Probablemente la mejor definición de un consejero político la haya dado Marco Aurelio, emperador de Roma desde el año 161 al 180: “Mantenerse de buen talante a pesar de las adversidades; ser dueño de sí, sin ostentación. No ser adulador”. Parece fácil, pero no lo es y por lo mismo es un cargo que suele ser de corta vida, que tiene muchas variaciones.
El rol del asesor de alto nivel se ha puesto de moda gracias a series de TV como “La diplomática”, una comedia más o menos sofisticada, con la estupenda Keri Russell o “Veep”, en plan de farsa, con la ex novia de Seinfeld, Julia Louis-Dreyfus, en la Casa Blanca. Ambas exploran con mayor o menor gracia las complejidades del poder, pero la realidad es muy distinta.
Pocos cargos son más importantes -y difíciles- en La Moneda que el de Jefe del Segundo Piso. Su influencia se volvió mítica durante el gobierno de Ricardo Lagos, con Ernesto Ottone a la cabeza. Dicen que el jefe de los asesores nunca debe tener protagonismo, porque está para ayudar al Presidente y no para convertirse en un problema.
Eso es lo que pareció no entender Miguel Crispi, quien para muchos debió haber renunciado antes. El 10 de marzo fue reemplazado por Felipe Melo, cuyo carácter podría marcar un estilo distinto al de su antecesor. Conoce bien el Estado, fue seremi de Educación. Como dirigente estudiantil tuvo una trayectoria universitaria importante. Es un tipo más serio y recatado, según quienes lo conocen.
Pese a que no milita en el Frente Amplio, fue cercano a Revolución Democrática y tiene un ADN de izquierda, de la izquierda -obviamente- que estudió en la LSE en Londres. De hecho fue nombrado seremi de Educación por Nicolás Eyzaguirre, uno de los concertacionistas que apadrinó a la nueva generación de izquierda que renegaba de los concertacionistas. Fue del mismo lote que Crispi, Gonzalo Muñoz, Rodrigo Rocco. Eyzaguirre les decía “los cabros”. De ese grupo, se cuenta que Melo era el más enfocado.
Lo describen como alguien que va de frente, amable (para los códigos de la política), pero igual duro. Tiene además un ámbito más amplio de amistades, pues trabajó con el ex DC Claudio Castro, alcalde de Renca, de quien es muy cercano. Ante todo es un tipo pragmático. No es de los amigotes de Boric, pero el Presidente lo respeta.
Una de las cosas que lo caracteriza es ser quitado de bulla, que es uno de los requisitos del cargo. En La Moneda rescatan que no anda tras proyectos personales sino colectivos. Habrá que esperar si cumple estas promesas. Trabajador, pero no trabajólico. Tiene pinta de intelectual un poco “ñoño”, pero lo definen como gracioso y “choro”. Más divertido de lo que parece.
Separado, con hijos, Felipe Esteban Melo Rivara tiene 44 años y desde chico estuvo marcado por una educación progresista. Egresó del colegio Francisco de Miranda, un emblema de la llamada “whiskierda” o izquierda exquisita, como la llamaba Tom Wolfe; estudió Ingeniería Civil Industrial en la Universidad de Chile y más tarde cursó un Máster en administración pública en The London School of Economics. Pasó por movimientos estudiantiles como la Nueva Izquierda Universitaria (NIU).
En octubre de 2004 ganó la presidencia de la Fech, encabezando una lista que agrupaba a independientes de izquierda, a la Juventud Socialista (JS) y al movimiento La Surda. Su período coincidió con la toma de 28 días de la Casa Central en 2005, precursora de la “revolución pingüina” del año siguiente. Es decir tiene el ADN frenteamplista al 100%.
En una crisis lo más fácil es echarle la culpa al asesor, pero la principal tarea del Jefe de Asesores del Segundo Piso es clave en tiempos de turbulencias: poner un cortafuegos con el Presidente. Y eso no lo hizo Crispi en el caso Monsalve, por ejemplo, dicen sus críticos. Crispi se enredó con la decisión de no dar un paso al costado cuando tenía que darlo. Y eso tiñó su gestión.
Algunos de sus cercanos sostienen que Crispi es más político que Melo, pero el problema es que lo superó la vanidad. De hecho, Crispi llegó al Segundo Piso de La Moneda en 2022, y tuvo una serie de polémicas, como la de la fundación Democracia Viva.
El desafío de Melo no es menor. Mejorar la coordinación con el comité político, para tener una postura común frente a las eventuales crisis, es uno de ellos. Un punto a favor de Melo es su experiencia en políticas públicas. Cuando fue seremi de educación tuvo que sentarse a negociar con los profesores. Ahí manda el pragmatismo, no la vanidad. O como dijo Marco Aurelio: sin ostentación.
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