Noviembre 13, 2022

Golpe de realidad: La gira de Boric a La Araucanía. Por Kenneth Bunker

Analista político

No es lo mismo que decir que hay actos de terrorismo a decir que hay terrorismo. Hablar de actos de terrorismo es una especie de sinónimo que permite retractarse con consistencia, o eventualmente actuar con mayor flexibilidad (o no actuar). Hablar de terrorismo le hubiese significado a Boric hacer un consenso mayor, traicionar a sus bases explícitamente, y comprometerse de facto con las Fuerzas Armadas. Una línea que hasta ahora no está dispuesto a cruzar. Por desgracia eso es exactamente lo que hay que hacer.


La visita del Presidente Gabriel Boric a La Araucanía es una buena noticia. La gira le permite ver in situ un problema que todos saben que existe y que todos quieren resolver pero que su gobierno no ha querido posicionar como una prioridad dentro de su agenda. Solo observando la fría recepción que le dieron los habitantes de la zona, y el hecho de que debió llegar con una avanzada policial rara vez conformada, le debe haber causado impacto suficiente al Presidente para obligarlo a pensar que las cosas quizás no eran tal como él pensaba que eran.

El mejor ejemplo de la dejación del Gobierno con el conflicto de la macrozona sur ha sido la forma en que ha abordado el conflicto. En su campaña de 2021, y en sus primeros meses de gobierno, el Presidente sugirió que el asunto se podría resolver con un poco más de buena disposición y con diálogo como principal herramienta. Claramente estaba equivocado, como así lo demostró, oportunamente, el viaje mal planificado de la entonces ministra del Interior Izkia Siches a Temucuici, que por fortuna no terminó en una tragedia mayor.

El Presidente asumió en marzo y recién llegó a la Macrozona Sur en noviembre. Ocho meses se demoró en llegar. Y con justa razón, si antes estaba preocupado por sacar adelante el proceso constituyente. Simplemente no tenía tiempo para viajar. Pero, bueno, al menos llegó a la zona, y hasta ahora, si se ignoran los guiños mediáticos que el Presidente se ve obligado a darle a sus seguidores, se puede decir que el viaje ha sido más positivo que negativo: por primera vez Boric habló abiertamente de actos de terrorismo en la zona.

Ahora bien, no es lo mismo que decir que hay actos de terrorismo a decir que hay terrorismo. Hablar de actos de terrorismo es una especie de sinónimo que permite retractarse con consistencia, o eventualmente actuar con mayor flexibilidad (o no actuar). Hablar de terrorismo le hubiese significado a Boric hacer un consenso mayor, traicionar a sus bases explícitamente, y comprometerse de facto con las Fuerzas Armadas. Una línea que hasta ahora no está dispuesto a cruzar.

Por desgracia eso es exactamente lo que hay que hacer. El número de ataques a personas y propiedades van al alza y no pareciera forma de hacerle frente. Basta contar el número de atentados en la zona, su gravedad y su frecuencia, para entenderlo. El Índice de Terrorismo Global (GTI) posiciona a Chile como número 19 en su ránking de terrorismo, justo entre medio de la República del Congo y Chad. Un lugar merecido principalmente por los actos que ocurren cotidianamente, con impunidad, en la Macrozona Sur.

Claramente lo mejor hubiera sido admitir que hay terrorismo. Y no solo eso, sino que también admitir de que el terrorismo está fuera de control, y de que, sin voluntad política, simplemente no se resolverá. Es más, hubiera sido bueno admitir también de que, si no se hace nada ahora, todo será peor. Pero no, al parecer no era posible. Pues al gobierno simplemente no le parece conveniente admitir lo que todo saben que es verdad porque cree que le puede traer más costos que beneficios.

Algo similar ocurre con la delincuencia. No es que el Presidente y su gobierno no se den cuenta de que es un problema, o de que no vean que las cifras de homicidios y de asaltos con violencia van al alza. Es simplemente que no quieren admitirlo. Admitirlo sería desconocer mucho del relato que usaron para forzar el proceso constituyente y después ganar las elecciones de 2021. Por lo mismo, le queda tan incomodo el asunto, pues debe salir constantemente a rebatir lo que todos saben que es verdad.

Cómo de lo contrario se explica el incidente del “cherrypicking”. Para quienes no se acuerdan es cuando Boric acusó a sus críticos de escoger antecedentes a la medida para criticarlo. Así es, en septiembre de este año, 2022, Boric literalmente dijo que no había un alza en la delincuencia, que era solo una interpretación mañosa de sus críticos. Así es: literalmente dijo que no había un alza en la delincuencia, sino que era solo una interpretación mañosa de sus críticos. Una declaración que seguramente no repetirá.

Hoy, forzado por la fuerte tendencia al alza en la delincuencia, no le queda otra que admitir lo obvio, pero no de forma abierta, como debería, sino que, entre las comas, detrás de las paredes y de forma insuficiente, como se ve obligado a hacer. No se le puede pedir tanto más tampoco. Hace tan solo unos meses su entorno más cercano se burlaba de quienes pedían condenar la violencia en todos sus contextos. Hace no tanto tiempo, quienes hoy son ministros y subsecretarios justificaban la violencia en ciertos contextos.

Este es el principal problema del gobierno: está preso por su propio registro. No puede decir que hay terrorismo porque aliena a su base. No tiene legitimidad para combatir la violencia porque la fomentó sistemáticamente como parte de su plan por llegar al poder. No tiene llegada en las Fuerzas Armadas porque las denostó al punto de pedir su refundación. El Presidente tampoco puede ejercer liderazgo entre la gente porque la gente no le cree. Y, sin credibilidad, no tiene la capacidad de ordenar al poder legislativo para darle gobernabilidad al país.

Es un rompecabezas. Para salir del hoyo necesita credibilidad, pero no tiene cómo obtener credibilidad sin un golpe de realidad. Y la única forma de dar ese golpe es echar marcha atrás, admitir los errores y avanzar por el camino de la honestidad. Si la gente percibe que el Presidente y el gobierno le quieran echar la culpa a sus antecesores por problemas que claramente están ocurriendo ahora, los números de Rechazo seguirán creciendo. Si no hay un mea culpa, no habrá redención popular, y sin redención popular, simplemente no habrá gobernabilidad.

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