La extrema debilidad del gobierno se ha desnudado en las dos escenas emblemáticas de la semana anterior: la renuncia del ministro Giorgio Jackson victimizándose y el perifoneo del presidente Boric alentando a un grupo de pobladores a seguir luchando. Ambas escenas buscaron representar la pasión y el calvario de gobernar, pero funcionaron como lamentable farsa.
El perifoneo del presidente agitando a las masas en las puertas del palacio nos hizo recordar los discursos peronistas que siempre tienen un enemigo a la vista para culparlo de todos los males, las performances diarias del presidente mexicano o el Aló Presidente de Maduro y Chávez: la reiterada ambición en nuestra región de personalizar la relación del líder con “el pueblo” saltándose las instituciones y las formas propias de la democracia representativa. La tentación populista confrontada a la necesidad de “habitar el cargo” conforme a la dignidad del mismo, anda rondado en La Moneda.
La salida de Giorgio Jackson puede ser considerado como el emblema de la derrota política del frente amplio y de la generación que venía a poner “una nueva escala de valores” en nuestra atribulada democracia corrompida por “30 años nefastos”. En verdad, la salida de Jackson, en medio del escándalo de los convenios millonarios a sus correligionarios y compañeros de ruta, era necesaria y esperada como una profecía autocumplida después del rechazo al proyecto constitucional que él defendió con pasión como una condición necesaria, una necesidad ineludible para cumplir con el programa del gobierno.
Quizás sea hora de reconocer lo que la ministra Tohá viene insinuando hace ya algunos meses: el gobierno tiene que readecuar sus expectativas y situar sus desafíos en la nueva realidad post 4 de septiembre 2022.
Una realidad no exenta de graves desafíos y que exige un gobierno que eleve drásticamente su capacidad de gestión y trabaje con realismo, dejando de lado sus utopías refundacionales. Al menos los campos en que debe concentrarse son:
Es tiempo de asumirlo: el programa del gobierno que incluía grandes reformas no se podrá cumplir. Avanzar en los campos enunciados, sin renunciar a los desafíos planteados en los campos de vivienda, educación, transporte, innovación y transformación energética no es una tarea menor, no es mera administración. Es lo que le toca al gobierno del presidente Boric en su segundo tiempo.
La promesa de una revolución sin costos, de una política sin ley y de una sociedad sin jerarquías provocó una gran resaca. El péndulo gira, pero no vuelve al mismo lugar. Lo que viene no es una mera restauración nostálgica, sino una demanda por más estabilidad y seguridad: menos épica refundacional y más responsabilidad.
Las barras bravas constituyen un microcosmos de Chile bajo una atmósfera de creciente polarización, luchas intestinas y frivolidad política, además de sombrías amenazas de muerte, en distintos frentes. Así progresa el lumpenfascismo, cuya cifra es ahora la paz criminal, configurada desde su propia ley interna como ley universal en distintas zonas del país, a cambio […]
No necesitamos reemplazar un fundamentalismo de izquierda por otro de derecha. La sustitución de una mala experiencia de gobierno no tiene que derivar fatalmente en otra igualmente disruptiva y disociadora. Necesitamos orden, naturalmente, pero orden democrático. Y eso demanda sensatez y altura de miras en la Presidencia.
Chile pasó de tener una fuerte relación comercial con Estados Unidos, estable económicamente y alineado militarmente, a depender de la buena voluntad del Estado chino, flotando a la deriva en un mundo incierto, en el que cualquier cosa podría pasar.
Este es un extracto de “Conversaciones contra el olvido” de 2020 con Sergio Bitar, ministro de Minería del gobierno de la Unidad Popular durante el año 1973 y luego ministro de Educación durante el gobierno de Ricardo Lagos y ministro de Obras Públicas en el primer gobierno de Michelle Bachelet.