-Después de la derrota empezaron las recriminaciones sobre las causas de esta diferencia tan grande con Boric. ¿Qué fue lo que falló?
-Hay varias cosas para mirar hacia delante, no tiene mucho sentido quedarse pegado mirando para atrás. Siento que en general, los partidos políticos no han hecho la pega: si revisamos, no hay ningún documento en que el sector, dirigentes sociales, hayan hecho una reflexión para entender el estallido de 2019. No hay nada. Probablemente si seguimos así, no haya nada respecto de la derrota del sector desde la primaria en adelante.
-¿Cuáles son las lecciones de la derrota?
-Fue una derrota brutal. Y la primera lección es que hay que terminar con el hermetismo y el verticalismo de los partidos político de la centroderecha. Y empezar a tener un debate mucho más horizontal y profundo, respecto de las causas del fracaso, que muchas veces los partidos no enfrentan y las miran pasar por el lado.
-¿Qué propones para cambiar este verticalismo?
-Hay que hacer un cambio en el funcionamiento de los partidos, terminar el verticalismo y el hermetismo. Lo que suele pasar es que tras una derrota tan contundente, lo inmediato es salir con una cuña de un dirigente y con eso dar casi por zanjado el debate que tiene que ser mucho más profundo.
-Es decir, en la derecha ¿falta diálogo desde abajo y menos imposición desde arriba?
-Eso creo. Necesitamos avanzar a fuerzas colectivas más horizontales. Si ves lo que ha pasado con el Frente Amplio, poco importa quién lo preside; son pocos saben quién es el presidente o la directiva. Es una fuerza mucho más horizontal y eso encaja más con las ansias de participación que hoy tiene la ciudadanía. La gente ya no quiere más partidos a la antigua funcionando.
-¿Piensas que el discurso por el orden y la economía no bastan?
-Hay una cosa de fondo, una cosa de contenido, que percibo en la derecha de Chile y en el mundo: está haciendo una política fría, alejada de los sentimientos y los sueños de las personas. Y en eso debemos enmendar el rumbo rápidamente. Esto es una cosa no solamente de Chile sino en general de lo que está pasando con la derecha a nivel internacional. La derecha es muy buena para plantear sus diferencias frente a la izquierda o para dar una solución rápida a un problema que pueda estar afectando a una persona o a una familia. Pero es muy mala y ha sido muy mala para empatizar con dolores de la ciudadanía, que aún los afligen por problemas no resueltos. Creo que en eso tiene que enmendar el rumbo porque la derecha en Chile y en el mundo está haciendo una política fría, alejada de los sentimientos y sueños de las personas.
-Tuviste una polémica con Desbordes cuando dijo que Sichel no tenía lugar en la coalición. ¿Crees que su liderazgo debe estar incluido en Chile Vamos?
-La polémica con Desbordes fue más amplia. Lo que a mí no me gusta de Desbordes es que, en el minuto de una derrota como la que tuvimos, parte por excluir. Creo que tenemos que partir por sumar. Aquí hay un sector muy grande, que va a ser oposición al gobierno del Frente Amplio y el PC, y la tarea que será ardua. Tenemos que ser capaces de trabajar al menos coordinadamente y rn aquellas cosas que tenemos diferencias, respetarnos y potenciarnos. Pero esto de salir al día siguiente de una derrota a decir que esta persona no cabe en una coalición, una coalición que fue brutalmente derrotada, creo que la actitud tiene que ser otra. Como hacemos para que quepan muchos aunque no compartamos 100% las mismas visiones. Por eso digo que hay que acabar con el verticalismo.
-¿Qué te parece el reconocimiento de Briones de haber votado nulo?
-No comparto esa declaración. Lo que tenemos al frente, un gobierno del FA y el PC es demasiado grave como para eludirlo. Independiente de las diferencias, había algo mayor que estaba en juego, y por eso toda la centro derecha se unió y trabajó por Kast, aunque no fuera el candidato ideal.
-¿Qué tipo de oposición debería ser la centroderecha?
-Siempre he creído que el rol de la oposición tiene que ser servir al país, más que estar permanentemente tratando de conquistar el poder. Hoy nos toca ser oposición y por lo tanto nos toca plantear nuestras ideas y diferencias con firmeza, pero al mismo tiempo contribuir en lo que más se pueda. Porque si al gobierno la va bien, a todos los sectores les va bien, especialmente a quienes más problemas tienen. Eso es oposición constructiva.
-¿Cómo has visto las señales del presidente electo y su rechazo a la invitación de Piñera a Colombia?
-No ha dado señales sobre qué acentos va a tener su gobierno. Ha dado señales en contra de algo como fue la invitación del presidente Piñera. Lo que echamos de menos son señales proactivas de él. En materia de dar estabilidad, especialmente ayudarían el nombramiento de Hacienda y en Relaciones Exteriores. Más que rechazar un viaje o una invitación, necesitamos saber con qué criterios o quién va a dirigir las relaciones exteriores y lo mismo en materia económica: quién va a ser su ministro de Hacienda. Él está dirigiendo una coalición en que ha habido tantas diferencias entre lo que fue su programa de primera vuelta y el de segunda vuelta que sería importante conocer con que criterios va a gobernar.
-¿Te preocupa esta sintonía entre el gobierno y la Convención? ¿Que el verdadero gobierno de Boric empiece una vez que se apruebe la Constitución?
-Es fundamental que quienes tienen la hegemonía en la Convención entiendan que lo que se está redactando es una Constitución llamada a regir por décadas y no un programa de gobierno ad-hoc para el presidente recién elegido. Uno entiende que el gobierno de Boric va a tener por así decirlo dos tiempos: el primero hasta el plebiscito de salida y el segundo de implementación de la nueva Constitución. Lo que no se entendería es que se hiciera una carta a la medida del gobierno.
-Hay una mayoría de izquierda en la Convención. ¿Existe un riesgo de sesgo ideológico en la nueva Constitución?
-Aquí hay una paradoja: Las grandes críticas que le hace la izquierda a la Constitución vigente son básicamente que representa a unos pocos y excluye al resto. La segunda crítica es que tiene cerrojo y por lo tanto es muy difícil de reformar. La tercera crítica es que impondría un modelo económico único. La nueva Constitución, en la cual la izquierda tiene hegemonía para redactar, va a caer en esos mismos errores: es decir, va a representar solo a algunos, va a ser difícil de modificar, y va a imponer un modelo económico único. Eso sería una Constitución de revancha y no una llamada a regir el país por las próximas décadas. Espero que esta Constitución no repita los vicios que ellos le achacan a actual. Y que sea una Constitución que represente a todos; que ningún sector se pueda sentir excluido y que permita la alternancia en el poder y la existencia de ciclos políticos diversos. El temor es que la nueva carta sea hecha a la medida del presidente y de la izquierda.
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