El ganador del Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel, Friedrich Hayek, en su clásico ensayo, “el uso del conocimiento en la sociedad”, recalca el rol de los precios como mecanismo de transmisión de información en una sociedad libre. Éstos reflejan la escasez relativa de bienes, servicios, capital y conocimiento. Ellos permiten el cálculo económico y la consecuente asignación de recursos en contextos de escasez.
De alguna manera, se puede realizar una analogía similar con los precios de los activos financieros, con la salvedad de que éstos no reflejan tanto la escasez relativa instantánea, sino la inter temporal y, por lo tanto, son mucho más volátiles que los precios de las papas o los zapatos, dado que el cálculo económico sobre flujos futuros está cargado de incertezas.
De esta manera, la observación de la evolución relativa de los precios de los activos financieros nos entrega una película de cómo están evolucionando las perspectivas de los agentes económicos en relación al valor esperado de esos activos y sobre los probables escenarios macro y microeconómicos que esos valores implican.
El último mes nos entregó una interesante evolución en los precios de acciones, bonos y materias primas en un contexto de relevantes episodios macro políticos. En primer lugar, se debe destacar la evolución de los precios del petróleo en medio de un creciente conflicto en el medio oriente. En otros episodios similares era normal que el precio del crudo se disparara. Hoy, aunque se ha recuperado del punto mínimo de 12 meses alcanzado a mediados de septiembre, el petróleo ha caído un 10% en el último año.
Diversas causas están detrás de la debilidad del precio de la energía. Por un lado, la debilidad de la demanda, en especial de la China. Ello como reflejo de un débil crecimiento en el consumo interno, pero también como consecuencia del stock de autos eléctricos en China que probablemente ya comienza a mermar la demanda por combustible. En junio se vendieron más de 1 millón de autos eléctricos en China, un incremento de 9% en relación con el año anterior. Este mercado es sin duda el líder mundial de esta mega tendencia, junto a los países nórdicos.
A la debilidad de la demanda, se debe agregar una mayor oferta de petróleo proveniente de nuevos descubrimientos (Guyana, Brasil, Shale en Estados Unidos) y también un récord de producción de grandes países. Las sanciones no le han impedido a Rusia o Irán seguir exportando grandes cantidades. Recientemente Arabia Saudita anunció su intención de volver a ganar participación de mercado, aunque ello sea a costa de una caída en el precio. Sin duda, eso es un reflejo de un mercado con exceso de oferta y en donde el gran país árabe ha tenido que ceder producción para evitar mayores caídas. Paralelamente, el mercado parece asignarle una baja probabilidad a que el conflicto entre Israel e Irán (y sus proxies) se transforme en un desastre petrolero.
En segundo lugar, es destacable el impresionante rebote en las acciones chinas, hasta hace poco señaladas como ininvertibles. El cambio en el relato no deja de sorprender. Los índices accionarios chinos se incrementaron más de un 25% en pocos días a fines de septiembre, como reacción a un paquete de medidas anunciadas por sus autoridades para tratar de ponerle un piso al deterioro económico de la nación asiática.
Los mercados están anunciando que esta vez sí parece que los cambios son relevantes (no como ha sido la norma durante los últimos 10 años). El auge de acciones chinas fue acompañado de un alza importante en el índice de metales industriales y de las monedas asiáticas. Este cambio de precios relativos es especialmente relevante para Chile. De sostenerse en el tiempo, al confirmarse que las autoridades chinas esta vez sí desean reactivar su alicaída demanda interna, podríamos señalar que septiembre marcó una de las mejores noticias para nuestra también alicaída economía en años.
Finalmente, el tercer evento que marcó el mes de septiembre dice relación con la relevante decisión del banco central de Estados Unidos (el FED) de bajar en 50 puntos base la tasa de interés y de mantener un discurso que recalca la importancia de evitar un crecimiento en el desempleo versus uno que sólo enfatiza el control inflacionario. De esta manera, se esperan nuevas bajas en las tasas de interés en los próximos 12 meses. Curiosamente, y como reflejo de aquel adagio que señala compra en los rumores y vende con las noticias, la tasa del bono de gobierno a 10 años, que tuvo un mínimo cercano a 3,6% a mediados de septiembre, ya supera el 4%.
El empinamiento en la curva de rendimiento norteamericana (aumento en el diferencial entre la tasa del bono de 10 años y las tasas de interés de corto plazo) puede estar señalando la expectativa de los agentes económicos de una reactivación de la economía global durante el año 2025, como consecuencia del cambio en la política monetaria del FED y en la macroeconomía china. El oro reflejó estas expectativas.
Así, mientras los chilenos saboreábamos empanadas, vino tinto y nos refocilábamos con whatsapps ajenos, las placas tectónicas de la economía global parecen haber comenzado a moverse a favor de Chile. Nada puede ser mejor para nuestra economía que un escenario global de menores tasas de interés de corto plazo (nuestro banco central hoy es más libre para seguir bajando tasas), mayores precios en las materias primas que exportamos y precios controlados en las que importamos (petróleo). El alza en los precios en las acciones de países emergentes ex China y del índice de bonos emergentes en moneda local, también reflejaron lo anterior.
Los próximos meses serán claves para confirmar estas tendencias. Sin duda, la elección presidencial en Estados Unidos es un factor relevante. También si el dramático conflicto del Medio Oriente se desborda (el mercado del petróleo parece no apostar por ello). Pero si la tendencia se mantiene, es factible señalar que el 2025 será un mejor año para la economía chilena, a no ser que nuestro patético show de autogoles lo impida.
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