Diciembre 23, 2022

Martín Caparrós y el legado del Mundial en Argentina: “Si entendemos que somos lo más grande del mundo, es otro desastre”

James Gatica Matheson

El reconocido periodista y escritor argentino radicado en España, Martín Caparrós, celebra el triunfo de la “Scaloneta”, pero es crítico de que las energías dispuestas en las celebraciones populares sean también invertidas en buscar metas comunes para los problemas profundos de Argentina. Además enfatiza la “dramática” realidad y “degradación” política que vive el país trasandino.


– El himno no oficial del mundial para los argentinos fue la canción “Muchachos” y, en una de sus estrofa dice “no te lo puedo explicar, no lo vas a entender”. ¿Por qué le es tan difícil poner en palabras la importancia de ganar una tercera Copa del Mundo para los argentinos en este particular momento que vive el país?

– Yo no creo que cueste tanto ponerlo en palabras, hay que intentarlo. Si uno da por sentado que el otro no lo va a entender es porque uno no es capaz de explicarlo como corresponde o porque de alguna manera menosprecia al otro. Para mi esos dos versos me parecen la caricatura de lo argentino que por mucho tiempo circuló: agrandados. “No te lo voy a explicar porque no vas a entender.” Me parece un verso tristísimo, pero así es la alegría.

– ¿Por qué entonces las celebraciones viscerales de los últimos días?

– Yo no lo sé, no te lo voy a explicar porque yo no lo entiendo, no porque vos no lo vas entender sino porque yo no lo entiendo. Me parece una pena que el mayor acontecimiento de masas de la historia de la República Argentina sea el festejo de que unos muchachos ganaron unos partidos de fútbol.

Me parece interesantísimo que los muchachos hayan ganado los partidos de fútbol, yo estoy contento con eso, yo los seguí, escribí sobre eso y demás. Pero que eso, insisto, sea el mayor acontecimiento popular del país de la historia argentina me parece tremendo. Hay tantas cosas que deberíamos solucionar y que necesitan de ese grado de energía de movilización y de ganas que me resulta un poco triste que sea esto lo que lo produce y no todas esas otras necesidades.

– La ilusión de un triunfo se ha transformado en un “bálsamo” para los profundos problemas de los argentinos. ¿Es el Mundial un mes de pausa de la realidad?

– Yo no vivo hace 10 años en Argentina, no soy el más indicado para opinar sobre esto, porque no lo palpo todos los días. Pero efectivamente, aun así, sigo de cerca lo que pasa allí y está claro que la situación es más dramática que nunca en la historia del país: 40% o 50% de pobreza, es una cosa que nunca había existido. Sí, se puede poner en pausa y que bueno tener una alegría de vez en cuando. Pero insisto, ¿por qué no conseguimos utilizar toda esa energía para fijarnos unas metas comunes y tratar de caminar hacia ellas?

– La Selección argentina no fue a la Casa Rosada, no recibieron el saludo del presidente Alberto Fernández. Algunos dicen que es por el espíritu apolítico de los jugadores, otros acusan a la falta de garantías de seguridad que obligó a evacuar a los campeones del mundo en helicópteros. ¿Qué tanto hay de política y de la “ancestral grieta” argentina en eso?

– El tema de la seguridad es una tontería porque obviamente es mucho más seguro poner a los muchachos en un par de helicópteros y llevarlos a la azotea de la Casa Rosada que meterlos en unos micros donde van entre tres millones de personas, algunas de las cuales se les tiraban encima. La cuestión de la seguridad es totalmente inverosímil.

Sí, hay una cuestión política, pero el problema es convertir un evento que debería ser institucional, oficial, que siempre lo fue: que los jugadores de fútbol o cualquier otro deporte, los deportistas que consiguen un triunfo internacional son recibidos en la Casa Rosada, como los recibe aquí en España en Rey o el Jefe de Gobierno, como en cualquier otro país lo mismo.

La Argentina está tan fragmentada y enconada que lo que debería haber sido un trámite administrativo común, en el que nadie tenía que poner ningún otro elemento, se convirtió en una cuestión de banderas políticas, de trincheras. “Si van, es no sé qué, y si no van, es no sé cuánto”. Es una muestra más de la degradación de la situación política en Argentina.

– Ad portas de un año electoral, ¿qué provecho político podría haber sacado el peronismo y el kirchnerismo de una foto de Alberto Fernández con Lionel Messi saludando desde el balcón de la Casa Rosada hacia la Plaza de Mayo? Habría sido icónico como el 86 con Maradona, ¿no?

En 1986, Raúl Alfonsín no salió al balcón y no estaba en las fotos. Ahora Alberto Fernández habría ofrecido lo mismo, no salir al balón, no salir en las fotos. Pero en el 86, Maradona y la Selección visitaron la Casa Rosada, como era normal que hiciera cualquier deportista que había conseguido un triunfo importante. Luego Alfonsín perdió las elecciones, no presidenciales, pero sí legislativas. Alfonsín las perdió por muchísimo. La idea de que porque en un año la Selección salga campeona al año siguiente quien gobierne va a ganar las elecciones está desmentido por el único caso que eso sucedió. No forma parte de esta idea, entre mágica y estúpida, de la política que circula en la Argentina.

– En su última columna en El País, usted dice: “Hace tanto que no conseguimos nada de lo que nos proponemos. Pese a los intentos, la Argentina va de mal en peor”. ¿Por qué a Argentina le cuesta tanto cumplir lo que se propone?

– Una vez más no lo sé. No es que no te lo pueda explicar, es que no lo entiendo. Supongo que tiene que ver con estas divisiones, con esta clase política que no propone programas sino sólo formas de perpetuarse en el poder, con la incapacidad que hemos demostrado en las últimas décadas de ponernos de acuerdo en una o dos metas claras.

Conseguimos dos o tres metas claras, saber qué necesitamos hacer para que el país mejore. Dentro de esas metas por supuesto que van a haber algunos que van a perder un poco y otros que van a ganar mucho. Consiste en eso, en consensuar ciertos objetivos razonables y tratar de obtenerlos. Yo citaba antes de que ninguno, el hecho de que en Argentina haya millones de personas que no comen suficiente cuando la Argentina se dedica básicamente a producir alimentos. Encontrar objetivos comunes y concretos y decidirnos trabajar para ellos, pero no lo hacemos. Y lo que hacemos es arruinar cada vez más todo. Hay algo ahí que realmente no lo entiendo.

– En los últimos 30 años, cinco países han ganado siete Copas del Mundo, y en seis de esos años el país campeón registró un aumento de su PIB. Sin ser economista, evidentemente, pero desde una perspectiva social y cultural, ¿es viable que este triunfo mundialista estimule la productividad de los argentinos y esto ayude potencialmente a su economía?

– Lo dudo, porque la economía argentina no depende del contento de los argentinos. Depende de que, al menos, un tercio de la población que está fuera del aparato productivo, que no tiene empleos legales, que no consigue reunir el dinero suficiente para vivir con un mínimo de dignidad y por otro lado los que sí tienen dinero no confían en la Argentina, con toda razón, pero porque es lo que ellos mismos produjeron como país.

Argentina no tiene siquiera una moneda en la que los argentinos confíen. Cualquiera que tiene $100.000 pesos los quiere poner en dólares porque nadie sabe si dentro de dos meses van a valer cien o setenta. Entonces, me parece difícil que un Mundial arregle el hecho de que es una economía descarriada con un tercio, por lo menos, de la población totalmente fuera del sistema productivo viviendo de limosnas del Estado y con los que podrían dinamizar esa economía, en general, están desconfiados y prefieren guardarse el dinero bajo el colchón o en otro país.

– Estos días se ha dicho que estamos viendo el fin de la “era Maradoniana” y el inicio de la “Messianica”. En el caso de Messi la gente no se ve en la obligación de separar su vida privada de la de astro del fútbol. Messi cumple con las expectativas de figura familiar, capitán del equipo, mesurado en su discurso e ideas. Una narrativa diferente a la Maradona. ¿Es Lionel Messi el “líder absoluto” por su integridad?

– A mi eso me parece relativamente discutible. Messi era tan íntegro y tan buen padre de familia hace cuatro años como ahora, y hace cuatro años la mitad de los argentinos no lo quería. Lo que hizo que lo quisieran no es que sea íntegro y ser padre de familia, es que consiguió finalmente ganar un par de copas. No nos engañemos. El hecho de ser íntegro y ser padre de familia viene como una yapa, como la guinda de la torta.

Lo que le importa a la gran mayoría de los argentinos es que ahora sí produjo los resultados que esperaban de él. Si además es íntegro y padre de familia, es mejor así. O peor, porque ahora se habla mucho que se “maradonizó” y que eso hace que la gente lo quiera más. La Vicepresidenta [Cristina Fernández] le mandó un tuit donde lo que subrayaba era lo que le había dicho al holandés “¿Qué mirás, bobo?”. Se “maradoniza” en otra proporción, en su vida pública, en su rol de capitán, suponemos que no en su vida privada, que era lo más dramático de la historia de Maradona.

– ¿Qué le deja este triunfo a la Argentina? ¿Cuál diría que es su legado?

Es difícil saber ahora. Yo miraba imágenes del festejo de estos días y veía gente diciendo: “Somos los mejores del mundo. Ahora sí todos saben que somos los mejores del mundo, que Argentina es lo más grande”. Si eso es lo creemos haber entendido con este Mundial -que somos los mejores del mundo o que Argentina es lo más grande- es otro desastre. Si lo que entendemos es que vale la pena fijarse ciertas metas, buscarlas, que si hay alguna posibilidad de que nos unamos alrededor de ellas habrá servido para algo, pero por el momento yo dudo bastante que así sea.

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