El dilema del tranvía (aplicado a la crisis que enfrenta el sistema de salud) Por Natalia Aránguiz

Ex-Ante

¿Es posible esquivar de alguna forma elegante la ejecución de un fallo controversialmente general y retroactivo? ¿Será posible que la opinión pública perdone a un colorado gobierno de buscar una solución por el bien mayor?


El tranvía (Foot, 1967)

“Un tranvía corre fuera de control por una vía. En su camino se hallan cinco personas atadas a la vía por un filósofo malvado. Afortunadamente, es posible accionar un botón que encaminará al tranvía por una vía diferente, por desgracia, hay otra persona atada a ésta. ¿Debería pulsarse el botón?” El dilema del tranvía.

El dilema Philippa Foot ha sido estudiado ampliamente en el campo de la psicología y la filosofía, campos maravillosos en los cuales no tengo absolutamente ninguna expertise. Sin embargo, estos ejercicios son tremendamente útiles en situaciones como la que estamos viviendo hoy en día en nuestro país.

La crisis en las Isapres no sólo es una bomba de tiempo en términos humanos, sino que también económicos y financieros. Es literalmente un tranvía que corre fuera de control. Hasta hoy, las dificultades que enfrentan las Isapres han sido abordadas por el gobierno, principalmente como un tema político y doctrinario. Es así como la propuesta realizada por el gobierno, al mirarla profundamente, implica no hacer nada para evitar el choque contra las cinco personas amarradas en la línea.

Esta resolución se justificaría si fuese la decisión de una persona. Desviar el tren por decisión propia y causar el daño a una persona de forma consiente, es inconcebible para algunas almas por muy loables que fuese la intención de salvar a cinco seres humanos.

Sin embargo, en políticas públicas este dilema debe ser abordado de forma distinta. Los gobernantes constantemente están frente a disyuntivas como esta, ya que los recursos siempre serán limitados y las necesidades infinitas.

El tranvía sin frenos tiene amarrados en la vía en primer lugar, a los usuarios de las isapres, muchos ellos con preexistencias o con tratamientos delicados y vitales en curso. En segundo lugar, están los actuales usuarios de Fonasa, ya que el sistema nacional de salud no es capaz de recibir la cartera de una o varias Isapres en quiebra, colapsando aún más el sistema público. En tercer lugar están amarradas las clínicas y sus proveedores, ambos cruciales para el correcto funcionamiento del sistema de salud nacional. En cuarto lugar, están las aseguradoras y reaseguradoras, que ofrecen seguros complementarios y catastróficos. Éstas verían sus ratios financieros muy presionados, lo que podría hacer caer a algún proveedor de pólizas en industrias tan diversas como la automotriz, inmobiliaria y agrícola. Finalmente, existe un actor silencioso, pero realmente peligroso amarrado en la vía: el riesgo de contagio.  Algunas Isapres pertenecen a complejos conglomerados y no tenemos certeza acerca de si su nivel de préstamos entre relacionados está en algún escalón alarmante que pueda provocar un efecto dominó en todo el grupo empresarial. En efecto, una de ellas no sólo está en el sector salud con una Isapre y una red de clínicas, sino que también su matriz está en el desahuciado sector previsional con una AFP. Adicionalmente, el mismo conglomerado tiene aseguradoras, una AGF y hasta un banco. Pasar por esta vía no sólo podría provocar una catástrofe en el sistema de salud, sino que también turbulencias en el sistema financiero, un par de denuncias en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial que podrían tener costos millonarios para el Fisco.

En la otra vía, está el fallo de la tercera sala de la Corte Suprema y la opinión pública. ¿Es posible esquivar de alguna forma elegante la ejecución de un fallo controversialmente general y retroactivo? ¿Será posible que la opinión pública perdone a un colorado gobierno de buscar una solución por el bien mayor?

El gran político, filósofo y escritor Cicerón mostró la respuesta antes que Cristo llegara al mundo: mínima de malis eligenda («entre dos males se ha de elegir el menor»).

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