Los plebiscitos se ganan o se pierden cuando interpretas adecuadamente de qué se trata la pregunta que está en la papeleta. El texto constitucional es largo, complejo. La gente cuando vaya a votar no lo hará por un artículo en particular, sino que se va a tratar de grandes ideas en disputa.
Los que creemos que un rechazo en el plebiscito de salida sería un fracaso de proporciones, no solo para la convención, sino para todos los que apoyamos esta vía institucional y democrática para canalizar los conflictos sociales, haríamos bien en tomarnos en serio la manera en que se está percibiendo el texto constitucional y las razones del aumento del rechazo en las encuestas.
Es más, según estas, todavía es posible que el plebiscito y la constitución alcance un amplio apoyo y sea un lugar de encuentro transversal. Así, la última encuesta DataInfluye muestra que solo 38% de los que apoyan el rechazo afirman que lo hacen de forma incondicional y 42% dice que su posición dependerá del texto final.
Por otro lado, la encuesta Cadem muestra una relevante heterogeneidad en el rechazo. En particular, el rechazo presenta un importante crecimiento entre los que se declaran independientes, pasando de 29% a 44%. Buena parte del crecimiento del rechazo viene de los encuestados de clase media, que aumentan de 28% a 40%. Es más, el rechazo aumenta de 17% a 25% entre quienes votaron apruebo en el plebiscito de entrada. En definitiva, este rechazo no es el del 22% y de las “tres comunas” que se vio en el plebiscito de entrada.
¿Qué motiva a estas personas, que trascienden a la derecha chilena y a la elite nacional, a empezar a inclinarse hacia el rechazo?
Son muchos los factores relevantes, pero en esta columna me centraré en uno: la forma en que se traduce algunos de los cambios propuestos de la convención en el ámbito identitario. En particular, la manera en que sectores de la sociedad chilena que se sienten fuertemente vinculados a identidades tradicionales han percibido e interpretado la discusión constitucional. Identidades de muy distinta índole, pero que se podría resumir en la idea de identidades “patrióticas” sobre la chilenidad.
En la misma encuesta Cadem, se pregunta por las causas para el rechazo en una pregunta abierta. El primer tema específico (más allá de un rechazo general o desconfianza con la Convención) que aparece como causa es la propuesta de plurinacionalidad, con 7%. En contraste, los que dan como razón las reformas política como eliminar el senado son apenas 1%.
Los convencionales han insistido frecuentemente en reconocer debilidades comunicacionales de la convención. Pero, en muchos casos, la comunicación es el último eslabón de un problema político. No se trata solamente de mejorar la página web, o de generar más contenido para redes sociales.
En muchos sentidos, la convención ha permitido que sean los polos maximalistas (de lado y lado) los que definan los términos de la disputa y, una vez definidos de esa manera, ha salido a defenderse desde allí.
Un ejemplo de la importancia de definir la cancha de discusión se puede observar en la encuesta Cadem. Esta encuesta, en una versión anterior, mostraba que los encuestados se inclinaban fuertemente por el concepto de una “sociedad multicultural de una sola nación” frente a una “sociedad plurinacional”, con 72% frente a 26%. Sospecho que el resultado habría sido muy distinto si se hubiese preguntado por una “patria plurinacional”.
En una convención en que la diversidad y el pluralismo han florecido, ha faltado recalcar, también, los espacios de igualdad, de esa gran comunidad llamada “Chile”. Hay aspectos sustantivos de igualdad que hacen carne la comunidad.
Por ejemplo, el haberle entregado a la Corte Suprema la potestad de resolver impugnaciones en justicia no indígena y en justicia indígena recoge sustantivamente la idea de una comunidad unida dentro de su diversidad. Pluralismo jurídico, pero con un sustrato de igualdad ante la ley.
Por otro lado, el rol del Estado como una garantía de protección para todos los chilenos y chilenas, más allá de su credo, etnia o posición política es la manifestación más clara de este patriotismo plurinacional. Un protección a los derechos civiles y políticos, pero, también, a derechos sociales como educación, salud o vivienda.
Es decir, una patria que no se defina simplemente por sus guerras, conquistas o exclusiones. La patria que puede ser la del Estado social de derecho. Un patria que sea la comunidad solidaria que cuida y protege a todos sus integrantes.
Por cierto, hay también elementos simbólicos importantes que apuntan en la misma dirección, como la aprobación en el pleno de la convención de los símbolos patrios (bandera, escudo e himno nacional), junto con reconocer y respetar los emblemas de los pueblos indígenas. Pero estos elementos simbólicos solo pueden complementar las aspectos sustantivos.
No es la primera ni será la última vez que el progresismo se encuentra con el concepto de patria definiendo el contexto político. Es un concepto de difícil digestión desde el progresismo. Algunos de los fracasos plebiscitarios más sonados de las corrientes progresistas, como el de los acuerdos de paz en Colombia y el Brexit, tenían este componente entre sus factores centrales.
Sin embargo, la patria no le pertenece a un sector político particular. Desde el progresismo, tendríamos que reconocer la importancia que tiene esta identidad precisamente para algunos en los sectores que más sufren la desigualdad económica. Si el progresismo busca representar a estos sectores, no puede darse el lujo de renunciar a esta visión de comunidad tradicional.
Un elemento central de cara al plebiscito será demostrar que no hay nada intrínsicamente contradictorio entre el sentido igualitario del patriotismo y el Estado plurinacional, que es posible que las distintas visiones de chilenidad puedan reflejarse en un Estado plurinacional.
Como recientemente afirmó, el político español Iñigo Errejón para el día nacional de España: “la patria son los hospitales” y un país es “una comunidad solidaria, que cuida de los suyos en las buenas y en las malas. La España que nos enorgullece es la de los servicios públicos, la empatía y los cuidados”
Creo no aventurarme mucho si sostengo que ese también es el Chile que nos puede enorgullecer a todos, sea cual sea nuestra opinión sobre el proceso constituyente.
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