Enero 8, 2022

Libros: La vida con otro nombre, el Partido Socialista en la clandestinidad (1973-1979). Por Bernardo Solís

Ex-Ante

La vida con otro nombre. El Partido Socialista en la clandestinidad (1973-1979), de Cristián Pérez (Catalonia-UDP Escuela de Periodismo, 2021, 233 páginas) es de las pocas reflexiones históricas sobre los efectos de la clandestinidad al interior de uno de los principales partidos de la historia chilena. Es una crónica de represión y de los crímenes de dictadura y, al mismo tiempo, de las turbulencias que marcaron casi veinte años de la historia del socialismo nacional.

No siempre el poder actúa como un buen pegamento. Eso se entiende de inmediato al comenzar La vida con otro nombre, que parte con el Congreso de La Serena que el Partido Socialista realizó a los dos meses de asumido Salvador Allende, y en la que los socialistas reemplazaron al senador Aniceto Rodríguez como secretario general, pese a que Rodríguez tenía a su haber, y fresca, la mayor victoria histórica del partido. La salida de Rodríguez fue el fin del ala moderada en la cúpula del partido. El nuevo secretario general fue Carlos Altamirano, con lo que los actores para la tragedia de la Unidad Popular quedaron instalados en el escenario.

También las formas. Porque, como apunta la vida con otro nombre, de ese cambio en la conducción emergieron una serie de “dispositivos”  (GAP, Aparato Militar y Aparato de informaciones) que le permitirían al partido sobrevivir los embates de la dictadura a través de la DINA y de la CNI. Los dos contingentes de militantes de la juventud enviados a prepararse a la escuela de cuadros del Komsomol (la juventud del Partido Comunista soviético) en la ex URSS. Más allá de las diferencias entre radicales y moderados, de esos equipos saldrían los cuadros que le permitirían al PS reconstruirse en clandestinidad.

“Tras un largo periodo de división interna, después del 11 de septiembre de 1973 serán los miembros del Frente Interno, dirigido por Exequiel Ponce, y los integrantes de la Juventud Socialista, encabezada por Carlos Lorca, quienes sustentarán el trabajo clandestino del Partido Socialista. Es decir, serán los moderados los que correrán el riesgo de preservar el PS, porque han recibido algunos conocimientos teóricos para enfrentar ese escenario y porque tienen la convicción de que vale la pena exponer la vida en pos de ese objetivo”, dice Pérez.

El camino al golpe en el libro es corto e incluye los días previos a 11. Lo que diferencia la mirada de Pérez de otros textos es que esto se hace a partir de los recuerdos de esos militantes que ya habían asumido tareas de seguridad, que notan –por ejemplo– cómo se activa el Ejército en provincias durante la madrugada del alzamiento y se frustran con la nula respuesta que tienen sus reportes a la central santiaguina.

Hasta Pinochet aparece en esos recuerdos. Uno de los consultados lo describe participando en una de las reuniones con que los aparatos militares del PC y del PS planeaban sofocar un levantamiento militar, siguiendo la pauta de lo ocurrido durante el tanquetazo. A Pinochet, en ese plan, le correspondía el rol que su antecesor, Carlos Prats, había tenido en la asonada fracasada. El recuerdo sitúa la reunión el 8 de septiembre, a escasas horas del bombardeo a La Moneda que el mismo Pinochet ordenaría:  “El general Pinochet participa activamente en la reunión, indicando los lugares donde debieran ubicarse los francotiradores para quedar cubiertas del fuego de los helicópteros de la Fuerza Aérea. ‘Ustedes saben que el general Leigh…’, dice Pinochet”.

 El libro agarra vuelo al día siguiente del golpe, cuando los sobrevivientes se preguntan qué hacer y, sobre todo, cómo. El PS pasa la clandestinidad: “Ahora, de un día para otro debieron sacarse la barba, contarse el pelo, dejar de usar boinas, cambiar el tipo de anteojos; las mujeres empezaron a usar faldas, carteras y zapatos al tono, o se hicieron la permanente, para parecerse al modelo femenino que la dictadura militar favorecía. Patricio Quiroga, uno de los jóvenes ayudistas de la dirección, cuenta que al día siguiente del golpe se veía en la calle a hombres con la mitad de la cara más blanca, por haberse afeitado ese día”.

Vienen las fracciones, que la clandestinidad y el exilio alientan. El primer quiebre está entre el exterior y el interior. La Coordinadora Nacional de Regionales, CNR, por ejemplo, desconoce a la dirección de Altamirano en el exterior: “No concebimos en ninguna circunstancia que la revolución se dirija por control remoto a miles de kilómetros de distancia de donde está el sitio de la lucha. Si alguien cree en esa posibilidad está profundamente equivocado y está exponiendo al Partido y a todo el movimiento popular a nuevos golpes y a nuevas y sangrientas derrotas”, dicen.

La clandestinidad es el corazón del libro. Es decir, cómo fue que un partido como el socialista, que carecía de la disciplina del PC o de las prácticas clandestinas del MIR, debió cambiar radicalmente sus procedimientos mientras perdía dirigentes a manos de la dictadura. Sobrevivir, dice el libro, se transformó en una forma de vencer.

La historia del documento de marzo de 1974, y de su reproducción y distribución contada por el entonces estudiante de periodismo Alberto Luengo y por Ricardo Solari (“Alejandro” y “Javier”), muestra esas nuevas exigencias.

El documento, elaborado por la dirección encabezada por el diputado Carlos Lorca, es la primera reflexión sobre las causas de la caída de la Unidad Popular y del futuro del Partido. El texto era la voz del Comité Central clandestino. A Altamirano, exiliado en Alemania Oriental para ese entonces, no lo fascinó precisamente.

“Aunque pueda coincidir-y en el hecho coincido- con numerosos planteamientos particulares, el contexto y la filosofía que preside dicho documento entregan una imagen errónea y negativa. Así, a través de su análisis, aparece el PartidoSocialista como el culpable mayor, por no decirlo único y exclusivo, de los errores cometidos, del derrocamiento del Gobierno de la Unidad Popular y de sus dramáticas consecuencias posteriores”, afirma Altamirano. .

El documento es el hito con que se formaliza casi el proceso que terminará con la división del partido: fue “la viga maestra” que cohesionó a la militancia hasta el quiebre de 1979 y la reacción de Altamirano fue la primera muestra de cómo actuaría el secretario general ante la pérdida de poder que suponía que el trabajo político se dirigiera desde la clandestinidad, en Chile.

El libro entrega nuevos antecedentes de la caída de la dirección de Carlos Lorca, la que cuenta a partir de las fallas de seguridad cometidas por el aparato del partdo y la eventual infiltración de la DINA del Pleno de La Habana de 1975. Una verdadera novela de espías con final trágico.

En su investigación, Pérez consiguió hablar con el socialista que fue sindicado por la inteligencia cubana como el infiltrado, y que se pasó diez años preso en Cuba por espionaje. La figura de Jaime López Arellano, “Pablo”, pololo de Michelle Bachelet y doble agente, se alza en medio de la tragedia que da paso a la “dirección de los pantalones cortos”, llamada así por la juventud de sus integrantes.

Ricardo Solari, una de las piezas centrales del grupo, dice en el libro: “Como nuestro plan era sobrevivir, teníamos que dedicarnos a eso, que significaba hacer pocas reuniones, pocas interacciones, establecer un sistema de compartimentación extremadamente riguroso, en el que cada uno de nosotros tenía que construir su propia infraestructura en un contexto de pobreza, porque no teníamos un peso”.

Entre la represión y la crisis, el libro cuenta el largo camino a la crisis de 1979, que terminó con la expulsión de Altamirano y la división del partido hasta el retorno de la democracia . Y al poder.

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