El encontrón de Boric con un fotógrafo en La Moneda: Un error básico e innecesario. Por Kenneth Bunker

Ex-Ante
El presidente Boric en su oficina antes de bajar e increpar a un fotógrafo. Crédito: Agencia Uno.

La llamada de atención del Presidente de la República a un reportero gráfico en el patio de su propia oficina no da lo mismo. Es un error innecesario, complaciente e improvisado. Por sobre todas las cosas, muestra la fragilidad de la actitud democrática de quien gobierna, que, al parecer, piensa una cosa de las relaciones de poder cuando está en la oposición y una cosa muy distinta cuando está en el oficialismo. Es un conveniente doble estándar que curiosamente provoca más problemas que soluciones.


El reciente encontrón del presidente con un fotógrafo en el patio del palacio de La Moneda no es un hecho aislado ni un incidente inocuo. Es, a todas luces, parte de un patrón que se está de a poco instalando en el gobierno. Es, también, un hecho preocupante en tanto muestra la velocidad con que el oficialismo se aleja de los supuestos estandartes morales que decían portar. Es un hecho vergonzoso y un precedente, en tanto nunca antes se había visto a un presidente actuar con tanta imprudencia con tanta frecuencia.

Optar por ser presidente es optar por una vida pública. Simplemente, por definición, no puede ser de otra manera. Al Presidente, y por extensión al resto del gobierno, se le paga con recursos públicos, y por lo tanto, lo que hacen o no hacen es de interés público. No puede ser el caso que se le reproche a un reportero gráfico hacer su trabajo, pues es por medio de esa importante función que tiene la prensa que los pagadores de impuestos se enteran de lo que se hace con los recursos públicos.

Llama la atención que Boric no haya entendido esto. Después de haber hecho una carrera profesional entera de funcionario público, es lo mínimo. Es incomprensible que después de 8 años de diputado no entienda todavía el importante rol que tiene la prensa libre en la democracia. En este hecho en particular, no había ni siquiera una violación a la privacidad; el fotógrafo no retrataba más que al presidente haciendo su trabajo. Por lo mismo, es un error no solo básico, sino que además innecesario.

Por lo demás, es una exageración. Es un exabrupto. Se espera que el Presidente de la República se comporte a la altura de su cargo. Abandonar su trabajo solo para bajar de su despacho e increpar a un reportero debidamente acreditado se sale completamente de lo esperado o lo aceptable, como han sugerido testigos del hecho. ¿Alguien se imagina a los expresidentes Ricardo Lagos o Michelle Bachelet bajando por las escaleras del segundo piso solo para enfrentar y regañar a un fotógrafo?

En su campaña presidencial Boric dijo que el “rol de la prensa es incomodar al poder”. También dijo que su intención, si era electo, sería potenciar una “mayor pluralidad de voces y visiones en la prensa”. Ahora, ya electo, ha hecho todo lo contrario. No son pocas las veces en que se le ha visto ofuscado ante preguntas de periodistas o irritado con medios de comunicación. No es la primera vez, y así lo demuestra el tono que adoptó el Colegio de Periodistas para condenar el hecho como un “abuso de poder”.

El presidente Boric no es cercano ni carismático, como demuestran las encuestas. Tampoco es empático, como se le ha tratado de catalogar desde su coalición. Y este hecho lo demuestra todo de manera ejemplar. Expone de manera nítida su inhabilidad para hacerse entender. Retrata que, en el fondo, tiene un importante problema para darse a entender. Por lo bajo demuestra lo impulsivo e irreflexivo que puede ser. Qué duda cabe que conociendo las repercusiones del hecho no haría lo mismo otra vez.

Si Boric pensó que por ser el más joven de los presidentes electos se podría dar atribuciones sociales que otros no se pudieron, se equivocó. Si pensó que, por su origen, su apariencia, su estilo o su conocida irreverencia se podría saltar las normas sociales que sus antecesores debieron obedecer, se equivocó. La presidencia es por esencia un lugar de hábitos, tradiciones y respeto, y con Boric en el poder ha quedado más que claro que la institución cruje cuando no se observan las reglas implícitas que la sostienen.

La llamada de atención del Presidente de la República a un reportero gráfico en el patio de su propia oficina no da lo mismo. Es un error innecesario, complaciente e improvisado. Por sobre todas las cosas, muestra la fragilidad de la actitud democrática de quien gobierna, que, al parecer, piensa una cosa de las relaciones de poder cuando está en la oposición y una cosa muy distinta cuando está en el oficialismo. Es un conveniente doble estándar que curiosamente provoca más problemas que soluciones.

Para la gran mayoría, el hecho será percibido como un punto más en la trayectoria de un presidente que ha fracasado una y otra vez en cumplir las expectativas. Será percibido como un patinazo más de una coalición que ha marchitado toda posibilidad de llegar a hacer lo que dijo que iba hacer. En el esquema de las cosas inmediatas, podrá ser irrelevante, pero no pasará desapercibido en el inconsciente colectivo cuando toque evaluar al gobierno del presidente Boric por la diferencia entre lo que dijo que haría y lo que finalmente hizo.

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