El cuerpo asesinado de la chilena Loren Garcovich y de su esposo, el ciudadano español Iván Illarramendi, han impactado a la población de ambos países confrontados a la brutalidad del grupo terrorista Hamas y las reacciones de sus respectivos gobiernos. El presidente Boric, felizmente, no ahorró palabras para una condena tajante del brutal asesinato de Loren “a manos de terroristas de Hamas”; en cambio desde el gobierno español un frío comunicado lamentó “el fallecimiento” de su connacional, generando dudas acerca de su afectación.
En el actual contexto de una guerra especialmente dura, ni por el lado palestino ni por el israelí existe demasiada disposición hacia la empatía con los sufrimientos de los otros. Pero es grave que esa misma indiferencia se traslade hacia quienes no están inmersos en el drama. Siempre será inaceptable el asesinato de inocentes por el simple hecho de ser quienes son: ya sean israelíes o palestinos.
Los líderes de Hamas han celebrado la matanza y secuestros del 7 de octubre señalando que lograron “cambiar el tablero”, volvieron a instalar la guerra contra Israel en la orden del día para la “resistencia islámica”. Celebran la muerte de judíos pero el costo en vidas palestinas les importa poco. Sabían de antemano cuál podría ser la respuesta de Israel, especialmente con la coalición de extrema derecha que gobierna el país. La cuestión es impedir a cualquier costo que Israel normalice relaciones con el mundo árabe y aprovechar las flaquezas y divisiones que las nefastas iniciativas de Netanyahu en Cisjordania y en el sistema institucional del país han provocado en la sociedad israelí.
Y en verdad, el ataque de Hamas evidencia la dramática situación de inseguridad que quedó plasmada el 7 de octubre en Israel. Nunca antes el país se había visto enfrentado a un atentado tan costoso en vidas humanas, realizado con tal saña y crueldad y que, además, activara la solidaridad de la red yihadista en todo el Medio Oriente y de cierta izquierda occidental turbada por sus culpas “coloniales”.
Hezbolá, Hamas y otros grupos fundamentalistas auspiciados por Irán, hace tiempo dejaron de ser pequeñas agrupaciones de terroristas fanatizados que la inteligencia israelí podía manipular poniendo a unos contra otros. Hoy, aunque no han cambiado de mentalidad, cuentan con armamento sofisticado, generoso financiamiento, redes políticas en occidente, manejo de redes informáticas y miles de soldados disciplinados dispuestos al martirio. Representan una amenaza existencial para Israel.
En Hamas, desde que asumió el poder en la Franja de Gaza en 2007, han convivido dos sectores: los que asumen responsabilidades de gobierno en la franja y buscan mejorar las condiciones de vida de sus habitantes sobre la base de acuerdos con países aliados y negociaciones con Israel y, por otro lado, los que proclaman que el sentido de Hamas no es gobernar la franja sino destruir a Israel. Ambos sectores conviven pero es obvio quienes se impusieron al costo de implicar el fin del gobierno de Hamas y serias preguntas sobre el futuro de la gobernabilidad de la Franja de Gaza.
Al respecto, Netanyahu cree poder instalar indefinidamente al ejército de Israel en la Franja de Gaza. En eso no lo acompañarán sus aliados americanos ni europeos, ni la mayoría israelí que espera el día para cobrarle su responsabilidad en el descuido de la seguridad de Israel. El secretario General de la OLP Hussein al-Sheikh, por su parte, afirmó al New York Times que la Autoridad Nacional Palestina estaría disponible para desempeñar un papel en la gobernanza de Gaza después de la guerra si es que Estados Unidos se compromete con una solución integral que incluya la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este.
Todo parece indicar que esta vez Hamas actuó solo y arriesga su desaparición del escenario. Para el día después de la destrucción de Hamas, Israel, Estados Unidos, la Unión Europea y los países árabes deben hacer viable una solución política que dé gobierno palestino al territorio y población palestina, antes que sea demasiado tarde. Gaza es tierra palestina, lo mismo que Cisjordania. Son la base de la solución de dos estados independientes, antes que la tormenta que prepara Irán y aprovecha Rusia, llegue al Mediterráneo.
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