El supuesto nos dice que ser oposición es más sencillo. Mientras no estás en el Gobierno, no tienes los ojos de la ciudadanía puestos constantemente en ti, por lo tanto, no te encuentras siendo evaluado. No tienes que pagar los costos de diseñar e implementar políticas públicas que pueden resultar poco o nada exitosas. En resumen, no tienes que manejar las expectativas de tus gobernados, lo que supone una tarea más simple.
En el caso de Chile Vamos, parecía que tenían además variables que podrían hacer pensar en un cálculo optimista. Aunque su candidato presidencial quedó en un lejano cuarto lugar, obtuvieron una cifra no despreciable de 53 diputados en las elecciones parlamentarias y se quedaron con 24 escaños en el Senado.
El escenario nos hizo pensar que manejarían bien los tiempos políticos desde el Legislativo. Por otro lado, del otro lado tienen a una Administración que carece de “curva de aprendizaje”, como se dice en la jerga futbolística, a veces se marca sola. Pero para la derecha tradicional nada ha sido fácil, por el contrario, y así lo han venido demostrando. Han llegado al punto de rechazar la Acusación Constitucional contra el ministro Ávila, después de otros tres intentos fallidos.
Estos partidos y sus dirigencias no han logrado encontrar, a pesar de las circunstancias que nos hacen pensar en un escenario favorable, un ethos o al menos una forma de comportamiento uniforme. Al contrario, a medida que se han enfrentado a temas coyunturales, acusaciones constitucionales, negociaciones de proyectos de ley y otros debates, han dejado florecer y desnudado sus diferencias.
Tal vez el temor al crecimiento del Partido Republicano les ha instalado dudas sobre qué posición tomar dentro del sistema político. Mientras tanto, continúan con ese debate, su némesis sigue creciendo, se consolida como la primera opción presidencial y se transforma en el partido más popular del país. Han transitado de manera errática entre optar por su propio camino o hacer guiños al Partido Republicano y a estos nuevos electorados.
Parece que no han visto o no quieren observar lo ocurrido hace tan solo meses con la extinta Concertación, que al final se convirtió en el invitado de piedra para el Frente Amplio. En aquel caso, los partidos políticos, debido a su desgaste propio del poder, no lograron dialogar y terminaron divididos, poniendo fin por un tiempo a lo que alguna vez conocimos como centroizquierda.
Chile Vamos deberá reflexionar seriamente sobre el tránsito que desea tomar, cuál será su narrativa y quiénes serán sus aliados en los futuros procesos electorales. Las decisiones deben tomarse pronto, si es que desean que su candidata tenga una exitosa performance; de lo contrario, pueden seguir el mismo destino que otros.
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