Transcurridas dos semanas desde el plebiscito continúa el debate apasionado sobre el “verdadero” significado del rechazo. Qué es lo que realmente quiso decir la ciudadanía. ¿Fue un voto de repudio al gobierno, al modelo económico que proponía el borrador, a los supuestos privilegios conferidos a los pueblos originarios?
Esta discusión no es baladí. Entender el significado profundo del rechazo es fundamental para decidir correctamente los próximos pasos a seguir en el proceso de redacción de una nueva constitución en curso. Solo así evitaremos tropezar dos veces con la misma piedra recreando un clon de la convención que fracaso, la que probablemente produciría los mismos resultados.
En mi opinión, lo fue objeto del repudio de la ciudadanía y que se llevó todo por delante fue la “Ideología de la Hoja en Blanco”; que va mucho más allá de la simple idea de pretender que la constitución vigente no existe a efectos de redactar una nueva.
La ideología de la hoja en blanco asume que todo nuestro pasado está podrido y corrupto, que el estado y la nación chilena surgen de un brutal genocidio y posterior expolio de sus bienes y derechos a los mapuches. Que la república ha estado desde siempre manejada por las oligarquías explotadoras y poderes fácticos, que la democracia construida, perdida y recuperada con tanto sacrificio es de mentira y que durante los últimos treinta años gobernó una socialdemocracia entreguista, heredera y continuadora de las políticas de la dictadura de Pinochet y que consagro la total impunidad.
Según sus ideólogos, habría sido durante los gobiernos de la concertación donde “se puso en práctica de forma consistente y completa los postulados neoliberales que se implementaron durante el gobierno militar de Augusto Pinochet”.
No cabe la menor duda que esta ideología terminó secuestrando la protesta social espontánea de octubre de 2019 cuando millones salieron a la calle pacíficamente; y en su nombre desato una violencia y destrucción jamás antes vista.
Es un hecho que una mayoría de los convencionales se auto proclamaron herederos y continuadores, por otros medios, de la obra y los principios inspiradores de primera línea del estallido social, les rindieron homenaje señalando que gracias a ellos existía la convención que y que su primer acuerdo formal adoptado en sesión solemne fue demandar la liberad para quienes denominaron como “presos políticos de la revuelta”.
Nadie debe extrañarse entonces, que el texto que propusieron al país estuviese imbuido de un espíritu refundacional absoluto y que se haya buscado cambiar, modificar y en algunos casos eliminar todos los vestigios de nuestra institucionalidad republicana independientemente de si funcionaban bien o mal.
Visto retrospectivamente, resulta insólito que todas las fuerzas políticas que concurrieron al acuerdo del 15 de noviembre de 2019, que hizo posible la convención hayan estado de acuerdo con una idea tan insensata y absurda, negacionista de nuestra historia y tradición constitucional, como la de la “hoja en blanco”.
Pero, como sabemos, la sabiduría intuitiva del pueblo chileno entendió lo que estaba en juego y rechazó, dejando al gobierno y sus partidarios atónitos, porque jamás entro en sus cálculos que la gente votaría con un sentido político profundo (no partidista); estaban convencidos que con el ofertón de derechos sociales la cosa estaba resuelta a su favor.
Debo hacer presente que no estoy hablando de algo que ya pasó. Hay un sector de la izquierda oficialista que está por repetir la misma fórmula para el cual la ideología de la hoja en blanco es “casus belli”, pues su objetivo sigue siendo la refundación del país, lo que solo es posible mediante una nueva convención que se parezca lo más posible a la anterior.
Sin embargo, la contundencia del rechazo ha llevado a muchos, por convicción o pragmatismo, incluyendo sectores del propio gobierno, a repensar su adhesión a la ideología de la hoja en blanco. Su discurso ya no es el de de antes; además la derecha tampoco esta con la soga al cuello como entonces, sino que más bien todo lo contrario.
Hoy la ciudadanía ve con buenos ojos que personas como Ricardo Lagos y expertos puedan jugar un rol importante en la conversación, lo que hasta antes del plebiscito de salida era impensable.
Hay que escuchar la voz del pueblo que hablo claro rechazando la ideología de la hoja en blanco; la mayoría no quiere partir de cero ni que los convencionales se elijan de la misma forma y en eso no hay vuelta atrás. En el congreso no existen la mayorías (cuatro séptimos) para repetir el experimento.
Estamos ante un nuevo escenario en el que solo una convención acotada es posible y la única manera de tener certeza de una nueva y mejor constitución es mediante acuerdo político sustantivo sobre materias fundamentales tales como sistema político, sistema electoral, partidos políticos, poder judicial, derecho de propiedad, estado unitario, libertad de emprender, por mencionar solo algunos; los que se incorporarían a la reforma constitucional que debe hacerse para que el proceso constituyente pueda continuar, quedando esas materias fuera del ámbito de la competencia de la nueva convención que no las podría modificar ni eliminar.
Por último cabe preguntarse: ¿cuál será la reacción del Partido Comunista frente a un acuerdo que le pone “bordes” a la convención que reducen enormemente la influencia de ese partido en el diseño de la nueva constitución.
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