A un mes de la elección presidencial y ante un escenario que sigue completamente abierto, diversas encuestas empiezan a mostrar que nos aproximamos a una segunda vuelta entre Gabriel Boric y José Antonio Kast. Si se confirma ese escenario, nos veremos enfrentados al balotaje más polarizado que hayamos tenido desde la vuelta a la democracia en 1990.
Una polarización que en la superficie se alimenta de la confrontación de visiones de izquierdas y derechas (etiquetas que, como he comentado en otras columnas, son cada vez menos explicativas), pero que tiene un sustrato mucho más interesante: el desacople de subjetividades entre las generaciones sub 30 y sobre 60.
El 25 de octubre se cumple un año del plebiscito que dio formalmente inicio al proceso constituyente, que movilizó a 7.511.123 votantes, en el evento electoral con mayor participación (51,9%) desde que se instauró el voto voluntario en 2012.
Uno de los principales cambios en la participación electoral fue documentado por el Servel y tuvo que ver con la disminución de la participación de los mayores de 60 años, históricamente motivados por votar, y la masiva entrada de jóvenes menores de 30 años, históricamente dados a abstenerse.
Al comparar la participación en el plebiscito con la registrada en las elecciones presidenciales de 2017, se observa una caída de 15 puntos en la votación de las personas mayores. Al mismo tiempo, se muestra un crecimiento de 21 puntos en la participación de jóvenes de entre 18 y 24 años, y en torno a los 18 puntos entre los votantes de edades entre 25 y 29.
Si los jóvenes mantienen la conducta electoral del último tiempo y los adultos de 60 y más años vuelven a las urnas, tendríamos dos subjetividades generacionales enfrentadas electoralmente.
La hipótesis sobre el enfrentamiento de subjetividades en la segunda vuelta electoral parte de lo más evidente: mientras que entre las personas con intención de voto por Boric en primera vuelta, los menores de 24 años son el doble que los mayores de 60, entre quienes declaran intención de voto por Kast los mayores de 60 años duplican a los menores de 24.
Ahora adentrémonos en las subjetividades que pudieran estar detrás de esta suerte de polarización de las preferencias presidenciales entre las generaciones.
En una encuesta reciente realizada por Criteria a propósito de los dos años del estallido social, exploramos juicios y percepciones en torno a las movilizaciones, las interpretaciones sobre sus efectos y las expectativas en torno al proceso constituyente derivado del acuerdo político post estallido social.
Al revisar algunos datos vemos que para un 70% de los menores de 24 años “las movilizaciones y acciones de protesta hablan de una sociedad que despierta y que las cosas pueden estar mejor en el país”. Este porcentaje es de un 49% entre los mayores de 60 años. Estos, en un 51% se inclinan por la opción “las movilizaciones y acciones de protesta muestran que el desorden y la falta de control se apoderan del país”, versus tan sólo un 23% de los jóvenes.
Sobre la interpretación de estallido social, para un 49% de la población mayor de 60 años “el Estallido Social fue más bien positivo para el país”, 20 puntos porcentuales menos que en el caso de los menores de 24 (69%).
En una pincelada final sobre el proceso constituyente, se aprecia que un 78% de los jóvenes se declara más bien optimista frente al mismo, 23 puntos porcentuales más que los mayores (55%). Y si de emociones frente al proceso se trata, los más jóvenes eligen en mayor medida la alegría (61% vs. 52%) y los mayores de 60 años optan más por la tristeza (27% vs. 7%)
Estos y otros datos relativos a prioridades y subjetividades generacionales nos anticipan una segunda vuelta potencialmente articuladas sobre contenidos y símbolos muy segmentados generacionalmente.
Así las cosas, con tanta fluidez electoral en el ambiente, parece que la pregunta correcta para anticipar el escenario electoral es tan simple como incierta: ¿qué generación saldrá más masivamente a votar?
Pablo Zeballos, autor de “Un virus entre sombras” y asesor del Ministerio de Seguridad, es un experto en temas de crimen organizado. “Los despliegues de militares que no están preparados para la lucha contra el crimen organizado, después de tres a cuatro meses, empiezan a verse inmersos en lógicas de corrupción”, dice.
Matthei aspira a no disputar el voto duro de la derecha, que ya es de Kast, sino buscar a los nuevos electores (40%), menos politizados e independientes. En encuestas como Pulso Ciudadano, un 7,6% no sabe por quién votar. De ellos, un 29% no sabe su posición política y un 9,9% dice no tener postura.
En el barrio de Ricardo Cumming se encuentra el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz donde opera por estos días el comando de Jeannette Jara. Sin embargo, se van a mudar. Este lunes en la tarde la candidata comunista dijo tener interés en reunirse con el exministro Nicolás Eyzaguirre.
Participar en espacios dominados por regímenes autoritarios no amplía nuestra autonomía; la compromete. Cada cumbre a la que asiste Chile sin objeciones equivale a un aval tácito a agendas que contradicen nuestros intereses.
Si la campaña de Jeannette Jara consigue desplazar los ejes de la elección desde la disyuntiva gobierno vs oposición e izquierda vs derecha a los de pueblo vs elite, defensa de la gente común vs defensa de los poderosos y empatía vs distancia, se le abrirá una posibilidad de contrariar la constante de la alternancia […]