Finalmente, Donald Trump no sólo ganó las presidenciales, sino también el Poder Legislativo. Y aunque un verdadero capitalista establecería un genuino laissez-faire en la economía más importante del mundo, él es todo un contrasentido. En efecto, algunas de las iniciativas económicas conocidas durante la campaña del presidente electo apuntan a rebajas impositivas y medidas arancelarias proteccionistas.
En cuanto a las rebajas impositivas, éstas buscan impulsar la inversión y el empleo, dinamizando la economía –una política que necesitamos con urgencia en nuestro país– principalmente a través del consumo.
Respecto a las políticas anti-competencia, se orientan a incentivar artificialmente una industria local ineficiente, a costa principalmente de China. Este costo es -lógicamente- traspasado a los consumidores vía precio, lo que genera presiones inflacionarias.
El problema es que la mezcla de ambas estrategias es altamente inflamable e inestable y puede producir un aumento rápido, sistemático y generalizado en los precios. Para evitar este efecto colateral, el o la persona que lidere el equipo económico, deberá tener una precisión excepcional en la creación y ejecución de las políticas, visión prospectiva, profundos conocimientos económicos y de relaciones internacionales, ser un notable evaluador y gestor de riesgos, así como un gran estadista. En resumidas cuentas, un unicornio.
Si el presidente Trump no encuentra a este ser mitológico y aplica sus ideas económicas de forma estricta, la FED no tendrá espacio para rebajas importantes en la tasa de interés. Esto provocaría un escenario prolongado de tasas altas a nivel mundial, escenario que no le conviene a nadie y menos a Estados Unidos.
Es necesario considerar que Donald Trump liderará una economía altamente endeudada, lo que implica altísimos pagos en intereses, ergo, tasas de interés elevadas agravan la carga de la deuda. Y ésta es cada vez menos sostenible.
Entonces, el peor escenario –una inflación desatada en una economía expansiva- es plausible, pero improbable. Lo verosímil sería que el presidente electo no encuentre al unicornio, por tanto, aplicará sus ideas “en la medida de lo posible”, lo que generará un poco de inflación en Estado Unidos (pero nada que perturbe fuertemente a la FED) y lógicamente, traerá más de algún conflicto diplomático con China. En resumidas cuentas, todo será un “Hago como que te pego y tú haces como que te duele”, tanto en la economía como con el gigante asiático.
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