Partieron el año como revelación electoral, herederos natos del espíritu de octubre y portadores de la buena nueva del asalto de los comunes a la casta del poder. Pero los sucesivos fraccionamientos internos primero y la suma de errores no forzados en la ruta por convertir una estrategia de marketing electoral en un factor de poder político, los tiene hoy dando incómodas explicaciones y anunciando sonoras querellas ante la misma institucionalidad que venían a reemplazar.
De la protesta a la propuesta. No es una novedad decir que en política resulta mucho más difícil ponerse de acuerdo en lo que se quiere que en lo que no, pero vale la pena recordarlo a la luz de lo que hoy vive la desgranada Lista del Pueblo. El variopinto colectivo conformado en base a una astuta orgánica electoral modular tuvo su momento peak como expresión de repudio a todo lo establecido y se coronó con su irrupción en la convención constituyente como la principal fuerza opositora, al menos en el papel. De ahí en adelante, su estreno en el arte de la política ha ido de tumbo en tumbo.
La diversificación. Esa derrota, sin embargo, no amilanó a los populares y con la vista puesta en las otras disputas políticas en ciernes, sus socios controladores de dieron a la tarea de consolidar todo o parte del poder adquirido en la elección de convencionales para convertirlo en poder político. Así fue como resolvieron, por ejemplo, que no formarían parte de ninguna de las opciones presidenciales que disputarían la nominación en la izquierda, apostando a ubicarse en la galería sur de esa contienda.
El negocio. Más allá de la anécdota, la teleserie de la Lista del Pueblo, mirada en el contexto de otras “pymes” electorales (como el Partido de la Gente o el cuarto intento de ME-O) nos está alertando sobre un “cluster” electoral, formado al alero de los mecanismos de financiamiento público de campañas, en el que los patrocinios, las rendiciones e incluso las adhesiones son parte de un mercado no regulado y del que solo nos enteramos cuando uno de los participantes se va gritando porque la maquinaria esta vez se lo tragó a él.
La agenda de digitalización es una gran oportunidad para el actual gobierno y para el país. Quizás no sea un aspecto que cope la atención del debate público, pero puede tener un tremendo impacto en la vida de las personas. Ojalá el actual gobierno, con apoyo transversal, avance decididamente en esa dirección.
El ex ministro y ex parlamentario, Carlos Ominami, sostiene que la noche del plebiscito habrá un país polarizado. “Nadie esa noche debiera estar contento. Porque habremos constatado que no se tuvo éxito en el proceso de reunificar al país, de generar un gran pacto social”.
El sector que aboga por la victoria del Apruebo apuesta a que, con el cierre de la Convención, las huellas que dejaron las polémicas no serán determinantes, y que la campaña logrará transcender la amargura ciudadana para así centrarse en el contenido de una propuesta constitucional que, en su visión, sí estaría en sintonía con […]
En muchas partes, el afán voluntarista de imponer un determinado rumbo a la sociedad ha terminado provocando efectos contrarios a los buscados. Es parte de la traumática historia de la izquierda en todo el mundo, y la Convención lo ha vuelto a confirmar.
El texto fue escrito desde la revancha, y con actitudes seudo autoritarias. Se excluyó a sectores políticos completos del proceso y se adoptaron reglas que no se adoptaría en ninguno de los países de los cuales se ha mencionado que podrían servir de modelo para Chile. Es, para efecto de toda evaluación técnica, un fracaso.