En Londres las ambulancias se desplazan con estruendoso ruido, pero nadie lo objeta. Más bien les abren camino porque suponen que la vida de los pacientes depende de la velocidad con que lleguen al hospital. ¿Quién no quiere contribuir a salvar una vida?
Felizmente en esos momentos pocos recuerdan que, en Reino Unido, la ambulancia puede haber demorado mucho en llegar a la casa del enfermo. Primero la cola telefónica al marcar emergencia. Después la demora en encontrar una ambulancia disponible: en lo que llaman “lotería de código postal”, hay lugares en que la ambulancia puede tardar 90 minutos, aun cuando el paciente ha sufrido un infarto.
Finalmente, la demora al llegar al hospital. En Reino Unido un 30% de las ambulancias tiene que esperar al menos 30 minutos para descargar el paciente. Un 13% espera una hora o más. Lo que no significa que al entregarlo será atendido: 1,5 millones de pacientes al año tienen que esperar más de 12 horas en emergencia antes de que los vean, lo que genera unas 2.000 muertes innecesarias al mes. Como si lo anterior fuera poco, el personal de las ambulancias está contemplando una huelga antes de Navidad. También las enfermeras.
En suma, el legendario National Health Service, o NHS, el servicio nacional de salud fundado por un gobierno laborista en 1948, está en crisis. Importante enfatizarlo dada la pasión con que lo admiran, y quieren emularlo, en la izquierda chilena.
En realidad, todos los días hay alarmantes titulares en los diarios británicos. Que la lista de espera del NHS llegó a 7 millones, o más del 10% de la población del país. Que los internistas son cada vez más reacios a ver a pacientes persona a persona. Que todo depende de la lotería del código postal. Hay lugares donde un 60% es atendido en persona, y otros donde el 80% es atendido solo en forma virtual.
¿Todo esto es un tema de dinero o de gestión? Difícil la pregunta, pero nada menos que el 40% del gasto social británico es destinado al NHS. Antes de la pandemia su presupuesto era de 124.000 millones de libras al año. Para 2022-2023 lo subieron a 152.000 millones, a condición de que aumentaran en 30% los tratamientos electivos. Lejana está la meta: ¡más bien han caído en un 5%!
Hay mucho que valorar en el NHS, pero sus ineficiencias causan unas 50.000 muertes innecesarias al año. Dadas las listas de espera, unos 8,7 millones de británicos no trabajan por tener una enfermedad de largo plazo no atendida. En 2020, según datos del Banco Mundial, la expectativa de vida en Reino Unido era de 80,9 años, solo nueve meses más que en Chile, y menos que la mayoría de sus pares en Europa.
Según un estudio del Nuffield Trust, la sobrevivencia a 5 años de los principales cánceres era también inferior al promedio europeo. Desde luego la culpa no la tiene solo el NHS. En Francia, Italia, España, Grecia y Portugal la gente vive más, pero puede ser por las bondades de la dieta mediterránea.
Con todo el NHS parece ser bastante querido en Reino Unido, por lo menos públicamente. En privado la gente sí lo critica. Cuando hablan a la prensa muchos pacientes exigen mantener su anonimato, como si les diera miedo criticar a esta poderosa institución.
Las críticas serían mucho más duras si no hubiera también un potente sistema de salud privada. Es importante recalcarlo porque en la izquierda chilena hay quienes creen que en Reino Unido solo existe el sistema público. El privado es tan dinámico que llega gente de todo el mundo para atenderse. Hasta el prestigioso Cleveland Clinic de Estados Unidos se acaba de instalar en Londres. Obvio que los británicos prefieren no pagar para sanarse, pero les alivia saber que, en una emergencia, hay una opción privada en que los atenderán de inmediato. Un 12% tiene seguro médico privado y ocupa solo esa opción.
Crear un sistema de salud justo y eficiente es de las tareas más complejas que existen en materia de políticas públicas. Importante que en el gobierno entiendan la dificultad, e indaguen bien lo hecho en otros países, evitando voluntarismos buenistas nutridos por la ignorancia. Para una tarea tan compleja cabe un esfuerzo transversal, uno que se dedique a agregar y no eliminar; que en vez de importar a ciegas modelos ajenos, refuerce lo que ya tenemos, sea público o privado.
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