-¿Por qué decidiste votar Rechazo? ¿Cuáles son las principales motivaciones que te llevaron a esa opción?
-La primera impresión de la ceremonia de entrada no fue nunca desmentida con lo que se vio con el desarrollo de la Convención. Los mismos desplantes, sectarismos, el mismo ánimo de revancha. Era el octubrismo sesionando en el antiguo Congreso. Mi decisión se debe primero a las glándulas y luego a la razón.
-¿No te parece suficiente el acuerdo del oficialismo para hacer cambios al texto si gana el Apruebo?
-Resulta muy extraño que luego del reconocimiento explícito de un trabajo defectuoso, se pueda arreglar con algunas enmiendas. Es el antiguo alambrito chilean way. No hay segundas oportunidades para una primera impresión. No: hay que hacer una buena constitución.
-¿Crees que hay un clima de intolerancia, una cultura de la cancelación?
-La cultura de la cancelación va a hundir a la izquierda. Ese es su más grave error histórico. La moralización de la política, de la vida en general, ha vuelto nauseabunda la vida colectiva; de ahí la funa y linchamientos varios que vemos todos los días en las redes sociales.
El supremacismo moral de la izquierda vuelve inviable su proyecto, ya que es el reconocimiento de la pobreza ideológica y política de la propuesta. Cuando no tienes razones no te queda más que el argumento ad hominem; en este caso, al bulto, con el que destituyes moralmente a tu adversario.
Así es muy fácil: ganaste la discusión antes de empezarla. La razón, la buena fe, nuestro natural sentimiento de justicia, repugnan de tal fariseísmo, de tal hipocresía encubierta de bondad. Envestirse de una moral superior recuerda a la vieja beatería cristiana que tanto daño hizo. En Francia, Italia, España e Inglaterra ya se hartaron de todo eso y las izquierdas están retrocediendo. Supremacismo y fascismo, no nos olvidemos, son sinónimos.
-Ha provocado mucha polémica que la campaña del Rechazo recoja aspectos del NO a Pinochet en el plebiscito de 1988. ¿Te parece que es una estrategia correcta o contraproducente?
-En medio de todo esto, ese punto es una minucia.
-Uno de los aspectos más cuestionados del texto de la Convención es el sistema político. ¿Piensas que abre la puerta a un régimen autoritario? ¿De qué manera?
-Desde luego. Eliminado el Senado, y con el 80/20 (de la votación del plebiscito de entrada) obnubilando su razón, la Convención soñó con un asambleísmo perpetuo, con un congreso todopoderoso, sumado a una ley electoral modificada con mayoría simple. Si es así, al poco andar te quedas con todo, cosa que ha estado desde el inicio en el espíritu de los constituyentes. Ellos olvidaron muy alegremente el precepto de la democracia que dice: el ganador no se lo lleva todo ni el derrotado lo es para siempre.
-¿Qué te parece la plurinacionalidad? ¿Contradice o pone en cuestión la idea de Chile como un país mestizo, unitario e igualitario?
– La plurinacionalidad es un concepto que viene de la academia. Es como si hubiera sido redactado en el Departamento de Estudios Culturales de la Universidad de Columbia, en Nueva York. El buen vivir proviene de la misma fuente. Laclau y Mouffe (ideólogos del populismo de izquierda) estarían exultantes. No es otra cosa que romperle el espinazo al Estado, tal y como lo conocemos. Es un caballo de Troya.
-¿Por qué piensas que la Convención llegó a este texto? ¿Qué opinas del papel que jugaron convencionales como Jorge Baradit, escritor, y Daniel Stingo?
– Ellos son la lamentable caricatura de lo expuesto anteriormente. Ellos y muchos periodistas y presentadores de televisión.
En “Los inocentes al poder” (Editorial Taurus, 221 páginas), el académico Daniel Mansuy diseca la trayectoria de la generación del FA desde sus inicios hasta la llegada al poder. El también escritor atribuye los grandes tropiezos del FA a su inocencia, que se funde y confunde con un narcisismo moral que todavía no han logrado […]
En medio de críticas a la gestión de su campaña, Matthei optó por disolver el grupo de 11 voceros que anunció a fines de abril. Alcaldes y parlamentarios dejarán las vocerías y el comando evalúa un nuevo modelo post primarias, más centralizado y estructurado.
Siempre habrá movilizaciones y protestas -no sólo si gobierna la derecha-, y estará latente la posibilidad de que en algún momento converjan en algo masivo. Pero apostaría que difícilmente se darán las condiciones para excesos de violencia, por el descenso vertiginoso del apoyo social a todo lo que signifique desafiar el orden público.
La ex ministra del Trabajo ha intentado imprimir un sello de mayor moderación a su campaña, ante lo cual fichó a la senadora Alejandra Sepúlveda y la ex ministra Laura Albornoz, ex militantes de la DC, mientras abrocha apoyos en sectores vinculados al FA, como el alcalde de Puente Alto y el gobernador por Valparaíso. […]
Gonzalo Müller, director del Centro de Políticas Públicas de la UDD, sostiene que en las primarias se ha visto polarización. “La primaria instaló el resurgimiento del discurso de la izquierda del tiempo del estallido y de la convención. Un tufillo a octubrismo volvió a dominar la escena”, dice.