Pensar en los Juegos Olímpicos y los deportistas que convoca, es evocar un camino que se construye con esfuerzo y con perseverancia hacia la búsqueda de la excelencia. Muchas veces pensamos que llegar a ser lo mejor que podemos ser es la meta, no obstante actividades como el deporte, nos muestra que no es la meta, es el camino, donde día a día se debe ser la mejor versión: hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy.
La excelencia se transforma en una forma de vida: no sólo por la búsqueda de ser mejor, si no de hacer las cosas bien, para obtener los mejores resultados y eso implica voluntad, conciencia, esfuerzo, convicción y pasión por lo que se hace.
Cada cuatro años, los Juegos Olímpicos representan el pináculo del esfuerzo humano y de la búsqueda de esa excelencia. Fundados en la antigua Grecia y revividos en 1896 por Pierre de Coubertin, promueven la paz y la amistad entre las naciones a través del deporte. Los valores fundamentales del olimpismo, amistad, respeto y excelencia, guían la conducta de los atletas e inspiran a millones de personas.
A través del saludo de Jesse Owens y Luz Long en Berlín 1936 demostraron que el deporte puede superar barreras políticas y raciales a través de la amistad. También en Río 2016 cuando Nikki Hamblin y Abbey D’Agostino se ayudaron mutuamente a terminar una carrera tras una caída. Lo que muestra la camaradería y la unión entre atletas.
El respeto es otro pilar fundamental del movimiento olímpico. Este valor abarca el respeto por los competidores, los entrenadores, los oficiales y las reglas del deporte. El respeto también implica la aceptación de la diversidad y la inclusión, celebrando las diferencias culturales y étnicas que enriquecen el espíritu de los Juegos Olímpicos.
La excelencia es la búsqueda constante de superar los propios límites y alcanzar el máximo potencial. Por ejemplo, Michael Phelps, con 23 medallas de oro, ha mostrado que su éxito es resultado de una disciplina rigurosa y una determinación inquebrantable, inspirando a atletas de todas las edades.
Para un deportista, clasificar a los Juegos Olímpicos es el sueño de toda una vida que implica una gran dedicación que incluye entrenamientos intensivos y esfuerzos personales y de equipo. Por tanto, cada logro y cada mejora es gloria. Simone Biles, por ejemplo, ha dedicado su vida a la gimnasia desde niña, superando numerosos desafíos para alcanzar la cima del deporte y no sólo nos ha deleitado con magnificas ejecuciones, si no también con su gran voluntad y coraje que es coherente con cimentar un camino sólido de crecimiento deportivo y personal.
Ser deportista tiene costos económicos, físicos, emocionales, sociales y personales. Por tanto, el equilibrio entre estos costos con la recompensa en resultados, reconocimiento y el valor de lo que representan, le dan un sentido aún mayor. Son personas que expresan su ser único en acciones que para muchos parecen irreales.
Mérito de Estudiar y Hacer Deporte
El equilibrio entre el deporte y la educación es fundamental para potenciar la integralidad y facilitar posibilidades de desarrollo futura. Políticas deportivas declaradas como la de la Universidad Andrés Bello que apoya a los estudiantes-deportistas son pioneras en Chile y permiten alcanzar el éxito en ambos campos. Y en este sentido, se ha estudiado e identificado que estos alumnos deportistas alcanzan incluso mayores porcentajes de aprobación en sus carreras que los alumnos regulares.
Así como estudios que muestran que los deportistas, producto de su desarrollo en el deporte como con la compatibilización con la vida académica, desarrollan habilidades para la vida que los empleadores valoran por generar una distinción en el ser profesional. Sello por el que la Universidad Andrés Bello apuesta y distingue, no en vano podemos decir con orgullo que somos la universidad con más deportistas representando a Chile en los JJ.OO París 2024.
Por todo esto, no parece congruente ver cuando al deporte no se le da el valor que puede llegar a tener en la construcción de la persona, de la sociedad y en lo académico con ejemplos y evidencias más que suficientes. El desarrollo deportivo bien hecho, en todas sus etapas es la única actividad que abarca al ser humano en todas sus dimensiones: física, cognitiva, emocional y social. Y en ello debe ser visto como una inversión y no un gasto.
La medalla olímpica puede ser el símbolo supremo del logro deportivo, pero el reconocimiento y respeto que conlleva participar en los Juegos también son extremadamente valiosos y un poderoso testimonio que inspira y nos lleva a mirar al deporte como un factor de unión y a los deportistas como auténticos héroes que convocan la pasión y elevan el espíritu humano: ¿Apuntamos hacia arriba?
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