cómo se está armando la propuesta?
-Entiendo que hay un grupo de personas del Ministerio de Cultura que está a cargo. Lo que sí me parece increíble es que haya tan poco información por parte del Ministerio. No por nada la ministra no está muy bien evaluada: quizás porque no comunica bien. Esto podría ser un evento del cual los chilenos se pueden sentir orgullosos o avergonzados. Es una inversión económica, humana, cultural importante.
-Hablando de corrección política, ¿qué piensas sobre esta idea de sacar palabras supuestamente impropias a las obras de Roald Dahl?
-Yo creo que en el futuro cercano van a existir dos obras: las canceladas y las no canceladas. El original y la versión purgada. En general en la historia de la filología, que es el estudio de los textos, se sabe que en el pasado también hubo cambios por asuntos religiosos, pero que en todo caso tienden a no perdurar.
La Iglesia intervino ciertas obras en la Edad Media. Pero esas obras intervenidas terminaron pasando a ser como secundarias, una curiosidad. Pienso que va a pasar con lo de Dahl algo equivalente. Van a estar las obras de él originales. Y va a haber otra versión corregida para un determinado público. Y eso se puede repetir en otros títulos en la medida en que sea un negocio.
-¿Es una medida comercial?
-Claro. No hay que olvidar que hay un negocio acá. Que es un negocio que tiene que ver con los colegios. Esto no se está haciendo para complacer obviamente el mundo intelectual sino que se está haciendo para complacer a un mundo de la academia, que en el fondo ha diseñado la educación norteamericana actual y que tiene ciertos requerimientos.
Entonces están acomodando obras para que sean compradas. Es una cuestión comercial, no más. Es para abrirse a nuevos públicos. Diría por ejemplo, que en el caso de Roald Dahl, las palabras que son atributos físicos que son eliminadas es para enganchar a un nuevo público. Para llamar la atención, un método de publicidad. O sea la cancelación también es una forma de publicidad. Cancelamos a Roald Dahl, pero te traemos la versión nueva aprobada. Es una estrategia comercial.
-¿Y eso puede pasar con autores como Neruda, por ejemplo?
-Depende lo de las fundaciones, en el fondo de los herederos. En el caso de Dahl son sus sucesores los que han tomado esta determinación. Pero me imagino que, por ejemplo, la Fundación o los que están a cargo de la obra de Patricia Highsmith no van a hacer eso, porque perdería toda la gracia que significa leerla. Yo supongo que la poesía es bastante más complicado hacerlo que en la prosa.
Pero quizás en el día de mañana aparezca un libro, Las memorias de Neruda, en la versión original y la versión censurada. La gente puede elegir entre una y la otra. Por ambas vas a pagar derecho de autor y son dos formas de vender el mismo producto. Ahí hay algo comercial que no se ve a simple vista.
La corrección política es un negocio. Hay gente que vende más ejemplares, menos ejemplares, dependiendo un poco de su línea ideológica. Entonces los autores se empiezan a acomodar y las editoriales también, y a sacar estos nuevos productos.
-¿Pero esto significa un deterioro artístico de la obra?
-Sí, pero el caso de Roald Dahl no es tan grave porque tampoco es un escritor tan importante. Si esto se lo estuvieran haciendo a Virgilio, sería un escándalo.
-¿Crees que hacia allá va la industria editorial?
-Una parte, sí. La industria editorial es súper grande en Estados Unidos. Entonces, una transnacional va a tener sellos correctos, sellos políticamente incorrectos, sellos censurados, colecciones de clásicos no censurados. Para todos los gustos. Aquí se está abriendo un mercado. Eso es lo que yo veo. Se llama la atención sobre un autor y a ciertos niños que no leían los hacen leerlo; a la vez gana plata este autor y se posiciona para meterse en el sistema escolar norteamericano que es muy importante. En Santiago de Chile son 2000 o 3000 ejemplares.
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