En “Los inocentes al poder” (Editorial Taurus, 221 páginas), el académico Daniel Mansuy diseca la trayectoria de la generación del FA desde sus inicios hasta la llegada al poder. El también escritor atribuye los grandes tropiezos del FA a su inocencia, que se funde y confunde con un narcisismo moral que todavía no han logrado superar.
“¿Qué Boric fue electo?”. El Frente Amplio logró llegar a La Moneda solo 10 años después de que sus líderes hicieran su debut en la esfera pública. Sin embargo, recuerda el autor, cuando Gabriel Boric ganó sorpresivamente las elecciones presidenciales, moderando su discurso en la segunda vuelta, surgieron una serie de interrogantes.
- “Por de pronto, ¿quién ganó la elección presidencial?, ¿El diputado rebelde, el ex dirigente autonomista, el ex presidente de la Fech? ¿El parlamentario que increpaba a militares en la calle, el político moderado -en apariencia- de la segunda vuelta? ¿El opositor que amenazó a Piñera de llevarlo a tribunales internacionales y que exigía la refundación de Carabineros? ¿O acaso el congresista con visos de hombre de Estado que firmó el acuerdo del 15 de noviembre?”, escribe Mansuy.
- El libro atribuye a las posiciones cambiantes de Boric sus sucesivas victorias sobre Jadue en las primarias, sobre la centroizquierda en la primera vuelta y finalmente frente a Kast, cambios que “dejaban en evidencia el carácter instrumental de sus convicciones”.
- Por lo tanto, a nadie podía sorprenderlo que en el proceso constituyente Boric dejara de lado su discurso de la segunda vuelta y se jugara el todo por el todo a los seis meses de iniciado su gobierno con el apoyo a un nuevo texto constitucional que pretendía refundar el país y fue rechazado por el 62% de los chilenos.
- “Recordemos que un rasgo central del inocente es no aceptar que el mundo dista de amoldarse a sus deseos”, afirma Mansuy.
- Un clásico de lo anterior fue la configuración del gobierno. Pese a estar en franca minoría en el Congreso y requerir alianzas con urgencia, Giorgio Jackson hizo un diseño humillante para los otros partidos: en un primer anillo estaba Apruebo Dignidad (FA-PC), en un papel secundario estaba el PS y un tercero el PPD.
- Todo saltó por los aires con la derrota en el plebiscito. Más tarde, saltaría el propio Jackson.
Durmiendo con el enemigo. Uno de los puntos en que se detiene el libro es el contraste entre la definición temprana del FA de que su principal enemigo era la Concertación con el hecho de que los mismos partidos de ese conglomerado estaban obnubilados por los líderes estudiantiles. Estos los sometieron a todo tipo de humillaciones. Hasta que los necesitaron.
- Uno de los tantos episodios de la posición sumisa de la ex Concertación frente a la nueva generación de la izquierda ocurrió en julio del 2011, cuando los dirigentes concertacionistas se ausentaron de una audiencia que ellos mismos le habían pedido al presidente Piñera. Ignacio Walker, presidente de la DC, explicó el motivo: los estudiantes tenían que estar en la reunión.
- En esa misma época se empezaron a legitimar las tomas, bajo la mirada impasible de la ex Concertación, como cuando estudiantes se tomaron una sala donde el ministro de Educación, Felipe Bulnes, participaba de una audiencia. Bulnes tuvo que escabullirse para evitar una agresión que con certeza recibiría.
- El presidente del Senado, Guido Girardi, impidió el desalojo para “privilegiar el diálogo”. Pero la sumisión fue más allá: los estudiantes solo abandonaron el recinto, en la noche, cuando Girardi y otros senadores accedieron a comprometerse por escrito a impulsar una reforma constitucional para viabilizar una demanda de plebiscito vinculante.
- Como bien recuerda Mansuy, las concesiones prosiguieron en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, cuando en Santiago se bajó un candidato socialista (Marcelo Díaz, compensado con la vocería de gobierno) para facilitar la elección de Jackson a diputado. Además, de entregarle cargos a RD, posteriormente fusionada con el FA, en Educación.
- El resultado de lo anterior: RD llenó de cargos bien pagados en Educación a sus militantes, realizaron una desastrosa gestión bajo la batuta del entonces ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, no se sintieron obligados a apoyar el gobierno y, finalmente, para no pagar ningún costo abandonaron el barco.
Triste, solitario y final. Este es el título del último capítulo del libro, donde se analiza la reacción de Boric tras la monumental derrota en el primer plebiscito constitucional, que dejó al gobierno y al FA atónitos y sin rumbo.
- “No había libreto ni horizonte para enfrentar una situación como aquella. El plebiscito dejó al descubierto la indigencia teórica y política del FA: no sabían donde estaban ni qué estaban haciendo”, señala el autor. “El mapa a partir del cual habían construido su historia estaba errado”.
- La única salida fue llamar a los antes despreciados políticos de la Concertación, ya que el gobierno necesitaba urgentemente profesionales de la política. Pero muchos dirigentes del FA se rehusaron a asumir los costos de su derrota y entraron en estado de negación.
- “Acá no hay un cambio de rumbo ni una renuncia al programa, ni un realismo sin renuncia 2.0 (..) No tenemos el problema de la velocidad de los cambios, pero sí hay un horizonte de superación del neoliberalismo. A eso no vamos a renunciar”, dijo el senador Juan Ignacio Latorre.
- Más grandilocuente y extraviado fue el diputado Diego Ibáñez: “El alcance del proceso revolucionario no se mide solamente en las coyunturas heroicas (…) Tenemos un gobierno que lentamente está transformando una estructura neoliberal (…) Pasar a la ofensiva es hacernos cargos de esta pulsión destituyente, manteniendo vivo el lugar del proyecto frenteamplista”.
- La jerga seudo revolucionaria de Ibáñez es tal vez una de las mejores explicaciones para el narcisismo moral y el negacionismo de la generación del FA. “La nueva generación necesitaba la épica (imaginaria) de luchar contra una dictadura (imaginaria)”, en palabras de Mansuy.
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